Los actos conmemorativos de los sesenta años del ataque al Cuartel Moncada tuvieron lugar en Cuba con bombo y platillo. El cuartel era la segunda fortaleza más importante de la isla. El 26 de julio de 1953, más de cien guerrilleros con Fidel Castro a la cabeza intentaron tomarlo a sangre y fuego. El asalto fue un fracaso militar que terminó con la detención y muerte de los rebeldes, pero Castro logró convertirlo en un éxito político (cápsula informativa a cargo de Gilga y su periódico El País).
Raúl Castro recordó estos episodios legendarios sobre los que se construyeron los mitos de la revolución cubana que derrotó al dictador Fulgencio Batista. Frente a Castro estaban los presidentes de la Alianza Bolivariana para las Américas (Alba) rindiéndole homenaje a la revolución. El uruguayo José Mujica, el venezolano Nicolás Maduro, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales.
Los mandatarios invitados dieron la nota e hicieron el numerazo. No se vayan, por favor oigan a los presidentes del Alba elegidos en sus países con votos en las urnas. José Mujica: “Cuba nos ha enseñado el valor de la vergüenza y la dignidad de ser nosotros”. Evo Morales: “Siento que la Revolución Cubana es la madre de las revoluciones antiimperialistas de América Latina y en el mundo”. Nicolás Maduro: “Qué dignidad le entregaron a ustedes a los pueblos de América Latina”. Todos y cada uno de los mandatarios elogiaron a los hermanos Castro. Así como lo oyen.
Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: todos estos mandatarios llegaron a la presidencia mediante elecciones libres y gracias a un sistema democrático que no existe en Cuba desde hace 54 años. Oyeron bien: 54 años sin una elección competida, sin la creación de partidos políticos, sin la existencia de una oposición organizada.
Estos mandatarios son simplemente unos caradura que homenajean a la Revolución Cubana y su dictadura y gobiernan en sus países gracias a todo aquello que prohibió el castrismo. ¿Cómo la ven? Dicho sea esto sin el menor asomo de un albur. Castro con un sombrero de guajiro dijo esto: “También nosotros quisimos tomar al cielo por asalto, pero no pudo ser (…) pero el primero de enero de 1959 estábamos entrando por la entrada principal de Santiago de Cuba”. Y le faltó añadir al anciano dictador: y nos quedaríamos en el poder el resto de nuestra vida, los siguientes 54 años. Caracho.
Raúl Castro se voló la barda como si fuera un pelotero de hierro: “La generación histórica va cediendo lugar a los ‘pinos’ nuevos con tranquilidad y serena confianza”. Gamés se hincó en la duela de cedro blanco y luego se acostó para reír a carcajadas. Estos ancianazos de ochenta y tantos afirman que viene un relevo generacional. Ante más de 10 mil asistentes, Castro dijo: “que sigue siendo una revolución de jóvenes y que seguirá siendo la revolución socialista de los humildes”. Anjá.
Gil lo leyó en su periódico La Jornada: “Raúl Castro, de 82 años y sucesor de su hermano Fidel en la presidencia desde el 2008, fue relecto en febrero pasado como presidente del país en un foro en el que anunció que se retirará en el 2018”. Qué democracia más singular, el presidente relecto asume el poder y pone una fecha, la que más le guste, para retirarse del cargo. Raúl se retiraría a los 87 años con todo el futuro por delante. De veras, ¿no les da vergüenza a los defensores de la dictadura castrista?
La máxima de Alberto Moravia espetó dentro del ático: “Una dictadura es un estado en el cual todos temen a uno y uno a todos”.
Gil s’en va
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