sábado, 14 de junio de 2014

Porfirio Muñoz Ledo - Pulsión republicana

La inesperada noticia de la abdicación del Rey de España ante las evidentes flaquezas del régimen, marca el inicio de un nuevo ciclo vital en ese país. No es la consecuencia de una crisis política que divida a la nación, ni siquiera una secuela de problemas económicos acumulados ni de un hastío por los privilegios. Es todo ello y algo más: el principio del fin de un tiempo histórico.

Dentro de la tercera ola de democratizaciones se reconoce el caso de España como paradigmático, sin olvidar que la conversión de Portugal fue un año anterior. La dureza casi calcárea de la dictadura franquista y los odios levantados durante decenios contra el espíritu republicano hacían difícil una armonía tersa. Expertos eminentes reconocen que la expresión misma “transición democrática” fue un hallazgo conceptual para hacer convivir extremos irreconciliables. El funcionamiento de instituciones democráticas pactadas, aun con la carga anacrónica de la monarquía, hicieron olvidar los valores republicanos que representaban el más grande aporte español a la cultura política universal.








A efecto de encontrar una solución pragmática y satisfactoria para los actores en contienda hubieron de borrarse de la memoria, los principios por los que habían luchado generaciones de españoles. Con ellos, los enormes esfuerzos -aunque casi nunca victoriosos- de las modernizaciones españolas que dejaron una huella profunda con la Primera República de 1873.


Entonces el pueblo español inició un proceso por la supremacía democrática de las cortes respecto de una monarquía infructuosa. A pesar de la profunda huella constitucional y libertaria que dejaron los movimientos republicanos y la trascendencia histórica de la Constitución de Cádiz de 1812, prevalecieron los oropeles monárquicos en la parafernalia española.

México no ha sido ajeno a este proceso. Recordemos que nuestro país fue la sede territorial y moral de la Segunda República española y que difícilmente hubiese sido posible la edificación del régimen actual si nuestro país hubiese defendido, al menos, la parte de valores republicanos que le correspondía.

Recuerdo, en sentido opuesto, la erección del monumento a la memoria del General Lázaro Cárdenas en Madrid. La leyenda decía originalmente: “Al General Lázaro Cárdenas: el exilio republicano español en México”. Después de complejas negociaciones y a pesar de que el embajador de México en España era don Rodolfo González Guevara y el alcalde en Madrid don Enrique Tierno Galván, la decisión final fue suprimir la palabra “republicano”, con lo que el gesto de homenaje conservaba su sentido migratorio pero renunciaba a su significación ideológico.

Ante el “hecho sucesorio” del próximo 17 de junio que se impone a la realidad política española como último recurso del régimen monárquico, resulta imprescindible recordar aquel texto de Azaña en el que precisa que la República es mucho más que sustituir la forma monárquica por la republicana, pues de ésta deriva la expansión de mecanismos e instituciones representativas, cuyo soporte legítimo de poder es la soberanía popular.

Nadie desea el resurgimiento de las pasiones contradictorias que la transición logró mitigar; pero nadie podría ignorar que el periodo político que España ha vivido durante los últimos 30 años enfrenta hoy nuevos desafíos y exige distintas soluciones. La única solución en profundidad de los dramas históricos de España y el peldaño indispensable de una verdadera reconciliación es la consulta a la ciudadanía respecto a la naturaleza y objetivos últimos del régimen político de la nación.

Son muchos los pendientes económicos y autonómicos que el sistema actual ha dejado sin solución. Las crecientes protestas que exigen el fin de la monarquía y las corrientes parlamentarias y territoriales de raíz democrática expresan una decisión capital sobre la permanencia de una costosa y anacrónica monarquía constitucional y el levantamiento de la inmunidad que ha ocultado numerosas acusaciones sobre el uso de recursos públicos a favor de grupos e intereses privados. Este es un momento inescapable en la tradición democrática de la hispanidad. México no podría estar ausente del debate.


Leído en http://www.elmanana.com.mx/opinion/35699/Pulsion-republicana.HTML


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