10 Sep. 13
Los habitantes de la Ciudad de México han tenido que soportar las agresivas marchas que ocasiona la llamada "insurgencia" de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) contra la reforma educativa. Las quejas, las críticas contra los maestros que protestan han sido innumerables e incluso ha habido quienes han llamado a la represión. Vale la pena detenerse a tratar de entender qué es la CNTE y por qué está llevando a cabo una peculiar insurrección incongruente y peligrosa.
La CNTE es una especie de excrecencia del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) surgida hace más de tres décadas. Heredó en gran medida la corrupción de su matriz sindical, pero le agregó una cierta dosis de radicalidad izquierdista.
La CNTE pertenece al viejo mundo de la cultura nacionalista revolucionaria que lentamente se está desvaneciendo y está contaminada por la putrefacción de una cultura sindical que se resiste a desaparecer del panorama político. Su reacción contra la reforma educativa es el estertor de un magisterio decrépito que se opone a la renovación y a la evaluación de su trabajo. Pero además la CNTE es fruto de una profunda fractura que impulsó a sus militantes a luchar contra el charrismo de Carlos Jonguitud y de Elba Esther Gordillo. El resultado es un híbrido extraño, una mezcla de sindicato y organización política que rebasa con creces las demandas laborales y que hoy se opone a todas las reformas que se están discutiendo en el Pacto por México. Su lucha frontal contra este pacto hizo que muchos pensasen, equivocadamente, que la alianza reformista de los tres grandes partidos estaba a punto de fenecer.
La CNTE ha dejado claro desde hace tiempo que se encamina a la construcción de un frente único nacional y a la organización de un paro general indefinido (según el manifiesto aprobado por el V Congreso Nacional de Educación Alternativa organizado por la CNTE el pasado mes de abril). Esta insurgencia aprovecha la desorientación del SNTE, herido por el encarcelamiento de su máxima dirigente, y las fracturas en el gobierno de Peña Nieto. Estamos ante algo mucho más complejo que la reacción de unos maestros holgazanes impulsados por líderes corruptos que no quieren perder su poder y sus privilegios, gracias al control del acceso, ascenso, permanencia y retiro de los docentes.
La CNTE está intentando cristalizar un movimiento político similar al de López Obrador, pero aparentemente más radical. En sus documentos se afirma su contenido clasista y antiimperialista, su oposición al charrismo que representa los intereses de un Estado burgués-terrateniente, su intención de propiciar en las escuelas la formación de un "nuevo sujeto" comprometido y que, además, acepta todas las formas de lucha. Teñida de un leninismo duro y trasnochado, la CNTE adopta una ideología estrafalaria orientada por una teoría crítica, que es el fundamento críptico de lo que llama, y no es una broma, "la filosofía, epistemología, axiología, metodología, evaluación, sistematización, seguimiento y socialización de la alternativa transformadora de la educación". Este y otros esperpentos esotéricos ocultan una hiperactividad marginal que no conviene ignorar.
Las marchas y bloqueos de la CNTE están ocasionando varios efectos. En primer lugar, estimulan una cohesión en torno del gobierno, especialmente de las clases medias, que ven con temor y repugnancia las manifestaciones rijosas de los maestros. La CNTE, con sus provocaciones, ha resultado un peculiar agente legitimador del gobierno de Peña Nieto, y ha estimulado en muchos el deseo de reprimir las protestas callejeras. En segundo lugar, está ocasionando serios problemas a la izquierda, ya que mucha gente ve con malos ojos las relaciones (sean mediadoras o de apoyo) del PRD con la CNTE. El asunto además ha ahondado las divisiones que fracturan a este partido. Y hay que agregar los disgustos que ocasiona la CNTE al movimiento encabezado por López Obrador, que ahora aparece como el bloqueador bloqueado, pues los maestros impidieron que realizase su mitin del pasado domingo en el Zócalo.
Estamos ante el espectáculo de miles y miles de pobres maestros, que vienen de un mundo que se extingue y que se pudre. Están contaminando a una oposición de izquierda que pasa por una condición muy difícil, escindida entre un ala reformista y otra populista. El gobierno, por su parte, aprovecha la situación para pescar en río revuelto.
Las protestas de la CNTE revelan el peso de un mundo viejo que se derrumba, con sus caciques sindicales, sus mediaciones corruptas, sus costumbres caducas y la decadencia de una gran masa de maestros mal educados y malos educadores, que se resisten al cambio. Un mundo en camino de desaparecer es peligroso, pues alberga la desesperación de sectores sociales enervados llenos de rencor. Son seres humanos que sufren una gran dislocación y que deben hallar un lugar fuera del mundo que se deshace.
Fuente Reforma
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