La reforma laboral ha concentrado, en las últimas semanas, la atención de una gran parte de la sociedad mexicana debido al debate que se ha generado en torno a dos propuestas hechas por el presidente Calderón en la iniciativa de reforma a la Ley Federal del Trabajo.
La primera, que propone la transparencia en el manejo de recursos ejercidos por parte de las organizaciones sindicales, que provienen de las cuotas que cada trabajador aporta; y la segunda, que busca la democratización sindical para que cada trabajador elija libre y secretamente a sus representantes.
Unos apoyamos estos cambios porque sabemos que se traducirán en beneficio para los trabajadores y, consecuentemente, para sus familias y para el país. Los que están en contra argumentan que estas reformas anularían la autonomía sindical.
En este caso, como en otros, una forma de saber qué es lo mejor para México es revisar la situación actual en la vida sindical de nuestro país y los beneficios que se obtendrían con los cambios propuestos. Estoy cierto que todo esfuerzo de transparencia en el servicio público beneficia a toda la sociedad.
Hay motivos de fondo para renovar y actualizar el marco legal en materia laboral. En lo económico priva la desigualdad: el trabajador ordinario viaja en transporte público, mientras que algunos de sus líderes lo hacen en transportes de lujo, por aire, mar o tierra; los primeros viven en colonias populares y los segundos en zonas residenciales y así podemos continuar con las diferencias entre líderes sindicales y trabajadores que, además de numerosas, incluso son escandalosas.
De aprobarse la transparencia y rendición de cuentas en los sindicatos se permitiría que el trabajador conozca, a detalle, con claridad y de manera periódica, el uso y destino de sus aportaciones, lo cual sería una verdadera conquista, ya que recobraría su derecho a decidir sobre el manejo del patrimonio sindical en beneficio de todos sus agremiados.
Concretar la transparencia sindical se convertiría inmediatamente en un importante igualador social. De ser así, resulta obvio quiénes pierden con esta reforma.
En lo que respecta al tema político, la vida sindical en nuestro país se ha caracterizado por ser un enigma para propios y extraños. El control de los líderes sindicales sobre sus agremiados es implacable.
Por ello, contar con el derecho a elegir de manera libre, democrática y secreta a sus dirigentes, permitirá a cualquier trabajador —un trabajador es igual a un voto— decidir e incidir en la vida interna de su organización, lo cual constituiría no sólo su emancipación de los líderes, sino también la revitalización de la vida sindical en sintonía con las necesidades de sus agremiados. Resulta ocioso señalar quiénes son los que pierden con la aprobación de esta reforma.
México requiere un sindicalismo acorde con la vida democrática del país y que acompañe a la sociedad en su proceso de desarrollo. La idea de sindicatos transparentes no está peleada con la idea de sindicatos fuertes, siempre que los esfuerzos de dichas organizaciones estén encaminados a defender los derechos de sus trabajadores, para elevar la productividad y mejorar el desarrollo de nuestro país. Veo con ánimo que la existencia de sindicatos democráticos contribuirá al fortalecimiento del tejido social y laboral, al mismo tiempo que impulsará la competitividad y el crecimiento económico.
Postergar de nuevo estos cambios será contrario al proceso de transformación democrática que ha experimentado nuestro país. Así, la reforma laboral que apruebe el Congreso de la Unión nos permitirá identificar con precisión quiénes están en favor del México moderno que todos queremos y quiénes dan la bienvenida a los nuevos viejos tiempos. Es la hora de las definiciones.
José González Morfín
@jglezmorfin
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/transparenciasindicalquienpierdeyquiengana-1402511-columna.html
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