sábado, 6 de septiembre de 2014

Jaime Sánchez Susarrey - Segundo Informe

No tendría por qué haber sido de otro modo. El Segundo Informe se centró en la descripción de las reformas que se gestaron a la sombra del Pacto por México. Después de un impasse de 15 años, que arrancó en 1997, el logro es indiscutible.

El otro eje fue la descripción de lo que sigue ahora: la puesta en marcha de las reformas, una vez aprobadas las legislaciones secundarias, y la enumeración de las obras públicas que serán emprendidas. Entre ellas destaca, obviamente, la construcción del aeropuerto de la Ciudad de México.

En ambas temáticas, Peña Nieto confrontó en forma implícita a las tres administraciones anteriores: la de Ernesto Zedillo, que no pudo sacar adelante la reforma energética; la de Fox, que falló en el aeropuerto y no avanzó un ápice en las reformas estructurales, y la de Felipe Calderón que hubo de conformarse con una victoria pírrica en lo referente a Pemex.









Imposible restarle méritos al presidente de la República. Sin su voluntad decidida y su capacidad negociadora la agenda de las reformas nunca hubiera salido adelante.

Pero también es cierto que no hay que saludar con sombrero ajeno. Zedillo no avanzó porque el PAN, en su momento, se lo impidió. Y a Fox y Calderón les ocurrió otro tanto, pero el valladar infranqueable fueron los priistas.

De ahí dos verdades elementales: a) sólo un presidente priista podía jalar a su partido a romper viejos tabús y adoptar los cambios; b) la profundidad y radicalidad de los mismos no fue obra de los priistas, sino de las condiciones impuestas por los panistas, particularmente en materia energética.

En el Segundo Informe hubo, sin embargo, dos grandes omisiones. La primera, y más evidente, fue el tema de la corrupción. El Presidente no explicó por qué su propuesta de una Comisión Nacional Anticorrupción no ha prosperado. Pero, sobre todo, no esbozó medidas e instituciones para enfrentar este problema.

Este silencio, lamentablemente, se corresponde con la visión que Peña Nieto externó, en la entrevista dirigida por el director del Fondo de Cultura Económica, en la que afirmó textualmente: "la corrupción es un cáncer social que no es exclusivo de México, lo es de todas las naciones".

Pues, sí. Pero no es lo mismo la gimnasia que la magnesia: los niveles de corrupción y cinismo que se han democratizado, y secretan pus en todos los ámbitos de gobierno, sitúan a México por debajo de Brasil, Perú, Uruguay y Colombia, para no mencionar el caso de Chile.

La otra gran omisión fue no referirse al estancamiento económico que ha vivido el país en estos 21 meses y, mucho menos, vincularlo con la mal llamada reforma fiscal.

Antes al contrario, Peña Nieto ponderó que los ingresos tributarios se hayan incrementado este año en 10.7 por ciento respecto de 2013. Y añadió un reconocimiento a los contribuyentes, que aderezó del compromiso del Estado de invertir con honestidad y transparencia.

Pero dicho compromiso suena a palabrería hueca, repetida por gobiernos de todos los colores, porque no se acompaña de instrumentos para abatir la impunidad. Más aún, cuando se sabe que el Estado apenas tiene la capacidad de auditar el 1 por ciento de los 4 y medio billones del presupuesto.

Vuelvo a la reforma fiscal y las cifras. El Presidente afirmó que este año la inversión física se incrementó en 28.9 por ciento contra 1.8 por ciento en gastos de operación (burocracia). Pero si estos números son ciertos, la pregunta elemental es por qué la economía no está creciendo.

Parte importante de la respuesta está en que "la reforma fiscal" y el Servicio de Administración Tributaria golpearon tanto a la inversión como al consumo, lo que ha tenido un efecto recesivo. De manera tal, que tenemos una Hacienda Pública rica, pero empresas y hogares con menos recursos.

Una de las mejores maneras de ilustrar este despropósito es la abolición del Régimen de Pequeños Contribuyentes y su reemplazo por el Régimen de Incorporación Fiscal, que obliga a los pequeños y microempresarios a llevar una contabilidad compleja.

El Presidente se refirió a esta estrategia como algo innovador. Pero lo que la alta burocracia desestima es que el 95 por ciento del empleo en México lo generan medianas, pequeñas y microempresas, que la ofensiva fiscal está ahogando o simplemente llevando al cierre.

De ahí que el compromiso reiterado por el jefe del Ejecutivo de no proponer en el futuro nuevos impuestos, ni aumentar los ya existentes, sea insuficiente.

Concluyo: para rectificar, hay que reconocer que algo funciona mal. No fue el caso del Segundo Informe.


@sanchezsusarrey



Leído en Reforma.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.