Después del Segundo Informe de Gobierno, varios diarios y páginas de Internet publicaron en lugar destacado la fotografía donde aparece el presidente de la república flanqueado por Miguel Barbosa y Silvano Aureoles.
Varios columnistas la calificaron como una imagen histórica, inédita, nunca vista. Pero en la mayoría de los análisis el significado de la foto se quedó en el terreno de la apariencia. Es decir, no se remitió a su trasfondo.
Es cierto, ver a un presidente de la república priista acompañado por los dos perredistas que hoy ocupan la titularidad de la Mesa Directiva en Cámara de Diputados y Senadores es toda una novedad. Pero es una novedad que no es resultado de un acto espontáneo.
¿Quién se lleva el mérito? Sin duda, una parte de la izquierda, aunque sea todavía muy pequeña, que ha sabido evolucionar. El senador Barbosa es ejemplo de un pensamiento social despojado de dogmas y fanatismos. Barbosa ha sustituido la espada flamígera de la intransigencia mesiánica y destructiva, por la fuerza del argumento.
Pero hay algo más que lo retrata como un político sólido: su capacidad para eludir las redes con las que Andrés Manuel López Obrador suele atrapar, someter, manipular a los más débiles.
La fotografía del Segundo Informe habla entonces de una izquierda que piensa por sí sola, sin miedo a acordar con un jefe de Estado que pertenece a un partido distinto, y al que en determinados momentos hay que convencer para tomar otro tipo de decisiones.
Lo inédito de la imagen radica en que ni Vicente Fox ni Felipe Calderón tuvieron la capacidad política para incluir a la oposición. Ambos expresidentes se distinguieron por gobernar únicamente para los panistas y por excluir a todos aquéllos que no simpatizaran o formaran parte de Acción Nacional.
En la fotografía de marras, el mensaje principal coincide con el centro de la imagen. Entre Aureoles y Barbosa está Enrique Peña Nieto, un presidente que, a diferencia de sus antecesores, hace de la política un “ábrete sésamo”.
Pero más importante que la “instantánea” es lo que viene. Y lo que viene para la izquierda es un terremoto.
La presencia de Aureoles y Barbosa en la presidencia de ambas cámaras legislativas, más el muy posible arribo de Carlos Navarrete a la dirigencia nacional del PRD no es casual. Forma parte de un proyecto con miras a que ese órgano político se deshaga de lo que le estorba y se convierta en una fuerza más vanguardista.
El registro de Morena, como partido político, impone la construcción de una izquierda acorde con los retos que exige la globalidad en el siglo XXI. El gobierno mismo está ayudando a ello.
Todo eso puede verse en la imagen que más circuló después del Segundo Informe. Una fotografía donde, más que tres cuerpos o más que tres rostros, hay un andamiaje político.
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