lunes, 8 de octubre de 2012

Inner, El Pendejo - Carta de adiós a un hermano

Navegando por la red me tope con este texto que me llamo la atención. Me dio la impresión de ser una carta escrita como catarsis, como purga anímica, para cerrar un circulo inconcluso con un ser querido ausente y lograr liberarse, sea verdadera o no,  no creo que tenga importancia, la carta tiene valor por si misma, tenga o no tenga un destinatario y un remitente especifico, porque el verdadero destinatario-remitente  es el lector, es ahí donde radica su intención liberadora.  Se las comparto.



April 6, 2010 – 1:29 am

Mi querido hermano, mi hermano del alma. Estoy bien, aunque un poco jodido por como ha ocurrido todo: la mala fortuna, los mazazos inesperados, los fatales errores. Ha sido un mal sueño acabado en pesadilla: desde que te detectaron un simple adenoma en la hipófisis, hace ya como cuatro años, hasta el día de tu muerte, tras ser ingresado en la UVI en estado terminal cuando, en principio, estabas en el hospital solo para curarte una de tantas neumonias.




Cuando me dieron la noticia, baje hasta el pueblo descompuesto. Creí que me iba venir abajo al encontrarme con mamá, pero no fue así. Al verla llorando junto a tu ataúd se me quito todo y no derrame ni una sola lagrima durante los dos días de duelo. Si alguien se me acercaba compungido a darme el pésame, lo reconfortaba. Si me preguntaban que tal estaba, decía que muy bien. Si me preguntaban que tal habías sobrellevado la enfermedad, contestaba: “Como si estuviera mas sano que tu y que yo”. Y no mentía, ¿verdad?

Eso si, en la mañana del tercer día, después de que te metieran en la incineradora, al salir del tanatorio vi el humo de tu cremación saliendo por la chimenea del edificio. Entonces se me saltaron las lagrimas. No lo pude evitar.

Ester, tu mujer, se llevo la urna con tus cenizas a casa, y a mama le dieron otra mas pequeñita que ha puesto en el salón. Al día siguiente, Ester le explico a tu hija que te habías ido para siempre y que cuando te echara de menos podía abrazarse a tu urna: así hizo, y después te fabrico un altar con folios pintados de colores. Esta hecha un encanto.

A tu velatorio acudió muchísima gente. Algunos se sorprendieron de la multitud que se había congregado frente a tu casa para darte el ultimo adiós. A mi, no. A mi, que ya desde crío tenia que soportar que nuestro dormitorio pareciera una consulta de tantos amigos que tenias y tantas visitas que llegaban a todas horas, no me sorprendió para nada. Yo sabia bien de tu popularidad e hipersociabilidad; sabia que tu teléfono era un sin cesar de gente llamándote para buscar consejo, consultarte alguna duda o pedirte algún favor: siempre entregado a los demás, incansablemente. De hecho, esperaba a mas gente aun y supongo que algún que otro cabrón al que alguna vez le hiciste un gran favor no se digno a aparecer por allí. En cualquier caso, estuvo prácticamente toda la familia, todos tus amigos y todos los amigos de la familia. Ninguna ausencia significativa.

En la iglesia, cuando el cura termino la misa, tus mejores amigos formaron un gran circulo alrededor de tu ataúd, cogidos de las manos, mientras uno de ellos leía desde el atril uno de tus textos favoritos. Fue muy emotivo.

Sandra, nuestra hermana, se tatuó tu nombre en el brazo a los pocos días de tu ida. Con ella, tu mujer y su sobrina, ya son tres las féminas que llevan tu nombre grabado en la piel. ¡No te quejaras, eh!

Mi querido hermano, mi hermano del alma. Quiero pedirte perdón por haber rehuido de ti algunas veces. Te volvías pesado, muy pesado, cuando pretendías guiarme en la vida. Habías asumido el papel de padre de todos los hermanos ya desde que eramos niños, y yo con papa y mama tenia mas que de sobra en ese aspecto. Así que a veces te evitaba porque me agobiabas. Porque en el fondo yo era tan terco, orgulloso e independiente como tu; pero a mi manera: mas callado y menos rebelde. Quiero pedirte perdón por haberte esquivado cuando me recordabas mis obligaciones con la familia y, sin embargo, no haber dudado un instante en llamarte cuando necesitaba ayuda o favores por cualquier motivo. Fui a veces ingrato y muy egoísta, lo reconozco.

Quiero que sepas, no obstante, que casi todo lo que he hecho durante este ultimo año lo he hecho para contentarte. Exactamente desde que hace un año y pico supimos que tu problema no solo estaba en la hipófisis, sino que ademas tenias un cáncer de timo que se te estaba comiendo las entrañas y buscándote las glándulas del cuerpo para extenderse.

Me puse en el peor de los casos y empece a despedirme de ti. Por eso publique mi libro deprisa y corriendo, aun cuando faltaba por terminar e incluir el relato mas importante, solo para que lo tuvieras en tu estantería, dedicado a ti.

Por eso en julio me fui a Barcelona contigo, a ver a U2, sin pensármelo dos veces. Te dije que no tenia muchas ganas de ir pero que iba a hacerlo para que Maria, mi ex, dejara de recriminarme el que nunca la llevara a ninguna parte. Mentira. Fui porque no sabia si iba a tener otra oportunidad de pegarme un viaje contigo. Y no debía de haberlo hecho, ya que había previsto entregar mi Proyecto Fin de Carrera en septiembre y al irme una semana perdí tutorias que me eran imprescindibles, gaste un dinero que necesitaba para otras cosas, y prescindí de un tiempo de trabajo que después eche de menos.

