lunes, 5 de noviembre de 2012

Ricardo Alemán - ¿Mudan o matan a la izquierda?

Luego de cinco derrotas presidenciales al hilo --1988, 1994, 2000, 2006 y 2012--, las llamadas izquierdas mexicanas --agrupadas en el PRD, PT, MC y la construcción de la Morena lopezobradorista--, viven uno de los momentos decisivos de su historia; la refundación o la muerte.

Y es que tras 25 años de su más importante reacomodo --que en 1988 dio origen al Frente Democrático y en mayo de 1989 parió al PRD--, la izquierda no sólo fracasó en su objetivo de alcanzar el anhelado poder presidencial, sino que, a la vuelta de los años, se convirtió en catalizador del regreso del PRI al mismo poder presidencial del que la izquierda ayudó a expulsarlo.

Dicho de otro modo, que tras cinco elecciones presidenciales fallidas, luego de dos gobiernos sexenales de la derecha del PAN y después de colaborar para el regreso del PRI a la casa presidencial, las llamadas izquierdas mexicanas deben reconocer que, en el último cuarto de siglo, fracasaron como alternativa de poder.



Sin embargo, y a pesar de la gravedad de la crisis, no todos en las izquierdas parecen entender que llegó el tiempo del cambio, de la unificación de objetivos y estrategias --ya no se diga de unidad--, si es que esas corrientes de izquierda aspiran a un lugar de relevancia en las decisiones del rumbo del País.

Hasta hoy --a cuatro meses de la quinta derrota presidencial al hilo--, el único partido que parece entender la gravedad de la crisis es el PRD, la fuerza política emblema de las llamadas izquierdas, y cuyos dirigentes han iniciado un proceso de revisión que pretende convertirse en la refundación que coloque al partido amarillo en condiciones no sólo de competencia, que lo convierta en una verdadera institución y que, por ello, tire el lastre del caudillismo.

Y es que, en efecto, la principal virtud de los amarillos se convirtió, con el tiempo y en los hechos, en su mayor veneno. Como se recuerda, el PRD nació de la herencia y fusión de dos gemelas que poco o nada tienen que ver con la vida democrática. Nos referimos a la antidemocracia del viejo PRI y del PCM, a las que se les sumó el caudillismo.

De esa manera, el PRD nació como un partido en donde el caudillo en turno –Cárdenas, primero y López Obrador, después--, eran líderes en torno a los que gravitaba toda la "vida institucional" del partido, que no era más que una grosera práctica antidemocrática. La institucionalidad de la izquierda mexicana era del tamaño y del deseo, la voluntad y el humor del caudillo. Y si el primer caudillo quiso ser candidato presidencial tres ocasiones, lo fue; y si el segundo pretendía serlo por otros tantos periodos, casi lo logra. Claro, sin importar el partido, sus objetivos, militantes y el papel de una izquierda verdadera y moderna. Importó sólo el deseo personalísimo del caudillo.

Por eso, y luego de la quinta derrota presidencial al hilo, el segundo caudillo entendió que su presencia en el PRD era no sólo incómoda, sino que difícilmente podría alcanzar su tercer deseo; ser candidato presidencial por tercera ocasión. Y también por eso, se lanzó a la titánica tarea de construir su propio partido. Le dijo gracias al PRD –al que casi destruye--, y se fue detrás de su Morena.

Sin embargo, Andrés Manuel López Obrador –quien desde hace mucho pasó de caudillo a la etapa superior, de mesías--, no crea nada nuevo. No, en realidad camina sobre sus propios pasos; antes que crear un nuevo partido de izquierda moderna, recrea una mala copia del viejo PRI. Ya no con un mesías como jefe, sino con una suerte de semidiós que da y quita dirigentes estatales, que premia y castiga según su personalísima interpretación del poder supremo de la política y del poder.

Pero la crisis es peor, ya que en su ambición sin límite, AMLO instaló fuera de su casa de campaña y de la casa de Morena, vistosos espectaculares que rezan: "¡Se recibe cascajo!". Y claro, con la tentadora oferta de regalar dirigencias partidistas y candidaturas a puestos de elección popular, desató una incontenible sangría de militantes del PRD, PT y Movimiento Ciudadano, que hoy militan, al mismo tiempo, en más de uno de los cuatro partidos.

El problema es de tal magnitud que el propio AMLO ha salido a negar lo evidente; que recorre los estados del país recolectando dirigentes de temporal, vividores del poder y verdaderos mercaderes de la política. Y el problema estallará cuando el IFE revise los listados de las asambleas y descubra que, en efecto, Morena se construye con el cascajo del PRD, PT y MC.

Por lo pronto, todo indica que la mudanza, la reconstrucción o la refundación de las izquierdas podría terminar en su muerte. Al tiempo.

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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