miércoles, 3 de octubre de 2012

Rafael Lore de Mola - Del último legado

Rafael Loret de Mola
Calderón entró a Los Pinos por la puerta falsa de la ilegitimidad y pretende irse por la de atrás, la que va en sentido contrario a la historia del país, con un legado vergonzoso: la iniciativa de ley laboral –ya estudiada por este columnista-, que priva a los trabajadores de derechos esenciales bajo el pretexto de que es menester hacer más competitivos los productos mexicanos en el exterior conociendo los vaivenes y riesgos de la permanente especulación internacional. Palabras más o menos, estorban los “privilegios” que daban al trabajador, de acuerdo a la vanguardista Constitución de 1917, ciertos privilegios para intentar con ello paliar las enormes diferencias de clase entre quienes laboran y aquellos que acumulan capitales; y tal fue, y lo sigue siendo sin duda, uno de los elementos que explican, en un país tan dispar como el nuestro, la estabilidad política. 




Algunos consideran que esto debe englobarse en el oficioso “paternalismo” electorero con el que se gobernó a México, todavía seguimos igual, basándose en la ignorancia de las mayorías y su pobreza para ofertar su propia voluntad en aras de algunas migajas. No es así. La Ley Federal del Trabajo, fundamentada en el artículo 123 de la Carta Magna, fue histórico porque hasta hoy funciona a pesar de las constantes quejas del sector empresarial sobre los blindajes a los obreros y las seguridades que se les otorgan para sobrevivir ante los despidos injustos o por jubilación. ¿Qué se pretende?¿Acaso avivar más la hoguera de las inconformidades para provocar un cataclismo social y entonces sí –no demagógicamente como se arguyó recientemente con motivo de la contienda comicial-, enfrentar los estallidos inevitables cuando la injusticia campea sobre el corazón de una nación injustamente depauperada? 

En la reforma calderonista, por ejemplo, se prevé la contratación a través de tercerías que difuminan las responsabilidades del patrón en caso de despedidos; también la posibilidad de emplearse por horas, sin derechos de acumulación de años y derechos con vista hacia el porvenir; la posibilidad de cambiar a las dirigencias sindicales entregando a los empresarios una nueva lista –esto es institucionalizando los sindicatos charros-; se anula el seguro de desempleo; se acota el derecho de huelga de manera sensible para someter, hasta el último grado, a los obreros; y no se fija, entre otras cosas, la semana laboral de cuarenta horas, esto es, las jornadas pueden extenderse a vista y paciencia de los empresarios. Un verdadero regalo de la derecha a la clase patronal que la ha mantenido contra la corriente de la negligencia y la torpeza administrativa en las funciones públicas. Y hay bastante más, desde luego. 

Es tal, en fin, lo que se considera “necesario” para elevar la competitividad en lugar de hacer más efectivo el trabajo con salarios dignos y estímulos justos; y una mayor comprensión entre quienes se llevan las llamadas plusvalías, un término poco usado por sus referentes socialistas, y cuantos reciben ingresos de hambre, insuficientes para resolver las necesidades básicas de sus familias. Un paso hacia atrás en la historia, bastante más lejano que el retorno del PRI a la residencia oficial. ¿Para esto votamos los mexicanos en 2000, 2006 y 2012, esto es para hacer “democrático” el retroceso infame y privilegiar a los grandes capitales so pretexto de que sólo así pueden crearse puestos de trabajo? Menos mal que la iniciativa, acaso como camuflaje, planeta en sus primeros renglones la necesidad de proteger a los mexicanos que deciden laborar fuera del país en ausencia de oportunidades en su patria. 

Pero ello, aunque esté escrito en una reforma mexicana, sólo tendrá valor si existe reciprocidad por parte, sobre todo, de la gran potencia del norte que, por ahora, busca frenar hipócritamente la inmigración “ilegal” para abaratar más la mano de obra de los llamados “indocumentados”, a quienes se paga mucho menos para posibilitarles laborar clandestinamente, en obsequio de mejores precios finales para el consumidor. De esta manera, claro, los agricultores del sur estadounidense, por ejemplo, pueden ahorrarse en mano de obra y ofrecer sus mercancías a costos de oferta para así “invadir” nuestros mercados en donde es imposible competir en igualdad de circunstancias. Este es el meollo de la reforma calderonista: empobrecer aún más a los trabajadores mexicanos para que, entonces, seamos capaces de ir a la par con los explotadores del norte. La ruindad salta a la vista. 

No entiendo, entonces, por qué se dejó para el finiquito del panismo esta iniciativa grotescamente contraria a las banderas sociales heredadas de la cruenta “bola” del siglo pasado que costó la vida de dos millones de mexicanos. ¿Acaso se pretendió con ello comprometer al próximo gobierno, a cambio de una transición tersa, a privilegiar a los patrones dejando atrás sus antiguos baluartes comunitarios? Pese a todas las corruptelas conocidas, incluso la contaminación de los líderes sindicales como parte de un enfermo corporativismo, fue evidente durante la hegemonía priísta que ciertos valores no se tocaban para no encender hogueras; y uno de ellos era, precisamente, cuanto se refería a las “conquistas” alcanzadas por el gremio laboral aunque los patrones exigieran, cada vez con mayor vehemencia, reducir los favoritismos legales en pro de sus empleados, sin darse cuenta que gracias a ellos fue posible mantener cierta equidad entre unos y otros y con ella la paz social indispensable para el desarrollo compartido. 

