lunes, 9 de diciembre de 2013

Leo Zuckermann - De cómo los partidos finalmente mataron al IFE

Nos tomó muchísimos años y nos costó muchísimo dinero edificar una de las instituciones más exitosas de nuestra historia...

Lo advertimos desde la reforma electoral de 2007: a los partidos les estaba molestando mucho el árbitro y, por tanto, lo querían aniquilar. Ese año le dieron un golpe mortal al Instituto Federal Electoral (IFE). Los partidos perdedores presionaron al ganador de 2006 para cambiar la Constitución y remover a los consejeros de entonces. Claramente enviaron un mensaje ominoso: “si tú, consejero del IFE, te portas mal con nosotros, es decir, si haces bien tu trabajo, te quitamos la chamba; nunca te sientas seguro y actúes con autonomía; recuerda que tu futuro depende de nosotros, los partidos”.

En esta ocasión los perdedores de la elección de 2012 también se enojaron por el resultado. Pero han ido más allá que en 2007. No sólo han corrido a los cuatro consejeros actuales que quedan en el IFE, ridículamente pretendiendo que vuelvan a competir por sus puestos, sino que de plano desaparecieron el IFE para formar una nueva organización que llevará el nombre de Instituto Nacional Electoral (INE).





El PAN, el gran perdedor de la elección pasada, el partido que gobernaba México y que cayó a un penoso tercer lugar, tuvo la “brillante” idea de desaparecer al IFE y a los 32 institutos electorales locales para crear un nuevo ente nacional que organizara todas las elecciones del país. Los expertos electorales advirtieron que se trataba de una mala idea. No obstante, los panistas insistieron y el PRI aceptó porque la Reforma Política se convirtió en la moneda de cambio para la reforma que más le urge al gobierno de Peña: la energética.

Vino entonces la presión de los gobiernos locales, en su mayoría priistas, quienes objetaron la desaparición de los institutos estatales electorales. Y como esta medida requería del apoyo de los congresos locales para modificar la Constitución, pues PAN y PRI, y algunos del PRD, acordaron un “modelo híbrido”. Se trata de la peor de todas las opciones: el IFE desaparece, nace el INE, permanecen los institutos locales, el INE designa a sus consejeros y, en caso de anomalías graves en la organización de elecciones estatales o municipales, el INE puede organizar dichos comicios. Nótese que “puede” es el verbo utilizado para sustituir a las autoridades locales. Esa definición de cuándo se puede y cuándo no será una primera pesadilla para el INE, relacionada con la segunda, es decir, la determinación de las “anomalías graves”.

La actual presidenta del IFE, una mujer comprometida como es María Marván, dice sin cortapisas que el IFE “se va a morir” por “la ambición de los partidos políticos”. Le preguntan “por qué lo apuñalaron”, a lo que responde, “por la preocupación de hacer una agenda electoral a partir de una impugnación que nunca progresó”. Se refiere, supongo, a las quejas del PAN y PRD por haber perdido las elecciones de 2012. Le cuestionan, entonces, por qué apoyó el PRI. Y Marván declara: “es una tristeza que se esté vendiendo al IFE por una reforma energética”. Y remata la consejera: llegamos a esto porque a los partidos “les estorbó demasiado la autonomía del IFE”. Tiene razón. Desde 2007 lo veíamos venir.

Por lo que toca al INE, Benito Nacif, otro consejero que ha hecho muy bien su trabajo, así caracteriza su nacimiento: “de prisa, plagado de ambigüedades e inconsistencias, más como una imposición que como un cambio respaldado por la opinión pública. Nacerá en malas condiciones [...] seguirá el parto lento, tormentoso e incierto de una nueva institución”.

José Woldenberg, fundador y ex presidente del IFE, decía que “el valor de la confianza es uno de los más importantes y al mismo tiempo de los más frágiles. Es muy difícil construirlo e irlo expandiendo y es muy fácil reducirlo o sabotearlo”. Es correcto: nos tomó muchísimos años y nos costó muchísimo dinero edificar una de las instituciones más exitosas de nuestra historia, que gozaba de gran credibilidad. Pero tenía un problema enorme: su suerte dependía de los actores que regula, es decir, los partidos. Y al final, éstos la mataron en pocos años. La última estocada se la dieron por el eterno berrinche de los perdedores y la necesidad del ganador de una Reforma Energética. Por lo menos espero que ésta sea buena porque, de lo contrario, pasará lo mismo que en 2007. Recordemos que ese año el gobierno panista acordó golpear mortalmente al IFE a cambio que los perdedores priistas votaran una Reforma Fiscal que introdujo un nuevo impuesto, el IETU, que este año desapareció por inútil.

                Twitter: @leozuckermann

Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/leo-zuckermann/2013/12/09/932713

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