martes, 22 de octubre de 2013

Salvador García Soto - El siervo espiado

Que Felipe Calderón ha sido el presidente que más se abrió a la relación con Estados Unidos y que más concesiones (legales y extralegales, constitucionales y no) dio a Washington, eso no está en duda. El ex presidente mexicano, como pocos de sus antecesores, se echó a los brazos del Tío Sam y, a cambio de que le guiaran en su sanguinaria lucha contra el narcotráfico, dejó que las agencias de seguridad estadunidenses -de la DEA a la CIA y del Ejército a los Marines- tuvieran como nunca injerencia en el territorio y las operaciones de seguridad nacional de México, con o sin tratados constitucionales de por medio.

No fue gratuito que a su salida de la Presidencia, después del violento periodo que significó su sexenio por las cifras de muertos, desaparecidos y golpes al narcotráfico, Calderón haya sido acogido por la principal universidad estadunidense y se haya refugiado con su familia en el vecino país, desde donde esporádicamente vuelve a México y se mantiene activo en política a través de su grupo de senadores oposicionistas y combativos que encabeza Ernesto Cordero.





Pero toda esa política entreguista y dócil hacia la Casa Blanca no evitó que el gobierno de Barack Obama, como antes el de George W. Bush, ejerciera sobre el presidente de México y sobre los principales miembros de su gabinete un espionaje descarado a través de las cuentas de correo de la Presidencia, además de la intercepción de sus llamadas de celular, en lo que constituye una práctica que quizá para los Estados Unidos podrá ser “legal” y hasta “normal”, según sus leyes y prácticas internacionales, pero que representa una abierta violación constitucional y de soberanía para las instituciones mexicanas.

Descubrir que desde Washington se espía a los presidentes de México, a través del uso de los servidores de compañías de nacionalidad estadunidense, o que la Agencia de Seguridad Nacional (ASN) haya penetrado fácilmente los servidores de la Presidencia; confirma, a partir de las revelaciones de Edward Snowden, las sospechas de que el internet y las principales compañías que manejan las redes sociales, buscadores y correos personales, colaboran con la red mundial de espionaje que tendió desde la Casa Blanca, con autorización legal de su Congreso, el ex presidente Bush y continuó la administración Obama, siempre bajo el argumento de su seguridad y la lucha contra el terrorismo.

Sólo que el espionaje realizado a Calderón, siendo presidente, no tuvo nada que ver con terrorismo, por los informes revelados por la prensa alemana, y fue más bien una intromisión en la política interna y las decisiones del gobierno mexicano. Y para colmo, la respuesta que ha recibido la cancillería mexicana, encabezada por José Antonio Meade, y el gobierno de Enrique Peña Nieto en sus protestas por el espionaje, ha sido casi una segunda burla por parte de nuestro principal socio comercial y vecino. Porque primero Obama le ofreció a Peña que investigaría la queja que personalmente le dio en la pasada reunión del G-20, según informó la Presidencia, y luego la SRE citó al embajador Antonhy Wayne a dar explicaciones sobre la intromisión en comunicaciones telefónicas de Calderón y del mismo Peña Nieto como presidente electo.

Una y otra acción del gobierno de México no obtuvieron resultados; no hay ni investigación ni explicación claras del acto de intromisión. Ahora, que se revelan las infiltraciones en los servidores mismos de la Presidencia y de las comunicaciones personales del Presidente, el tono de la protesta de la Cancillería tendría que subir y buscar otro tipo de acciones que expresen el rechazo mexicano a esas prácticas violatorias de la soberanía. Si espiaron a un presidente que se les tendió como un siervo, que otra cosa puede esperarse el actual inquilino de Los Pinos. Un gesto de dignidad no le vendría mal a la desigual y poco fiable relación con el poderoso vecino.

NOTAS INDISCRETAS… En los avances que da por todos lados el secretario José Carlos Ramírez Marín de sus investigaciones sobre funcionarios responsables de las tragedias en zonas irregulares de Acapulco se puede advertir una cosa: van sólo sobre funcionarios de segundo nivel y difícilmente acusarán a políticos o gobernantes de primera línea. Será la política del hilo y lo más delgado… ¿Qué están percibiendo los grupos delincuenciales en el Distrito Federal que ya matan a niños a mansalva o penetran descaradamente a las policías o desatan balaceras en plena vía pública y a la menor provocación? Huelen la debilidad… Se lanzan los dados. Serpiente doble.


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