lunes, 5 de noviembre de 2012

Salvador García Soto - La reforma cocinada


Desde el jueves pasado, en comisiones de San Lázaro quedaron amarrados los cambios al dictamen de la reforma laboral que por enésima ocasión será modificada, ahora por los diputados que la devolverán al Senado tal y como la habían enviado ellos mismos hace 22 días: sin el Artículo 388 bis que le habían adicionado los senadores, y con el Artículo 371 devuelto a la redacción que le dio la Cámara de origen.

Según los cálculos del PRI, la votación que esta semana se producirá en San Lázaro confirmará el desacuerdo mayoritario de los diputados con los cambios hechos a la reforma en el Senado, particularmente en esos dos artículos, mientras que el resto del articulado será aprobado. De hecho, esta votación se convertirá en la primera “prueba de fuego” para el recién anunciado “bloque opositor” entre PAN, PRD y MC, pues hay estimaciones que indican que el sentido del voto no sería el mismo entre las bancadas de los tres partidos.





Incluso si la iniciativa vuelve al Senado, el bloque podría romperse si los panistas aceptan los cambios hechos en el Senado y votan por eliminar el polémico Artículo 388 bis, que ellos mismos negociaron con el PRD sin dimensionar el impacto que tendría en la implementación de los contratos colectivos de trabajo. ¿Se romperá el bloque que acaba de nacer?

Por lo pronto, los que insisten en que no hubo ruptura ni enfrentamientos por la reforma laboral son los priistas. El miércoles, en un restaurante del Hotel Marriot de Polanco, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones tuvieron una larga comida en la que hablaron por más de tres horas, como para alejar la idea de que los dos coordinadores priistas en el Congreso se enfrentaron por aquel sorpresivo viraje del grupo del PRI en el Senado. “Con Emilio Gamboa lo que hay es hermandad”, dijo Beltrones, interrogado sobre aquella comida.

Cercanos a Gamboa confirman que antes de que el PRI cambiara su voto y sorprendiera a todos, el coordinador priista tomo el teléfono e hizo dos llamadas: la primera fue para Enrique Peña Nieto, que aquella tarde de martes se encontraba en Los Pinos reunido con el presidente Calderón, donde el presidente electo interrumpió el encuentro para tomar la llamada, en la que Emilio Gamboa le informaba que, con la presencia de los 128 senadores, todos los priistas juntos no alcanzarían sus votos para evitar la aprobación del Artículo 371, por lo que el tricolor apoyaría esa votación.

La misma llamada la hizo después Gamboa a Manlio Fabio Beltrones, que fue enterado así del viraje que daría su partido y de los cambios que ahora busca modificar en San Lázaro. La única sorpresa que sí hubo esa noche para los priistas fue al momento de la votación del Artículo 388 bis. En el PRI creyeron hasta el último momento que el PAN votaría en contra del planteamiento perredista y se quedaron boquiabiertos al ver que los blanquiazules avalaban un esquema que modifica completamente las relaciones empresa-trabajadores al negociar los contratos de trabajo.

De resultar ciertos los cálculos del PRI sobre la votación esta semana de la reforma, entonces los panistas se habrían arrepentido de sus acuerdos con el PRD o puede ser que, en el fragor de la batalla, en la obsesión por derrotar al PRI en los temas de la democracia sindical, el PAN cedió al PRD en puntos como el 388 bis, que después, pasada la euforia, los espantaron.

Veremos pues si esta semana se escribe el último capítulo de una reforma que, de tan manoseada, ya no se sabe bien a bien quién fue el cocinero original. Si la receta primera fue de Felipe Calderón pero Enrique Peña Nieto le puso su sazón; si los toques de Gamboa y Cordero, junto con la pimienta del PRD, alteraron su preparación o si finalmente la mano de Beltrones no le impuso su toque a la ley laboral que ya se les pasó de tueste.


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