miércoles, 11 de septiembre de 2013

Ricardo Rocha - EPN: ¿Gobierno de centro-izquierda?

Tal vez es muy pronto para el sí. Pero también para el no. Muchos tendrían un gran motivo de regocijo. Otros, en cambio, encenderían alarmas escandalosas. El caso es que las sorpresas anunciadas o no en la recién presentada reforma hacendaria, han sido una enorme piedra arrojada en el estanque. Por lo pronto, el cuadro general de hoy era inconcebible hace apenas unos meses: Un gobierno que, en un viraje de 180 grados, propone que paguen más impuestos los que más ganan; que paguen al fin los que juegan y especulan en la Bolsa; que también, por primera vez, paguen impuestos los beneficiarios de utilidades accionarias; y para colmo, que se acaben las habilidosas maniobras de la consolidación y los privilegios de los regímenes especiales, que hasta ahora permiten que grandes corporativos paguen anualmente menos impuestos que un dentista de barrio. 



En cambio, en la misma propuesta y contra los agoreros del desastre: No habrá IVA a alimentos y medicinas “en vista de la situación económica y para no afectar a los más pobres”; se proponen cambios a los artículos 4 y 123 de la Constitución para establecer la seguridad social universal no sólo como un derecho constitucional, sino como un derecho humano; plantea igualmente una pensión generalizada para adultos mayores y un seguro de desempleo; ofrece además financiar la reforma educativa recién aprobada, el otorgamiento de becas y mayores presupuestos a escuelas y universidades públicas. Verdadera música para los oídos progresistas. En pocas palabras: Una “reforma Robin Hood”. 

Que por todo ello y más ha provocado ya el enojo y el rechazo de los señores del gran dinero y sus representantes oficiales y oficiosos, que la han señalado con dedo de fuego y sobre la que han expresado con todas sus letras: Que se trata de una reforma social y no fiscal, a lo que el Gobierno responde que lo social no quita lo fiscal; que promueve un Estado de bienestar en lugar de un estado productivo, a lo que los priístas reviran que para tener un Estado de bienestar se requiere un Estado productivo; que la carga fiscal se incrementa para los mismos de siempre y no se amplía la base de contribuyentes, a lo que los promotores de la reforma contestan que el seguro de desempleo será el gran imán para que los informales se pasen a la formalidad; que no están enojados porque la reforma les quita dinero y privilegios a ellos los más ricos, sino porque la reforma le pega y feo a la clase media. Y es en este punto donde esgrimen más creíbles argumentos: Los nuevos gravámenes a colegiaturas, rentas, hipotecas, diversión, transporte foráneo, gasolinas, refrescos y hasta alimentos para mascotas sí representan un duro sacrificio para la economía familiar, particularmente en los más bajos deciles de la llamada clase media. Por ello, es más probable que sea en estos rubros donde se den algunos ajustes durante el seguramente duro tránsito de la iniciativa en la Cámara de Diputados primero y en el Senado después. 

Por supuesto que la reforma hacendaria incluye otros elementos sustanciales como: Ahora sí, inversión en infraestructura para carreteras, puertos, aeropuertos y hospitales; en paralelo, un programa emergente de aceleración del crecimiento económico; y la crucial coincidencia con la reforma energética -también en proceso- porque se incluye el cambio de régimen fiscal para que Pemex aporte menos recursos a la recaudación y los dedique a reinversiones que lo hagan más competitivo. Sin embargo, todo indica que esos otros aspectos de la madre de todas las reformas pueden esperar un par de semanas. Por ahora, la polémica se centra en las reacciones de los señores empresarios. 

Desde luego, sería ingenuo ignorar la enorme carga política de esta reforma hacendaria. Es evidente que hubo negociaciones al interior del Pacto y con toda certeza se ha cabildeado también fuera de él. Más allá del sonsonete de “arrebatarle banderas a la izquierda”, sí es muy probable que en el cálculo político de sus creadores se haya evaluado la conveniencia de apropiarse esas reivindicaciones, considerando que, después de la docena trágica, el adversario más fuerte en el 2018 no será precisamente el PAN. Por lo pronto, vemos a un Peña Nieto que tiene prisa en pavimentar su sexenio, pero que no deja de sorprender escogiendo paradójicamente el carril del centro para luego rebasar por el de la izquierda. Habrá que ver cuánto dura circulando por ahí. 

@RicardoRocha_MX

Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/epn-gobierno-de-centro-izquierda-1378885592

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