Da igual, fui para estar contigo. Todavía guardo en mi móvil el mensaje que me mandaste en mitad del concierto, desde la otra punta del Camp Nou, mientras Bono cantaba y se balanceaba agarrado al micrófono colgante como un puto mono de feria.

Después, en agosto y septiembre, las pase putas, muy putas, para acabar el proyecto a tiempo. A veces me planteaba entregarlo al año siguiente, mas tranquilamente, pero me torturaba la idea de que durante aquellos meses de retraso a ti te pasara algo y te fueras sin ver a tu hermano convertido en todo un Ingeniero de Caminos. Por eso iba a toda pastilla, sin descanso, trabajando de 16 a 18 horas diarias. Quería darte una alegría y -por supuesto- que dejaras de darme el coñazo con el tema de la carrera.

Y entonces fue cuando, a tres días de entregar el proyecto, me llamaste para contarme que te habían detectado metástasis en el cerebro y que aquello no tenia cura. Perdí los nervios. “¡Deja ya de jugar a la ruleta rusa!”, te grite, “¡Te estas jugando la vida y no te enteras!”. Una autentica gilipollez por mi parte de la que me arrepentí segundos después. Lo siento. Supongo que estaba resentido contigo porque en su día, cuando supuestamente solo tenias tumores benignos en la hipófisis, no aceptaste la ayuda de Alberto, nuestro hermano, que te ofreció dinero para que fueras a otra parte a hacerte otras pruebas. El, y otros en la familia, ya habían empezado a desconfiar del diagnostico de los médicos, que no conseguían atajar tus desajustes hormonales ni librarte del síndrome de Cushing. Aquello te podría haber salvado la vida: podrian haberte detectado el cáncer de timo a tiempo y entonces aun estarías entre nosotros. Obviamente ya era tarde, demasiado tarde, para reprocharte nada; así que ese día me jure no volver a recriminarte nada, absolutamente nada: ni de lo que habías hecho ni de lo que habrías de hacer después.

Por eso recientemente te defendí cuando en la familia se lamentaron con amargura de que te fueras comiendo las neumonias una detrás de otra por no cuidarte convenientemente después de las sesiones de quimioterapia, cuando andabas con las defensas por los suelos. Volvías del hospital, tras una operación o una sesión de quimio, y te faltaba tiempo para salir a la puta calle, como si no tuvieras nada, para visitar a tus amigos y tranquilizar a todo el que se preocupaba por ti. Porque tu siempre estabas bien, así te rajaran las entrañas veinte veces y te las volvieran a coser otras tantas. Bueno, eran tus últimos meses de vida y tenias derecho a vivirlos como te saliera de las pelotas. Ademas, ¿quien iba a cambiarte? Ni el cáncer ni nadie, por supuesto.

Se lamentaban de que no te hubieras cuidado mejor para haber vivido mas. ¿Mas para que? ¿Para terminar agonizando en vida? ¿Para consumirte lentamente? Tu no te merecías eso -no te merecías nada de lo que te ha ocurrido pero muchísimo menos eso-, así que aunque tu muerte me haya pillado con algunas deudas que saldar contigo, me alegra que te hayas ido ya. Porque nadie, menos aun tu mismo, habría soportado verte postrado en un infierno de morfina y lamentos. Te fuiste de improviso una noche, con la metástasis comiéndote ya los pulmones, y el día antes, a esas mismas horas, estabas en la cama, bromeando y zampandote como un glotón la asquerosa comida que sirven en el hospital. No podía ser de otra manera tratándose de ti.

Para terminar, quiero que sepas algo que seguramente te desagrade escuchar: estos últimos meses han sido los peores de mi vida. Ha sido horrible, asquerosamente horrible, tener que hablar contigo sobre tus esperanzas de vida, o sobre la evolución de tu enfermedad, como el que hablaba de fútbol o de mujeres. Horrible, fingir que me tomaba el asunto con la misma naturalidad que tu demostrabas. Horrible, simular que tu estado no me afectaba para no hacerte sentir mal. Y es que yo nunca tuve tu fortaleza, lo sabes bien. En cualquier caso, lo he hecho lo mejor que he podido.

Mi querido hermano, mi hermano del alma. No sabes cuanto me ha costado escribir estas lineas, pero ya esta hecho. Para decirte algunas cosas que no te pude decir en vida. Y para que el mundo sepa de tu existencia, para perpetuar tu memoria mas allá del espacio que pisaste, para que quien quiera escuchar sepa que se puede sobrellevar un cáncer con la cabeza bien alta, aun cuando la parca te aceche sigilosamente, trampeando el camino y lanzándote zarpazos mortales por la espalda, siempre a traición. Has demostrado que llevabas en las venas toda la casta de los “chatos” y que te sobraba animo y entereza para regalar incluso en las peores circunstancias. ¡Chapeau! Siempre me sentí muy orgulloso de ti. Ahora, muchísimo mas.

Gracias por todo. Por servirme de ejemplo para tantas cosas. Por todo lo que te has ocupado y preocupado por mi. Por todo lo que me has dado, por todas las veces que me has empujado hacia adelante, y por todo lo que me has enseñado… aunque tu ultima lección no sea fácil de asimilar: que la vida es un puto mojón de mierda que uno tiene que tragarse como buenamente pueda.

Me queda el consuelo de haber visto destellos de eternidad cuando te levantabas todos los días dispuesto a vivir como si te aguardaran mil años de existencia. Porque la inmortalidad eras tu cuando estabas vivo.

Tu luz brillara en la retina de todos los que te conocieron.

Un fuerte abrazo dondequiera que estés.

Adiós.

Leído en: http://blog.innerpendejo.net/2010/04/carta-de-adios-a-un-hermano.html

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