Ocho meses después de haber iniciado el nuevo gobierno, apurado a distanciarse de la administración de Felipe Calderón en materia de seguridad, el presidente Enrique Peña Nieto dio pasos para atrás y reenfocó su estrategia en la lucha contra el narcotráfico, acercándose a lo que hizo su antecesor. Definió los términos de la victoria, como Calderón; imitará acciones tomadas por él; y por el fracaso de sus colaboradores, tiene que empezar de cero en Michoacán, como Calderón. Veamos:
1.- El ex presidente Calderón definió los términos de la victoria en la lucha contra las drogas en cuántosjefes del narcotráfico eran capturados o morían. A partir de una medición de la PGR en 2009, que ni se explicó ni se le cuestionó, determinó que eran 37 los cabecillas al final del camino. La definición nunca incluyó reducir la violencia o regresar la paz a las calles. Tampoco incluyó el fortalecimiento de las instituciones ni disminuir los niveles de corrupción. Su estrategia estaba concentrada en descabezar a los cárteles; lo demás era una externalidad.
Medios, académicos y oposición dijeron siempre que Calderón fracasó en la lucha contra las drogas, pero desde su óptica no la de él, por lo que la crítica de fondo a la estrategia -utilizar la fuerza como método único, no calcular la velocidad con la que se reagrupaban los cárteles o la atomización que provocaría el surgimiento de pandillas autónomas más violentas y una debilidad institucional endémica- nunca se dio. La falta de un análisis cuidadoso, o exceso de lectura acrítica de lo que se difundía en los medios, llevó al gobierno de Peña Nieto por una ruta táctica donde la violencia, al no desaparecer sino elevarse, lo obligó a rectificar.
El Presidente lo esbozó la semana pasada en una entrevista con el periódico conservador francés Le Figaro, al que declaró: “Continuaremos luchando contra esos 140 criminales identificados y de manera selectiva”. El número es 3.7 más de los que planteó el ex Presidente como definición de la victoria, quien logró alrededor de 70% de su meta. Como con su antecesor, no dijo de dónde salió esa cifra ni cómo se llegó a ella. Y como el ex Presidente, así determinó la nueva métrica para sus resultados finales.
2.- Funcionarios peñistas habían dicho que no irían por los capos de la droga, porque la estrategia era distinta. Ahora todo cambió. El sábado pasado, la columna Bajo Reserva de El Universal publicó: “Los recientes ataques perpetrados por grupos criminales a la Policía Federal en territorio michoacano pusieron en guardia al gobierno federal y produjeron una orden muy clara: la PGR, a cargo de JesúsMurillo Karam, tiene que dar resultados a corto plazo… El objetivo… es diseñar operativos de precisión para ir detrás de los cabecillas y operadores. La administración federal no quiere acciones ‘rastrillo’, que no arrojan calidad. Van por las cabezas”. Golpes quirúrgicos, como hizo Calderón.
La rectificación del gobierno tumba el argumento original en su equipo, que el problema con Calderón fue la falta de coordinación en su gabinete de seguridad. Es cierto que esa falla provocó enfrentamientos entre los colaboradores del ex Presidente y motivó desconfianzas e información fragmentada que impidió disponer de inteligencia compartida para trabajar mejor. El nuevo gobierno resolvió la coordinación, pero no era todo. El otro eje de aquella estrategia, combatir frontalmente a los cárteles, se dejó de hacer por el supuesto equívoco que era eso, y no la lucha entre los cárteles, lo que generaba la violencia.
La mejor coordinación en el nuevo gobierno no resolvió el problema de la violencia de los cárteles. El caso más dramático del fracaso de esa nula política de contención es Michoacán, donde los agónicosLos Caballeros Templarios, se recuperaron cuando, al no darles el tiro de gracia las fuerzas federales en estos ocho meses, se reagruparon, fortalecieron y, ante la ausencia de enemigo, se apoderaron de la región de Tierra Caliente. El presidente Peña Nieto lo admitió el jueves pasado y dijo que “recuperarían” esos territorios perdidos, la misma racional de Calderón cuando en Michoacán lanzó en 2006 la guerra contra las drogas. Calderón recuperó el territorio con un alto costo de sangre, y Peña Nieto lo perdió. Hoy, seis años y nueves meses después, regresamos al mismo punto en donde todo empezó, y en la ruta que trazó Calderón. El presidente Peña Nieto es responsable de esta falla, pero no es culpable. Sobre los culpables, él es quien tiene la última palabra.
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