lunes, 5 de noviembre de 2012

Rafael Loret de Mola - Votos y reuniones

Por una jornada la ciudadanía mundial se desentenderá de la crisis económica, o si acaso la hará a un lado, para asomarse al enorme balcón de la democracia estadounidense, con fama universal de ser sólida y sin embargo hondamente sectaria y radicalizada en un bipartidismo obcecado que reduce las contiendas a las sutiles diferencias entre bandos similares, cortados casi con la misma tijera. Un efecto se logra cuando menos: no se registran disonancias extremas ni se berrea aun cuando se perciben irregularidades tridimensionales. 

Recuérdese la actuación de Al Gore, vicepresidente en funciones en 2000, cuando optó por retirarse de la puja poselectoral, atorada en Florida uno de los reductos de los Bush, para evitar con ello los daños colaterales al establishment. En fin, perdió la Presidencia norteamericana y acabó ganando el Nóbel de la Paz. No sé si haya sido un buen trueque pero, sin duda, avanzó en el liderazgo mundial sobre la preservación del medio ambiente, un renglón al que él despreció cuando fungió como el “número dos” durante la administración del “seductor” Bill Clinton, excelente fumador de habanos. 




Las alternancias, por tanto, no vienen mal cuando se trata de desactivar los polvorines de la irritación colectiva. Suele suceder, en la Unión Americana, que los relevos en la Casa Blanca, luego de largos periodos sellados con el perfil de quien la ocupa en momentos especialmente delicados, sirven para atemperar las controversias o las crisis estructurales, como la económica que fue el mayor legado del clan Bus hace cuatro años, y mantener con ello los controles sobre una opinión pública poco versada y escasamente analítica. Se trata, sin duda, de desfogues calculados para extender la idea de que las cosas cambiarán aunque no ocurra así considerando los amarres político-financieros de los postulantes. 

En México se calculó, en 2000, que podría suceder algo similar. Una alternancia ruidosamente promovida mediante los exaltados llamados al cambio y una consecuente paralización como único efecto visible además, claro, de la consiguiente regresión democrática para asegurar la continuidad y evitar un viraje que acaso sería incontrolable para el verdadero poder. Al abanderado de la izquierda no lo vencieron sus obsesiones –que son muchas, sin duda-, sino la reacción de la clase dominante ante la inmadurez notoria del mismo que le llevó a separarse de los foros empresariales, rehuir encuentros con las cúpulas de mayor peso e incluso desdeñar a los representantes de colonias de gran influencia en la alta sociedad. Y, desde luego, le pasaron las facturas. 

Una vez más nos acercamos al modelo norteamericano entonces. La tan exaltada alternancia se quedó en esbozo de todo, incluyendo el precipitado y supuesto “entierro” del presidencialismo autoritario que se revirtió en cuanto los estrategas gubernamentales cancelaron cualquier posibilidad de limitar las funciones del llamado “primer magistrado” quien exaltó su mala comunicación con el Legislativo como prueba del “avance” democrático de una nación acorralada por las simulaciones. 

Puestos ante el espejo los escrutinios en los Estados Unidos éstos parecen menos imprevistos que los concursos de belleza, sobre todo porque no significarán transformaciones drásticas en el quehacer gubernamental ni modificarán los escenarios críticos que se avizoran para las próximas “temporadas” de Wall Street. Y seguirá haciendo así mientras los correctivos supuestos no conlleven sanciones para los especuladores irresponsables ni para los jugadores bursátiles ambiciosos capaces de provocar recesiones severas y desajustes tremendos en los mercados internacionales. El propio George Bush junior señaló hacia los financieros de la “Babel de Hierro” como los orígenes del caos... pero no se atrevió siquiera a regañarlos. 

Pasado el requisito comicial, los representantes de las economías en apariencia vanguardistas –México tiene un sitio a pesar de las enormes asimetrías con sus vecinos del norte gracias al TLC y los objetivos expansionistas de las grandes potencias-, habrán de determinar el rumbo económico global supuestamente para atajar los efectos críticos... que ellos mismos, de manera directa o indirecta, provocaron. En términos jurídicos será tanto como ejercer los papeles de jueces y partes. 

Es curioso hacer notar el intrascendente papel diplomático de quien ejerce la titularidad del Ejecutivo federal. Una vez más, y ya parece rutina, Felipe Calderón se mantuvo entre los desaires y la intrascendencia, sumido en un papel muy segundón, incluso para la fotografía, perdido entre mandatarios con mucho menor peso específico, en cuanto a influencias y potencialidades, en la región. Si alguna vez se acuñó el despectivo término de “naciones bananeras” para referirse a algunas de Centro y Sudamérica sumidad en la inestabilidad política y el desequilibrio social extremo, el término ahora nos alcanza. Pese al TLC y el sitio que debió tener México en las distintas “cumbres” de mandatarios a nivel mundial, el señor Calderón siempre pareció muy alejado de quienes concentran la atención y acaparan las candilejas. 

Esta lección no debe repetirla el presidente electo, Enrique Peña Nieto. Por cierto, no son explicables los privilegios que se otorgan al Rey de España, siempre en el centro y con trato preferencial, cuando éste ostenta la jefatura de Estado pero no la del gobierno a diferencia de quienes, en condición de presidentes, reúnen las dos en su indivisible investidura. Acaso son reminiscencias, infortunadas diríamos, de los traumas de la conquista y la dominación colonial extendida a tres siglos. Más allá de las simpatías que puedan sentirse por la llamada “madre patria”, las interrelaciones diplomáticas deben desarrollarse con base a un punto esencial: la igualdad entre naciones soberanas. 

