La inflación está controlada, el gasto público empieza a permear en forma lenta aún cuando extemporánea, la inversión extranjera fluye a nuestro país, el turismo observa un discreto crescendo, no existe fuga de capitales, las reformas estructurales parecen ser la gran panacea, la gran apuesta; ya no se encuentran por doquier cabezas de narcos decapitados, cuya presencia callejera invitaba a volver a analizar las ventajas de invertir en México. Si bien es cierto que algunos indicadores muestran señales esperanzadoras, los informes proporcionados por autoridades y analistas financieros anuncian el desplome de la actividad económica, una patética y no menos frustrante realidad que se comprueba con salir a la calle.
¿Y el “Mexican Moment”? ¿Y el “te lo firmo y te lo cumplo”? ¿Por qué se ha apagado el entusiasmo nacional? ¿Por qué priva ahora el desánimo y el desencanto? ¿Por qué un Jefe de Estado tan joven ha deprimido el carácter emprendedor de los mexicanos en lugar de ponernos a todos de pie y convertirnos en un ejército en marcha? ¿Por qué no se promueven políticas tributarias y financieras para hacernos más competitivos, ayudar a la creación de empleos y a la generación de riqueza para erradicar la miseria y el hambre, lacras imperdonables en un México posrevolucionario? ¿Por qué dañar la atmósfera de negocios en lugar de iniciar un círculo virtuoso de expansión empresarial orientado a fortalecer a la hacienda pública? ¿Por qué acusar como lavadores de dinero asimilándolos a narcotraficantes a quienes históricamente han satisfecho sus necesidades financieras con pesos mexicanos? ¿Para qué paralizar la economía al crear un terrorismo tributario y monetario al penalizar nuestro sistema de pagos?
Mientras las haciendas del mundo entero se orientan a los impuestos al consumo como el IVA, en México vamos en sentido contrario a las enseñanzas de la experiencia internacional al aumentar los gravámenes al ingreso de la clase media cautiva que sostiene pacientemente al país. En Alemania se exenta del pago del ISR a los trabajadores que tengan un segundo empleo; en Francia se practican recortes draconianos al gasto público, en tanto que la España en crisis eleva al 21 por ciento el IVA, reduce la tasa a los artículos de primera necesidad, disminuye al 25 por ciento el ISR a las empresas, incentiva la compra de vehículos, impulsa a la industria de la construcción para producir más acero, más vidrio, más aluminio, más pinturas, llantas, baterías, cables y tuberías; recorta las comisiones que pagan los comerciantes por el cobro con tarjetas, aumenta las líneas de crédito a las pequeñas y medianas empresas y evita la contratación de más deuda. ¿En Hong Kong y Singapur? También bajan los impuestos al ingreso.
En México al sacar $100 pesos del banco con tarjeta de crédito se cobra el 50 por ciento de comisión… En México se dispara la deuda pública… En México se castiga la compra de vehículos con depreciaciones absurdas… En México se lastima gravemente a la construcción desde que se le sustrae al Infonavit el 70 por ciento de sus recursos propiedad de los trabajadores para financiar indebidamente el seguro de desempleo con todo y sus complejidades administrativas.
¿Por qué los motores de la economía no encienden y México no despega? Por supuesto que se debe modificar la histórica estructura productiva, ni hablar, pero si el gobierno empieza por aumentar drásticamente los impuestos al ingreso y mutila la capacidad de consumo de la clase media, entonces no debemos preguntarnos por qué la araña no salta si ya se le arrancaron las patas… Sólo que si además de lo anterior todavía se impone una ley de lavado del dinero para poder perseguir penalmente a quien haga pagos en efectivo en cantidades superiores a los 80 mil pesos , entonces no debemos sorprendernos de que está política obtusa, que rompe con el histórico sistema nacional de pagos, produzca una parálisis económica.
En un país carcomido por la corrupción tanto en el sector público como en el privado, de ninguna manera se puede romper abruptamente con los usos y costumbres monetarios vigentes en las últimas centurias. El interminable catálogo de “actividades vulnerables” aterroriza a la población y la induce a abstenerse de consumir con todos los perjuicios para la actividad económica. Quien compre un vehículo en efectivo o una vivienda con valor superior a los 500 mil pesos o consuma en su tarjeta de crédito cantidades mayores a los 50 mil pesos o apueste más allá de determinadas cifras o adquiera joyas en numerario u otorgue créditos hipotecarios o de mutuo, o quien haga donativos a instituciones de beneficencia sin fines de lucro hasta ciertos límites, será reportado a la SHCP como evasor fiscal o presunto lavador de dinero, asimilado a los narcos, aun cuando en su vida jamás haya fumado ni siquiera un cigarrillo con filtro o sin él… ¿lo peor…? Quienes lavan dinero a gran escala, los capos, los gobernadores, los legisladores, quienes se mochan (que son casi todos) continuarán haciéndolo sin ver amenazada su libertad personal, pérdida de la que sí se duele la sociedad, la economía nacional y el prestigio presidencial. ¿Acaso los políticos corruptos van a dejar de enriquecerse por temor a la ley del lavado de dinero…? Jaaaa
Los contribuyentes se defienden al pagar sus consumos en efectivo sin recurrir a tarjetas de crédito de modo que el fisco no pueda reconstruir su ingreso a través del gasto, lo cual puede explicar también el disparo de circulante emitido por el Banco de México en el último trimestre. Dejarán de adquirir vehículos o inmuebles, se limitará el crecimiento de las empresas, se crearán menos empleos, se generarán menos utilidades, se pagarán menos impuestos, crecerá el endeudamiento público y se presionará más a Carstens para que emita más masa circulante y desquiciar la inflación. ¿Carstens será cómplice de Videgaray u otra víctima, como toda la nación? Ya lo vimos al reducir drásticamente al 3 por ciento la tasa de interés interbancaria con tal de impulsar el crecimiento económico. Si Carstens pudiera gritar…
Ni las reformas estructurales ni el multibillonario gasto público ni la contratación de deuda ni la reducción del 3 por ciento de la tasa de interés detonarán el crecimiento económico de México a los niveles programados mientras siga erosionada la confianza del consumidor y del contribuyente. Para crecer se requiere la renuncia inmediata de Videgaray; acto seguido, se debe reformar la ley del lavado de dinero, reducir los gravámenes al ingreso e imponer un IVA universalizado que proteja la canasta básica. A continuación se debe disminuir el gasto público burocrático y meter en cintura a la economía informal en lugar de premiarla con subsidios como la pensión para adultos mayores y el seguro del desempleo, una aberración en un país con el 60 por ciento de trabajadores informales.
Para acabar con la soberbia de Videgaray y ante la inutilidad de los discursos airados en contra de su gestión, el sector empresarial debe bajar las cortinas de sus negocios de la misma manera en que los contribuyentes cautivos les corresponde abstenerse de trabajar un día en el mes de julio para protestar contra la parálisis económica diseñada en Hacienda.
Como consecuencia de las elecciones intermedias del 2015 el congreso podría teñirse de azul si el PAN se compromete a derogar los impuestos “robados” por el PRI a la nación durante el gobierno peñista. ¿Sabrán los priístas que si hoy se llevaran a cabo dichas elecciones las perderían por más que intenten comprar al electorado con televisiones y otros chantajes clientelares y en ese caso no solo bye bye, Mexican Moment, sino bye bye gobierno de Peña Nieto y sus promesas frustradas?
Si, como se dice, nos fue muy mal cuando las finanzas se manejaban desde Los Pinos, ¿ahora sucede que Los Pinos se manejen desde las finanzas…? ¡Horror!
@fmartinmoreno
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