lunes, 3 de septiembre de 2012

Ezna Shabot - Último informe

Ezna Shabot
Desde que en 2006 Vicente Fox no pudo ingresar al recinto de San Lázaro para presentar su último informe, el Congreso ha estado vetado para el presidente de la República. La negativa perredista de recibir al primer mandatario en cualquier formato que se proponga, ha establecido una realidad en la cual no existe diálogo directo entre Ejecutivo y Legislativo. De la fiesta del presidente, pasamos al golpeteo del mismo, para luego clausurar la tribuna al jefe del Ejecutivo federal, en un lamentable espectáculo de sometimiento de las mayorías al dictado de una minoría intolerante. 

Esta realidad amenaza con repetirse una vez validada la elección presidencial por el Trife, en la medida en que López Obrador y sus allegados seguirán impugnando la legitimidad de Peña Nieto como presidente electo y mantendrán el veto efectivo a toda presencia del mandatario ante el Congreso. El colmo del chantaje llegó a su expresión legal en el momento en que se modificó la Constitución para que la toma de posesión del presidente pudiese realizarse en recintos alternos, y así evitar tener que introducir al mandatario electo por la puerta de atrás del Congreso y de esta forma juramentar su cargo. 



La incapacidad de enfrentar a los violentos derivó en la realización de informes presidenciales alternativos, llevados a cabo en Palacio Nacional con la presencia incluso de algunos representantes del Legislativo, en función de su cercanía con el Ejecutivo. Por supuesto, estos eventos terminaron siendo el relato de los logros de la administración Calderón, sin el equilibrio que requeriría al menos la expresión de una oposición capaz de dialogar y cuestionar las políticas públicas de manera civilizada y sin llegar a los extremos de la violencia verbal o física, ni tampoco la alabanza servil que genera desconfianza e incredulidad. El último informe del sexenio de Felipe Calderón, que se llevará a cabo hoy, entra en esta dinámica de complacencia y crítica que sólo el Presidente está en posibilidad de imprimirle a su discurso de despedida. Fueron seis años los que la legitimidad de la elección fue cuestionada por la oposición de izquierda, y la posibilidad de una alianza mayor con el PRI se canceló una y otra vez por el constante cálculo político de los tricolores, quienes si bien no sabotearon el quehacer cotidiano del gobierno panista, jamás estuvieron dispuestos a apoyar reformas de gran calado que pudiesen haber representado éxitos de gobierno capitalizables en procesos electorales. 

A esto hay que añadirle la enorme incapacidad de los operadores políticos del panismo, quienes por su falta de experiencia y habilidad no lograron descifrar nunca el acertijo priísta en turno, además de carecer de la unidad necesaria para ejercer el poder. El pleito interno entre los jóvenes funcionarios del primer círculo del Presidente y los otros que infructuosamente intentaron acercarse a la figura presidencial, hicieron imposible la formación de un grupo compacto capaz de responder efectivamente a los grandes desafíos políticos que las reformas estructurales implicaban. 

Frente a la disyuntiva de lealtad o eficiencia, Calderón se inclinó siempre por la primera, ante el temor permanente de verse traicionado por aliados que, ofreciéndole soluciones arriesgadas y complejas, no poseían el carácter de incondicionalidad que los amigos garantizaban. Pero amigos sin conocimientos, habilidad y carentes de la honestidad para reconocer limitaciones, dañan a los políticos más que sus propios enemigos. 

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/ultimo-informe1

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