sábado, 14 de junio de 2014

Beatriz Pagés - México y Brasil: golear la pobreza

Las declaraciones del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva cayeron en la cancha del Mundial de Futbol y en el ríspido terreno del proceso electoral presidencial brasileño que se llevará a cabo en octubre, y en el que Dilma Rousseff, la discípula de Lula, pretende reelegirse.
 
Los comentaristas deportivos que ya estaban presentes en Sao Paulo para cubrir la Copa Mundial de la FIFA 2014 twitearon y retwitearon las palabras del exmandatario como si se tratara del partido México-Brasil, y aquí, en el país, políticos y periodistas se engancharon en una disputa que no sólo carece de sentido sino que contradice el espíritu de cooperación que México busca tener para recuperar liderazgo en la región latinoamericana.
 
En las palabras de Lula estuvo presente la desesperación que debe sentir al ver que el “sueño brasileño” por él construido durante su doble mandato se derrumba.
 
 
 
 
 
 
 
 
Pasar de un crecimiento del 7.5% cuando él era presidente a un 1.8% con Rousseff en 2014 no debe ser fácil de digerir. Sobre todo cuando los índices más altos de inflación —del 6.26%—, la baja productividad y la evidente disminución del poder adquisitivo han puesto a miles de brasileños en la calle para protestar contra la desigualdad y la pobreza crecientes.
 
La crisis social en Brasil tiene, sin embargo, algo de positivo. Ha puesto en evidencia el grado de concientización política y social a la que ha llegado el pueblo brasileño. Una sociedad que ya no quiere “pan y circo” sino derechos sociales. En concreto, trabajo y calidad de vida, lo que, evidentemente, no le va a dar ni una ni cien copas mundiales de futbol.
 
El artista brasileño Paulo Ito plasmó sobre las tablas de madera que hacen de barda en una escuela pobre de Sao Paulo, un mural que ha dado la vuelta al mundo por sintetizar lo que sucede en su país: un niño brasileño, semidesnudo, llora porque en el plato que tiene frente a él no hay comida sino un balón de futbol.
 
Esa imagen, convertida hoy en una especie de icono, muestra el profundo rechazo hacia lo que en otro momento se consideraba una religión: el futbol. Un fenómeno que tendrá que ser analizado por los gobiernos del mundo muy dados a recurrir a ese tipo de eventos deportivos para adormecer la conciencia ciudadana.
 
Además de una preocupación que es notoria, Lula puso al descubierto una realidad incuestionable: la pequeñez de la cobija de la inversión directa extranjera. Una cobija todavía muy corta que comparten Brasil, México, Chile, Argentina y Perú, principalmente. Aunque la disputa más importante se produce entre los dos primeras naciones.
 
En 2013, Brasil recibió en inversión directa extranjera 64 mil 46 millones de dólares y México 38 mil 286. Estas cifras y el intento de impedir que los capitales vuelen del país carioca a escenarios aztecas es lo que motivó el grito angustioso de Lula.
 
Las palabras de Lula no deben desatar una guerra de ataques entre México y Brasil. Por el contrario, ambos países comparten realidades y debilidades similares que los deberían animar a construir un pacto o alianza de cooperación para llevar a cabo cambios estructurales que pongan punto final a la desigualdad.
 
Sería memorable que después de haber dicho Lula lo que dijo y en el marco del partido México-Brasil, los gobiernos de ambos países suscribieran un pacto para golear la pobreza.
 
Lo que hoy se pelean México, Brasil y el resto de América Latina son las migajas que mandan las trasnacionales. Con cada país de la región se comparte un número de pobres en cantidades muy similares. Por eso, en este número de Siempre! nos hemos inspirado en la pintura de Paulo Ito para colocar frente al niño brasileño a uno mexicano. La pobreza los obliga a los dos a compartir una mesa escasa y a encontrar espacios de cooperación para construir un futuro mejor.
 
 
 
 
 

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