En el círculo cercano de Genaro García Luna están convencidos de que el verdadero fondo del caso Tres Marías fue una “trampa” y una “emboscada” para el secretario de Seguridad Publica y su Policía Federal, que cayeron redondos ante el señuelo con el que, otras agencias del mismo gobierno federal, los engañaron para exhibirlos y descalificar al cuerpo policiaco y a su creador.
Desde ese círculo se apunta hacia la PGR como la orquestadora de la simulación en la que se vieron involucrados los agentes federales que, a sabiendas o no, dispararon a matar contra los dos agentes del gobierno de Estados Unidos y el marino mexicano que los acompañaba. ¿Que información les dieron a los policías federales que se presentaron de civiles al presunto operativo y tiraron a mansalva a los tripulantes del vehículo diplomático? Porque ningún federal en su sano juicio -a menos que actuara bajo las órdenes del crimen organizado- hubiera actuado del modo en que lo hicieron los 14 detenidos por el caso Tres Marías contra agentes estadunidenses.
La detención y consignación del inspector en jefe de la Policía Federal y las versiones que apuntan hacia próximas acusaciones contra Luis Cárdenas Palomino, la mano derecha de García Luna, parecen abonar a la teoría de la conspiración que manejan en la SSP y confirman que, yerro, colusión o trampa, el extraño incidente de Tres Marías pegó directo a la línea de flotación del secretario más poderoso del presidente Calderón y también el más atacado a lo largo del sexenio.
Porque justo cuando se produjo la balacera en el paraje de Morelos, la figura de García Luna ya había sido tocada por el enfrentamiento entre policías federales en el aeropuerto de la Ciudad de México que exhibió la infiltración de la institución de seguridad por el crimen organizado. Cuando ocurrieron los hechos en Tres Marías fue como si hubieran querido rematar al secretario que, todavía por esas fechas -agosto de 2012- era mencionado como candidato a repetir en el gobierno de Peña Nieto.
Pero después del escándalo de la balacera todo cambió. García Luna no sólo perdió a partir de ese momento la interlocución que llegó a tener con Enrique Peña Nieto, que lo buscó en un par de ocasiones durante la transición para escuchar sus opiniones, sino que después de Tres Marías cobraron fuerza las opiniones críticas en contra de lo hecho por el titular de la SSP y el presidente electo comenzó a escuchar a quienes le proponían desaparecer la poderosa Secretaría y regresar a Gobernación todos los instrumentos y programas de la política de seguridad.
Para octubre, en Constituyentes se preguntaban por qué se había interrumpido el diálogo con el equipo de transición y por qué nadie del círculo Peña Nieto se contactaba con el secretario para iniciar el proceso de entrega-recepción de la estratégica dependencia. Unas semanas después, ya sin comunicación con Genaro, se confirmaría que toda la obra de García Luna, elogiada y copiada por gobiernos de otros países, sería reagrupada en una nueva subsecretaría.
Hoy Genaro García Luna se prepara para un exilio de seguridad en el extranjero desde donde tiene ofertas de varias empresas y consorcios internacionales a los que asesorará pasando el año de abstinencia a la que lo obliga la ley. Desde el exterior verá cómo buena parte de la infraestructura para combate al crimen que construyó desde la SSP, en la que se hicieron inversiones millonarias, es reasignada y fragmentada en nuevas áreas para una nueva estrategia de seguridad que buscará separarse lo más posible de la que él diseñó y le vendió al presidente Calderón. Y desde allá también, el policía secretario que nunca se consideró político, escuchará los juicios sobre su trabajo y el otrora poderoso secretario no escapará a los balances y a los ajustes de cuentas que, en su caso, y desde su percepción, comenzaron desde antes del fin de gobierno y por sus propios compañeros de gabinete.
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