lunes, 3 de septiembre de 2012

Sergio Sarmiento . El relegítimo

Sergio Sarmiento 
De poco sirvió que apenas el 28 de junio, tres días antes de la elección, Andrés Manuel López Obrador haya firmado en el IFE un pacto de civilidad con el resto de los candidatos a la Presidencia en el que se comprometía a respetar las decisiones del IFE y del Tribunal Electoral. Si bien virtualmente todas las acciones y circunstancias que posteriormente usaría como pretexto para cuestionar la elección ya habían tenido lugar, el candidato estaba todavía instalado en la República Amorosa y buscaba mandar a los electores el mensaje de que ya no era el político que mandó al diablo a las instituciones en 2006. 
Después vino la impugnación que se desarrolló de conformidad con la ley. Al final, como se esperaba, pocos pensábamos que López Obrador terminaría por aceptar el resultado. El tabasqueño nunca ha reconocido una derrota electoral. 





Lo que a mí me sorprendió en las últimas semanas fue la banalidad de las pruebas que presentaba: Camisetas, tasas, chivos, gallinas, tarjetas de Soriana para miembros de la CTM, tarjetas de Monex a nombre de representantes del PRI. 

Cuestionó la elección federal, pero no todas las demás en que la izquierda tuvo buenos resultados. ¿Realmente algún magistrado podría aceptar éstas como pruebas de la modificación de cinco millones de votos? El magistrado Salvador Nava, uno de los ponentes, sin embargo, se refirió este jueves 30 de agosto a los argumentos del Movimiento Progresista como “vagos, generales e imprecisos”. La votación final de los siete magistrados fue unánime a favor de la validez de la elección. 

La República Amorosa ha terminado. Andrés Manuel López Obrador rechazó este viernes 31 de agosto el fallo del Tribunal Electoral. “Las elecciones no fueron limpias, ni libres, ni auténticas…. Aunque nos sigan atacando de malos perdedores, locos, mesiánicos, necios, enfermos de poder, y otras lindezas, preferimos esos insultos a convalidar un triunfo corrupto y de complicidades que está destruyendo a México”. Andrés Manuel hizo, de hecho, un llamado a “la desobediencia civil”, que “es un honroso deber cuando se aplica a los ladrones de la esperanza y la debilidad del pueblo”. 

Parecería muy fácil decir que no importa, pero sería mentira. Las impugnaciones de López Obrador le han causado ya un daño profundo a la democracia mexicana.

Sirvieron en el 2007 para desmantelar un IFE ciudadano por haber cumplido con su trabajo. Hoy sirven para descalificar a los nuevos consejeros del IFE y a los magistrados del Tribunal. López Obrador es en buena medida responsable de que se mantenga una incredulidad de entre 30 y 50 por ciento de los mexicanos hacia un sistema electoral que es uno de los más transparentes y garantistas del mundo. 

Nadie puede dudar del carisma personal y la fuerza política de López Obrador.

Que un político haya conseguido 15.8 millones de votos apenas seis años después de la toma del Paseo de la Reforma es sorprendente. Sus convocatorias siguen llenando las plazas y las calles, principalmente de la ciudad de México, pero también de otras localidades del país. 

Hubiera sido maravilloso que Andrés Manuel utilizara este capital político para impulsar un verdadero programa de izquierda para el país. Pero está prefiriendo convertirse nuevamente en “presidente legítimo” de México, el político que ganaría todas las elecciones si no hubiera una conspiración de empresarios, dueños de medios, políticos, funcionarios del IFE, magistrados y ciudadanos empeñados en impedirle cumplir su sueño de llegar a la Presidencia. 

LISONJEROS
Los legisladores que expulsaron al presidente del Congreso los 1º de septiembre pensaron que le ganaban una batalla. Lejos de eso. Hoy nadie presta atención al inicio de la legislatura y el presidente ofrecerá hoy un mensaje ante una concurrencia tan lisonjera como la que tenían los viejos presidentes del PRI. 
Twitter: @sergiosarmient4

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-relegitimo

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