miércoles, 24 de octubre de 2012

Macario Schettino - Enfermedad de los costos


Hace ya casi medio siglo, dos Guillermos, Baumol y Bowen, publicaron un artículo académico en donde plantearon lo que ahora se conoce como “enfermedad de los costos” en economía. Es un tema de la mayor importancia que, desafortunadamente, no recibe la atención que merece 
Hace justo un mes se publicó un libro por un grupo de autores encabezado por William Baumol: “The cost disease, o why computers get cheaper and Health Care doesn’t”, o en español: La enfermedad de los costos, o porqué las computadoras son más baratas y los servicios de salud no. El libro fue publicado por la editorial de la Universidad de Yale y está disponible en versión electrónica, que es lo que me permite leerlo y comentarlo con usted. 




El tema es de la mayor importancia, le decía, precisamente por las grandes discusiones que hay hoy en el mundo entero alrededor de lo que hace el gobierno y de cómo financiarlo. Permítame primero exponer lo que Baumol llama “enfermedad de los costos”. Existen algunas cosas que, para producirse, requieren mucha intervención humana. Otras, en cambio, la requieren menos. Más importante aún, estas últimas pueden requerir cada vez menos intervención humana. Por ejemplo, la producción de artefactos, en particular electrónicos, puede hacerse con cada vez menos utilización de seres humanos. Si quiere usted medirlo de otra forma: una unidad del bien producido requiere muy poco trabajo. En cambio, hay otras cosas que sí necesitan mucha intervención de seres humanos, y esa intervención no puede reducirse. 
La enfermedad de los costos es resultado de esa diferencia entre las dos formas de producir. Mientras una de ellas va reduciendo sus costos, porque requiere menos mano de obra, la otra va incrementando sus costos, porque no puede reducir su consumo de trabajo. 
Veámoslo de esta manera: imagine que para producir un auto se requieren 20 horas de trabajo, además de todos los demás insumos, mientras que para tocar un concierto de Beethoven se requiere sólo una hora de trabajo. Sin embargo, la producción del auto es cada vez más eficiente en términos de mano de obra, y digamos que cada año requiere 5 por ciento menos trabajo. Hagamos caso omiso del resto de insumos. En cambio, el concierto de Beethoven siempre va a necesitar la misma hora de trabajo. Pasados 10 años, el auto requiere sólo 12 horas de trabajo, el concierto una. Esto significa que si antes el auto valía 20 veces el concierto, ahora vale 12. O visto al revés, si el concierto valía 5 por ciento de un auto, ahora vale casi 9 por ciento. Si dejamos pasar 50 años, el auto va a requerir 1.5 horas, y el concierto la misma hora de trabajo. Ahora un auto casi vale lo mismo que un concierto. O visto al revés, el concierto pasó de costar 5 por ciento de un auto a costar 66 por ciento. 
Bueno, si consideramos que han pasado casi 50 años de la publicación original de esta idea, el ejemplo no parece muy absurdo. Es más, precisamente en ese período ha ocurrido que los autos han bajado de precio muy significativamente, comparado con otro tipo de actividades que no pueden ser muy “productivas” en términos de mano de obra: las artes, como en el ejemplo, pero también la educación, la salud, y la seguridad. 
En breve: debido a la dificultad de reducir significativamente el uso de mano de obra, ciertas actividades van a ser paulatinamente más costosas conforme las otras actividades se hacen más productivas. Es decir, los grandes avances en productividad en la industria implican, necesariamente, la elevación (relativa) de costos en ciertos servicios, especialmente los mencionados. 
Pero esos servicios, y aquí viene la parte complicada, son los que creemos que todos deberían gozar, y se los hemos achacado al gobierno, así nomás. Entonces el gobierno tiene que dar educación, salud y seguridad pública, que van a subir de precio continuamente. Y si le suma usted pensiones, considerando la extensión en la vida humana, pues el asunto se pone peor. 
Ésa es precisamente la razón de que el Estado de Bienestar tenga problemas. Más allá de si usted cree que esos servicios deben existir para todos o no, lo que es un hecho es que van a ser más costosos conforme pasa el tiempo, relativo a los demás bienes de la economía. Así pues, lo que Baumol argumenta es que el alza continua de precios en los servicios de salud y de educación no es porque los médicos, las aseguradoras, o las universidades, sean nidos de avariciosos, sino por el mecanismo que hemos comentado. 
Pero como eso no es fácil de entender, entonces todo mundo cree que hay fraude o dispendio o codicia en esos servicios, y el gobierno trata de reducir los costos a como dé lugar. El resultado es un deterioro de la calidad en educación, salud y seguridad pública que, además, ni siquiera reduce los costos. Es decir que esos servicios van a ser más caros, y no hay nada que se pueda hacer para evitarlo. Al revés, lo que tenemos que hacer es entender que vamos a dedicar mucho más dinero en el futuro a la salud y la educación de lo que hoy gastamos. 
¿Le suena absurdo? No lo es. Hace doscientos años, cerca del 70 por ciento del gasto de una persona en Europa o Estados Unidos se dedicaba a alimento y energía (esencialmente para combatir el frío). Hoy, ronda el 30 por ciento. En doscientos años, el avance tecnológico ha liberado 40 por ciento del gasto de las personas, que ahora se usa en otras cosas. Crecientemente, en educación y en salud, por ejemplo. Lo mismo va a pasar en este siglo. 
Entonces, lo que tenemos que entender es que los servicios de educación, salud, seguridad pública, arte, y todos aquellos que requieren una cantidad casi constante de trabajo, van a ser relativamente más caros en el futuro. Tanto como para llevarse la mitad del gasto de una persona dentro de medio siglo. Visto eso, ¿cómo distribuimos la dotación de esos servicios a la población? ¿Cuánto de ellos debe hacerlo el gobierno y cuánto la iniciativa privada? ¿es preferible servicio directo del gobierno o que el gobierno transfiera recursos y sea la iniciativa privada la que brinda los servicios? Hay mucho que discutir, pero el punto de partida no lo podemos perder de vista: hay una enfermedad de costos que hará todo esto más caro. ¿Ve por qué insisto tanto en que el mundo está cambiando y no lo entendemos?


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