Debate 

¡Cuán grave es la crisis de liderazgo en el mundo que los demócratas estadounidenses debieron inventarse uno a partir del tópico sobre el color de la piel! Y se construyó, en unos cuantos meses, el carisma del miembro de una familia de inmigrantes kenianos para demostrar al mundo que la mayor potencia de la era moderna no está anclada en traumas xenófobos –aunque se exhiba lo contrario, por ejemplo en la frontera con México- ni en racismos estériles que, sin embargo, perviven. Y este elemento podría ser, de nueva cuenta, uno de los de mayor trascendencia para el próximo periodo presidencial en la Unión Americana. 

No hay líderes, como hemos venido señalando desde hace varios meses; ello se siente ante las convulsiones que los dirigentes mundiales son incapaces de frenar. Las pruebas son múltiples. Cito una, no muy lejan: la preocupación desbordada del ex presidente francés Nicolas Sarkozy, en pleno derrotero de la crisis globalizada, por denunciar a quienes vendieron muñecos con su figura para las prácticas caricaturizadas de “vudú”. Un personaje menos irascible e hipersensible no habría siquiera reparado en ello; en cambio, los que comienzan a sentirse rebasados suelen reaccionar hasta por cada movimiento de las hojas de un árbol. Y ni hablar de las máscaras para Halloween. 

En una línea similar, en México hubo ocasiónb para que un ex secretario de Gobernación –primero de los imberbes en ocupar el cargo durante los meses iniciales del frustrante y depauperador sexenio zedillista-, Esteban Moctezuma, se permitiera el lujo de llamar a un ex presidente a la cordura –lo que no vendría mal, naturalmente- alegando que es necesario cerrar filas en torno a la figura del mandatario aún en funciones necesitado de apoyos institucionales y partidistas. Siempre, el viejo esquema para intentar resolver las controversias peligrosas con el peso de la consignas. Y todo porque se observaba, y lo está todavía, el timón de mando al garete, sin nadie capaz de enderezar el rumbo y salir de la tempestad. ¿Lo hará Peña? Cada día, las apuestan bajan. 

Falta bastante más que energía. Mientras la Presidencia no se haga respetar, como no lo ha hecho a la vista de la hemorragia devaluatoria artificial causada por los especuladores españoles y estadounidenses, dueños de bancos y empresas estratégicas, será imposible, de hecho, asegurar el destino de iniciativas, reformas y decisiones derivadas del Ejecutivo aun cuando se le endulcen los oídos por la reciente aprobación de las normativas energéticas y laborales cuyo éxito se adjudica a las negociaciones interpartidistas y no a la capacidad operativa de Los Pinos. La diferencia es muy aguda y evidente. 

Por supuesto, los liderazgos que se añoran no son los autoritarios. No nos confundamos en este punto. Lamentablemente, hasta hoy, la democracia, que debiera propugnar por ellos desde sus orígenes, parece ser rehén de mesiánicos y simuladores. Y en ello recala, sin duda, el peor de los males. 

La Anécdota 

Al mediodía del 2 de julio de 2000, cuando la alternancia comenzaba a tocar las puertas del Palacio Nacional, un telefonema desesperado del presidente Zedillo al entonces embajador norteamericano en México, Jeffrey Davidow, marcó los nuevos tiempos –“Confidencias Peligrosas”, Océano, 2002-: 

--Señor embajador –sonó la voz del mandatario entonces en funciones-, las aguas se están saliendo de cauce. Hay quienes me están presionando para revertir los resultados. Son personajes con mucha fuerza y mucha capacidad operativa. 

--Mire –respondió el diplomático-, lo mejor es no perder la calma, serenarse. Faltan muchas horas. 

--Por eso quiero hablar con el presidente Clinton. Pero ya me lo han negado dos veces en la Casa Blanca. Y me parece de la mayor importancia enterarlo de lo que está pasando, de las presiones. El diálogo continuó con acentos de histrionismo telefónico hasta que Davidow optó por terminarlo: 

--Mañana, cuando hable usted con el presidente Clinton, éste ya habrá felicitado al presidente electo Fox. Esperamos lo mismo de usted. Todavía, a esa hora, los mexicanos votaban. Las casillas colectaban votos cuando en Washington ya se tomaban medidas para cumplimentar a quien aún se debatía en la confusión de las primeras “encuestas de salidas”. Muy ilustrativo, sin duda. 


E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx 

DESDE LUEGO, TODAVÍA NOS SENTIMOS MUY CERCA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y MUY LEJOS DE DIOS, COMO SENTENCIÓ DON PORFIRIO EN LA HORA DEL ADIÓS DEFINITIVO. ¿FUE AQUELLA UNA MALDICIÓN O UNA FUGAZ PREMONICIÓN? TODAVÍA NO PODEMOS RESPONDER. MIENTRAS, LOS RESTOS DEL DICTADOR YACEN EN PARÍS Y ALLÍ ESTÁN BIEN. MAL HARÍAMOS EN RESUCITARLO CUANDO NO HEMOS SIDO CAPACES DE SEGUIR LAS REPUBLICANAS IDEAS DEL SEÑOR JUÁREZ.

Leído en http://www.vanguardia.com.mx/votosyreunionescrisisdelideres-1407513-columna.html

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