Obsérvese, ahora mismo, el caso de España en donde el desempleo, como consecuencia de arbitrarios recortes de personal para que el gobierno pueda salir de la bancarrota, llega ya a casi seis millones de personas, más del veinte por ciento de la población productiva. Desde luego, cada vez son más ruidosas y provocadoras las manifestaciones y aumenta la represión en momentos en los que, además, se pone en duda la unidad española por la posición del gobierno catalán empeñado en la soberanía que los libre de España. Esto es: se está llegando al límite y después de éste sólo habrá paralización y anarquía como en los peores tiempos, digamos anteriores a la sangrienta guerra civil, con todo y el circo futbolero distractor. 

Nadie habla de otra cosa sino de los multimillonarios sueldos de los jugadores en contraste con los miserables mileuoristas –que ganan eso, mil euros al mes, en un entorno en el que tal es casi la pobreza extrema-, y de los millones de “parados”, desesperados, cada vez con menos derechos... hasta para reclamar. Y, mientras, el presidente del gobierno español se retrata con la gran vencedora europea, la alemana Ángela Merker, más exitosa y audaz que su antecesor, el füerher, en eso de dominar al continente. Por cierto, hay varios elementos en la pretendida reforma de Calderón que coinciden con la de Rajoy en España. ¿No será, entonces, la influencia de los elementos venidos de allende el mar para manipular las elecciones la que está imperando en la casa presidencial que ya debiera estar sometida a mudanza?¿Es el costo impuesto a Peña para asegurarle la victoria contra la corriente izquierdista que parecía ir para arriba? Tales son las interrogantes a resolver, sin que creamos –este columnista cuando menos- en un símil entre los comicios desaseados de 2006 y los excesos de 2012 que no alteraron cifras tan contundentes como las registradas. 

Debate 

El espíritu del Constituyente de 1917 ha muerto. Así de breve y conciso. Y sería terrible que el retorno del PRI, por negociaciones soterradas desconocidas, diera al trasto con lo bueno que arrojaba la defensa de los derechos de los obreros basados, desde luego, en las atrocidades de Cananea y Río Blanco que engendraron, en buena medida, los alzamientos en el norte de México. Luego, Madero, quien puso a disposición de la Revolución sus propios bienes como terrateniente, los canalizó hacia la lucha armada, cruel y violenta, que culminó cuando Don Venustiano Carranza, el gran ideólogo, consumó ý firmó una nueva Carta Magna en Querétaro terminando así, estructuralmente, con los aires de la dictadura porfiriana en la que las leyes del trabajo eran bastante parecidas a las que pretende imponer ahora, a iniciativa de Calderón, las fracciones coludidas... ¿por los acuerdos subterráneos inconfesables? 

Tal sí que sería, más allá de la euforia por la conquista de más de diecinueve millones de votos, la gran derrota del presidente electo, Enrique Peña Nieto, quien en materia internacional comenzó con bien pie mientras el Legislativo se topa con una derecha que quiere vender cara, demasiado, la transición...a menos de dos meses de cumplirse el lapso para el finiquito. No bastó entonces con el retorno del PRI si lo entendemos como sanción hacia ls mandatos paralizantes de Fox y Calderón, el segundo además bajo el signo de la violencia desde los dos primeros años de su gestión, sino que ahora pretende asfixiarse a quien llega al relevo desde el partido otrora invencible cuando muchos lo consideraron muerto hace doce años. Las equivocaciones de los malos agoreros, sin conocimientos de la geopolítica nacional, han sido más que exhibidos en los planos de la desvergüenza. 

No debe permitirse el “nuevo” PRI ser el relevo de una derecha atrozmente radical. Si lo hace, promulgando reformas que rompen con nuestra historia e incluso nuestra idiosincrasia, por la falacia de ahorrar a costa de la pobreza y competir para elevar las ganancias de los empresarios –tenemos al más rico del mundo mientras los mexicanos empobrecidos cada vez tienen menos, peligrosamente-, que nadie se extrañe de las consecuencias... como en la España a punto de romperse. 

La Anécdota 

Me dijo muchas veces mi inolvidable maestro Ignacio Burgoa Orihuela -fallecido en 2005 y quien fuera, para honor de este escritor, el presidente de su Sínodo cuando presenté, en 1977, mi examen profesional-, una sentencia inapelable: 

--No habrá cambio mayor en México que cumplir con los postulados de la Constitución. Allí están todos los principios básicos para que la República funcione y lo haga bien; lo malo es que nos hemos topado con malos políticos que la deshonran. No hace falta otra Carta Magna sino una nueva clase política comprometida con México y no con quienes lo explotan. Y la tendencia, por desgracia, sigue. 

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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx 
EL ESPÍRITU DEL MAESTRO BURGOA ME VISITÓ EN SUEÑOS, QUE TODAVÍA LOS TENGO. Y ME REITERÓ QUE NO DEBEMOS CESAR EN EL EMPEÑO DE DEFENDER LO QUE TANTA SANGRE COSTÓ A NUESTROS ABUELOS Y A LAS GENERACIONES PRECEDENTES. NO CONDENEMOS A NUESTROS HIJOS A VOLVER A LO MISMO.

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/delultimolegadoespirituolvidado-1382667-columna.html

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