La mariguana ya es legal en un tercio de los Estados Unidos. Es una bofetada para el Presidente Felipe Calderón y una lección para los mexicanos.
Ciento un millones de estadounidenses (32 por ciento de la población) pueden ir a un dispensario a recibir cannabis por razones "médicas". Cura, dicen, dolencias como la falta de apetito o la depresión causada, por ejemplo, por desempleo, mal de amores o quimioterapia. Es un próspero negocio: sólo en Los Ángeles hay más dispensarios que cafés Starbucks. En la última elección los 11 millones 753 mil habitantes de Colorado y Washington aprobaron el uso recreacional de la mariguana.
Esos números golpean la política de Calderón, quien no supo interpretar la historia. Durante su sexenio criticó con frecuencia a los Estados Unidos, tachándolo de "vecino [...] irresponsable" y contradictorio, porque criminaliza y legaliza (entrevista con Leonardo Curzio, 25 de agosto de 2010). Aceptó a regañadientes un "por supuesto que se debata" pero lo encomendó a otros. En septiembre pasado lanzó, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, un reclamo con olor a lamento: "Yo urjo, respetuosamente, urjo, exijo a las Naciones Unidas a que no sólo participe, sino que encabece una discusión a la altura del Siglo 21". Reaccionó a Colorado y Washington con un lacónico "cambian las reglas del juego".
Calderón trasladó a los otros una responsabilidad que debería haber asumido dado el enorme costo social pagado por el país que gobierna. Tenía la responsabilidad ética de encabezar la búsqueda de alternativas. No lo hizo, pese a que iba acumulándose la evidencia de que lo rebasaba la historia.
Cualquier observador de la realidad estadounidense —y el Gobierno mexicano tiene la obligación de escudriñarla— hubiera constatado el cambio de opinión en los últimos años. Un indicador clarísimo fue la exitosa serie The Wire que transmitió HBO entre 2002 y 2008. Ambientada en Baltimore, fue una crítica sofisticada y feroz al prohibicionismo de las drogas presentado como racista, destructivo y estéril. La movilización social simultánea ha provocado que alrededor de 50 por ciento de los estadounidenses esté a favor de alguna forma de legalización de la mariguana.
América Latina evolucionó al paralelo. Los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo lanzaron una tesis (esa política "no funciona y tiene un costo altísimo en vidas humanas") y urgieron a buscar alternativas que incluyen la "regulación" de la cannabis, que equiparan con el tabaco y el alcohol. Diversos mandatarios Laura Chinchilla (Costa Rica), José Mujica (Uruguay), Otto Pérez Molina (Guatemala), Juan Manuel Santos (Colombia) han secundado la idea con acciones concretas.
En México las mayorías están en contra de la legalización, tal vez por lo poco discutido del tema. Lo acontecido en los Estados Unidos está generando reacciones, porque es absurdo que su industria del cannabis prospere, mientras nosotros ponemos a los muertos. El desasosiego crecerá a medida que se sientan las consecuencias de la legalización.
El Instituto Mexicano para la Competitividad difundió el pasado 31 de octubre un estudio sobre el posible impacto en México de la legalización en EU. Concluyó que provocaría una "disminución considerable" de los ingresos de los cárteles mexicanos, porque la producción en los Estados Unidos abastecería la demanda interna. A futuro, ¿crecerá el desempleo en nuestras repúblicas productoras de mariguana?
El referendo en Colorado y Washington está provocando reacciones. El Gobernador de Colima, Mario Anguiano Moreno (PRI), anunció que se realizará en la entidad una consulta popular sobre la legalización; el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF), Édgar Elías Azar se pronunció a favor de una discusión y el Diputado perredista Fernando Belaunzarán alista una iniciativa.
En los últimos días de su gobierno, Calderón pregona las bondades de su mandato. Es indudable que rinde buenas cuentas en las variables macroeconómicas, pero entrega pésimos resultados en la guerra contra las drogas. Según una encuesta de Cidena-Casede de 2011, 53 por ciento de la población piensa que el gobierno de Felipe Calderón "pierde la guerra".
¿Qué hará el cauto y pragmático Enrique Peña Nieto? ¿Encabezará una amplia discusión sobre la legalización y la seguridad o se encerrará en su burbuja dejando que los estadounidenses sigan zarandeándonos con sus decisiones unilaterales? El manazo a Calderón deja una lección: tiene que mexicanizarse la política contra las drogas, porque es suicida seguir siendo un objeto moldeable para los Estados Unidos.
La miscelánea
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Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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