lunes, 9 de diciembre de 2013

San Juana Martínez - El IFE, el INE y otras aberraciones


El juez Giovanni Falcone, incansable luchador contra la mafia italiana, autor de la detención de numerosos capos, escribió que en un sistema político dominado por las mafias, es fácil saber quien ocupara los puestos decisivos y se convertirá en senador, diputado, gobernador, alcalde, consejero del IFE o incluso presidente: “El más tonto”.
 
Más que un insulto, el juez Falcone finalmente asesinado por la mafia, intentaba definir las entrañas del sistema político que alimentaba al monstruo El más tonto es el elegido. Las mafias que ostentan el verdadero poder se servirán de su mediocre intelecto para manipularlo y así seguir controlando el destino del país a beneficio de sus intereses inconfesables.
 
 
 
 
 
La mediocre inteligencia de nuestros representantes populares en el Senado y el Congreso de los Diputados ha quedado de manifiesto en el análisis y aprobación al “vapor” de las terroríficas reformas propuestas por el gobierno peñista. No hay una buena. Todas las reformas propuestas por Peña Nieto y avaladas por sus partidos satélites, PAN, PRD y PRI, son malas para los ciudadanos de a pie. Si la Reforma Energética es una tragedia para la nación, las otras no lo son menos.
 
La guinda del pastel de las contra reformas de Peña, es la llamada “Reforma Política”, un mamotreto esperpéntico lleno de despropósitos que nos colocan nuevamente dentro de la clasificación de República Bananera, si es que alguna vez habíamos estado fuera.
 
Los senadores aprobaron en lo oscurito y de madrugada, la reforma en materia político-electoral, un requisito exigido por el PAN a cambio de  apoyar la reforma energética impulsada por Peña Nieto para aprobarse antes del 15 de diciembre.
 
La reforma política es muy grave porque nos regresa al estado predemocrático. Una de las secciones más trascendentales es la electoral con la absurda idea de crear un Instituto Nacional Electoral (INE) que sustituya al IFE para organizar los comicios y suprimir así los 32 órganos locales que existen. Cambiar de nombre no cambiará la mañosa administración de los comicios.
 
El despropósito es tal, que con esta reforma se podrá anular una elección por “violaciones graves, dolosas y determinantes en los siguientes casos: a) Se exceda el gasto de campaña en un 5 por cieno b) Se adquiera cobertura informativa o tiempos de radio y tv; c) Se reciban o utilicen recursos de procedencia ilícita o recursos públicos en las campañas; siempre y cuando se acredite de manera objetiva y material la infracción”.
 
La reforma es la reina de la discrecionalidad. Será decisión de las personas a cargo decir cuales fueron las “violaciones determinantes” para anular una elección. La discrecionalidad apunta a que se determine que se rebasó el tope de gastos de campaña o compra de propaganda en medios de manera  “sistemática” y “determinante” para el resultado, una diferencia del primero y segundo lugar, menor al 5% de los votos.
 
Además, el INE pretenden dar los nombramientos de los consejeros de los institutos locales, nombramientos ahora a cargo de los congresos locales. El “dedazo” en su esplendor.
 
En un país con 75 millones de pobres, tener un INE que requiere más de 1,000 millones de pesos para cambiar de nombre es una exageración. Pensar en que hay que  sustituir las credenciales de elector con el logotipo y leyenda del IFE de 87 millones 908,107 personas afiliadas al padrón electoral, es tremendo, un trabajo que se prolongaría por años.
 
Lo peor de todo es que el número de consejeros del INE subiría de nueve a once. Funcionarios sin ninguna independencia que ganarán millonarios sueldos a cambio de la posibilidad de avalar nuevamente un hipotético fraude electoral, algo que los mexicanos ya hemos presenciado en varias ocasiones. El IFE está sumamente desprestigiado, pero es obvio que el INE lo estará más con estas atribuciones.
 
El resto de la reforma política no es mejor. Considera la reelección legislativa de diputados y senadores hasta por 12 años (hasta cuatro periodos para diputados a partir de 2015 y hasta dos para senadores a partir de 2018), algo que dependerá de las tribus partidistas, antes que de la decisión popular. Y lo que es peor el PAN se impuso para lograr introducir la reelección también de diputados locales y alcaldes.
 
Para consolidar el bipartidismo imperante en México durante décadas, se aprobó el aumento del 2% al 3% el porcentaje de votos para que un partido conserve su registro. Y dentro de las mayores simulaciones se incluyó la paridad entre hombres y mujeres para las candidaturas a la Cámara de Diputados y al Senado, algo que ya veremos si en la realidad se cumple o se utilizan subterfugios como el fenómeno de las llamadas “Juanitas”, un vicio tradicional de sus señorías.
 
Temas tan importantes como la regulación de la publicidad oficial, es decir, los millones de pesos que actualmente están gastando gobernadores y el presidente para autopromocionarse, se dejaron para leyes secundarias.
 
En fin, parece ser que la “profesión” de político está tan dañada que los ciudadanos más inteligentes deciden dedicarse a otra cosa porque la percepción de suciedad y corrupción no solo no cambia, sino que se incrementa. Las reformas de Peña Nieto que aterrorizan a la ciudadanía lo confirman de manera definitiva.
 
Como dijo hace unos días, el escritor Mario Vargas Llosa, la política esta tan desprestigiada que “ya no atrae a los mejores, la política atrae ahora a los mediocres”.
 
 
 

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