viernes, 18 de octubre de 2013

Diego Petersen Farah - ¡Azúcar!

Después de un largo cabildeo, la industria embotelladora no logró que se quitara el impuesto de un peso por litro de refresco, pero sí que se gravara a otros productos de los llamados chatarra, altos en grasa o con azúcar. Buen resultado. Hay que dejar claro que las industrias refresquera y chatarrera no van a pagar, sólo van a recabar y enterar el impuesto que pagaremos nosotros, pero por supuesto que temen que eso provoque una caída en sus ventas. 







La argumentación ha sido una poco bizarra, pues se ha basado en demostrar que el impuesto no disminuye el consumo ni la obesidad. Y sí, efectivamente, pero entonces no se entiende cuál es su preocupación si el consumo no se afecta. Evidentemente que el impuesto tiene un efecto, aunque sea menor, en el consumo y puede convertirse en un factor para el cambio de marca. En un mercado oligopólico como el de las bebidas azucaradas hay poca movilidad, pero sí puede alentar a nuevos competidores. También tienen razón en que el impuesto no va a disminuir la obesidad, pero de lo que se trata es de que vayamos abonando al costo asociado en salud que tiene el consumo de esos productos. Dicho de manera ruda: que cada quien se muera de lo que quiera, pero que pague por adelantado los efectos de salud de sus hábitos de consumo. 

Se ha dicho hasta el cansancio que México es el segundo país más obeso del mundo y el primero en obesidad infantil, o lo que es lo mismo, tenemos las fuerzas básicas suficientes para llegar a ser el primero muy pronto. La obesidad está directamente vinculada al consumo de azúcar y grasa. México es el tercer país que más consume azúcar refinada (34.2 kilos al año por persona), sólo detrás de Brasil y Rusia. La diferencia está en que estos dos no aparecen en el ranking de consumidores de alta fructosa, y México ahí es segundo lugar (14.4 kilos por años por persona) sólo después de Estados Unidos. Somos el único país que aparece entre los primeros cinco lugares de ambas listas. 

Una sola lata de refresco tiene 88 por ciento de las calorías que requiere un hombre promedio para funcionar un día, y casi 120 por ciento de las que requiere una mujer. Pero el refresco, en eso tienen razón los embotelladores, no es el único alimento calórico; falta sumar toda la vitamina T (tacos, tostadas, tortas y tamales) las garnachas y las botanas. Sólo hay de dos sopas: o consumimos menos calorías, o hacemos ejercicio todo el día. La cantidad de calorías que ingerimos los mexicanos son como para caminar seis horas, y ciertamente no lo hacemos. 

Gravar refrescos y comida chatarra es un muy buen primer paso, como se hizo en su momentos con los cigarros y el alcohol, pero falta mucho para que cuando gritemos ¡azúcar! pensemos en Celia Cruz y no en obesidad.

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/18-10-2013/18331. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX

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