lunes, 5 de noviembre de 2012

Raymundo Riva Palacios - Postales: Nueva York


NUEVA YORK, N.Y.— Esta es una ciudad de luces y opulencia, de excesos e ilusiones, rica en claroscuros en muchos sentidos, de pies a cabeza. Su alcalde, Michael Bloomberg, es el décimo más grande multimillonario de Estados Unidos -¿su fortuna?, 25 mil millones de dólares-, pero uno de cada cinco de sus gobernados viven por debajo de la línea de pobreza. Los bancos neoyorquinos manejan el 40% de los hedge funds –que se utilizan para cubrir riesgos- del mundo, y el pero económico de la ciudad es de 1.2 billones de dólares, sólo debajo de Londres en el ranking global. Pero 46 mil personas -19 mil de ellas niños-, no tienen lugar donde vivir.

En Nueva York, puerta de entrada para la migración europea más grande del mundo, se encuentra la mayor comunidad china fuera de China. También es la sede de la ONU, y de las ligas de Futbol Americano, Béisbol, Basquetbol y Hockey. Alberga a tres de los 10 estadios más costosos del mundo –el Yankee, el Citi donde juegan los Mets y el Madison Square Garden, casa de los Knicks y los Rangers, y donde todo artista sueña un concierto. Aquí se diseña y fabrica el 30% de toda la ropa de Estados Unidos, y la visitan 50 millones de personas por año. Rivaliza con el West End londinense por la supremacía del teatro, y tiene tres de los museos más importantes del mundo –el Metropolitano, el de Arte Moderno y el Guggenheim-. Hay 43 restaurantes con estrellas en la Guía Michelin, y la renta de apartamentos puede alcanzar los 780 mil pesos mensuales.




Cosmopolita y a la vez indiferente, Nueva York es una ciudad que hoy está rota. “Sandy” la partió y mostró las miserias de su riqueza. Llegó a 150 kilómetros por hora y barrió las viviendas de interés social infectadas por las drogas en la zona llamada Rockaways –algunos la llaman “Rockapulco”-, una península de casi 20 kilómetros al sur de Queens, uno de los cinco barrios de la ciudad, que hospeda los aeropuertos John F. Kennedy y La Guardia. El huracán tocó el sur de Manhattan y cambió la vida en casi una tercera parte de la isla. Aún con el restablecimiento de la energía eléctrica en las zonas severamente afectadas, 183 mil personas no podrán hacer uso de ella porque, o siguen inundados los sótanos de edificios y casas, o el agua salada de la mezcla del mar y los ríos afectó el cableado.

Con temperaturas cercanas a cero, la gente se congeló. Miles de ellos se quedaron sin luz ni alimentos. Los menos consiguieron una habitación de hotel a precios superiores al 500% su costo normal. La mudanza temporal de quienes pudieron hacerlo saturaron los hoteles, que se preparaban para recibir a miles de corredores del maratón de Nueva York. Los hoteles, bajo presión de los organizadores y el gobierno, se negaron a sacarlos y la política se metió en el desastre. “Sandy” se cruzó con el maratón.

Bloomberg, quien se había mantenido firme mantener la carrera y su derrama de 340 millones de dólares, inició su pesadilla cuando The New York Post publicó que dos super generadores del gobierno eran utilizados para mantener vivo el maratón, en lugar de emplearlos para llevar energía eléctrica a los necesitados. No ayudaba que la carrera empiece cada año en Staten Island, uno de los cinco barrios muy afectados por “Sandy”, y que al arrancar la carrera iban a distribuir 93 mil botellas de agua, 30 mil barras energéticas y 45 mil tazas de café, cuando todas las tiendas de comestibles de la zona estaban arrasadas.

Bloomberg reculó. Las partes bajas de Manhattan empezaron a recuperar su vida este fin de semana, pero todavía, zonas trendy como Soho, o de restaurantes como el Distrito Empacador de Carne, eran fantasmas para el bullicio que acostumbran. El maratón fue tirado a la basura, que en las condiciones actuales es lo de menos en esta ciudad que tira 36 mil toneladas de basura cada día. Finalmente, como evento deportivo, causará daño en la credibilidad y en algún tiempo será sólo una anécdota. Este domingo, 20 mil de los 22 maratonistas extranjeros, corrieron alrededor de Central Park para expresar su solidaridad con la ciudad y protesta contra las autoridades que no cancelaron a tiempo, mientras que los maratonistas estadounidenses, corrieron a Staten Island, pero para ayudar en la reconstrucción. “Sandy”, ciertamente, que será uno de esos momentos que Nueva York nunca olvidará, donde doblegaron con la presión a las élites.


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