sábado, 14 de junio de 2014

Juan Villoro - Triunfa el Tricolor en Macondo

La Selección Mexicana jugó bajo una tormenta sin misericordia que parecía inventada por Gabriel García Márquez, y ante un cuerpo arbitral de tres colombianos dispuestos a que perdiéramos todas las batallas de la Guerra de los Mil Días. Durante poco más de 90 minutos, el estadio de Natal fue una sucursal de Macondo.

El Tri tuvo que sortear a Camerún, pero sobre todo al silbante Roldán y a su primer asistente, el inolvidable Clavijo, que invalidaron dos goles legítimos. En esa cancha sin ley, Giovani hubiera necesitado a los dos santos de su apellido para que acreditaran sus logros.







Camerún es una versión africana del caos que sólo se organiza para protestar contra su federación y armar aquelarres en el vestidor. En la cancha, los Leones Indomables se parecen a las fieras de los circos trashumantes que acaban siendo vendidas a precio de bicicleta y de las que alguna vez escribió el novelista Eliseo Alberto.


Samuel Eto’o, que ya transita por la parte más grave la treintena, mostró algunas pinceladas técnicas, pero no pudo salir del laberinto de la soledad al que lo confinó la defensa mexicana.
El gran mérito del Tri consistió en no perder la cabeza ante un árbitro que por suerte sólo maneja un silbato. Si fuera barbero, habría que cuidarse la yugular.

La maldición azteca de no vencer a un equipo africano en competencia oficial terminó al fin. Esto no nos libró de las zozobras que nos siguen provocando las jugadas a balón detenido. El Tri es una escuadra hiperventilada que se pone nerviosa en las pausas donde hay que estar quieto y cuando se vuelve posible la inquietante actividad de pensar un poco.

Ante los jueces colombianos, Oribe Peralta mostró que el otoño del patriarca puede ser deslumbrante. El tardío héroe de México, respondió a lo que se esperaba de él, empujando a las redes el tiro que el portero le desvió al insistente Giovani Dos Santos.

Hay Mundiales donde el primer partido tiene una condición neurótica absoluta y decide cómo se sufrirán los siguientes. Gracias al 1-0 ante Camerún, México se quitó de encima la presión de enfrentar a Brasil con déficit de puntos. La misión se cumplió sin brillo, pero con la satisfacción de vencer a la lluvia y a los enviados del infortunio.

Las huestes del “Piojo” Herrera podrán reposar mientras la patria celebra un fin de semana que comenzó a las 11 a.m. del viernes y durará hasta el martes en que Brasil ponga a prueba la mexicana alegría.

Al modo de personajes de Gabriel García Márquez, los árbitros colombianos, que acaso algún día de vientos confusos soñaron con la épica, abandonaron el campo como ladrones de gallinas.


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