Escribió ayer Federico Arreola en SDPnoticias, a propósito de mi texto “Tiro por viaje: Andrés Manuel es un cobarde”, que me equivoco al calificar así a López Obrador. Afirma, por el contrario, que “si hay alguien valiente en México es Andrés Manuel, no solo por haberse atrevido, desde hace más de 20 años, a retar al sistema político, sino porque ha sabido superar no pocas derrotas”.
Federico puede tener razón, al menos en lo general. Y acepto que dudé en usar la palabra cobarde.
Entiendo la diatriba de López Obrador y los suyos contra nosotros como una parte no grata del oficio. Punto. Pero aventarle una asamblea a un reportero, me parece un acto pusilánime, cobarde. Fue lo que hizo Andrés Manuel el jueves.
Por eso lo llamé cobarde. Y lo haré cada que arremeta contra nuestros compañeros de campo, especialmente cuando lo haga en “su” campo, flanqueado por “su” gente. Con todas las ventajas. Sin el menor riesgo. Cobardemente.
Federico escribe, asimismo, de una obsesión mía con López Obrador. Recuerdo que cuando trabajábamos juntos criticábamos a quienes se ponían a hacer psicoanálisis al vuelo. Por ejemplo, calificar de loco a algún personaje público.
Cobarde o valiente, López Obrador es un hombre muy poderoso. Tuvo 15 millones de almas apuntalando hace seis años y 16 millones hace apenas tres meses.
No son obsesiones personales, son los personajes del poder sobre los que hablamos, escribimos, disertamos. Antes fueron Salinas, el padre Maciel, Fox… Hoy son Andrés Manuel, los muertos de la “guerra de Calderón, la generación del fracaso…
Son las fichas que nos van tocando en nuestro dominó periodístico.
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