Esta semana, en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, Joseph Stiglitz señaló que el verdadero problema en el mundo es la desigualdad y la concentración de la prensa. Literalmente mencionó que “América Latina es la región del mundo con mayor nivel de desigualdad y la concentración de la prensa juega un rol importante”.
Y si bien el ganador del Premio Nobel de Economía 2001 hablaba a nivel regional, queda claro que nuestro país, como parte del continente, goza de ambas características en su cotidianeidad. Está claro que en un espectro materialista la división de clases tiene un día a día completamente polarizado y que la concentración de medios de comunicación, entre muchas otras industrias más, ha servido como el elemento que perpetúa los roles y los valores de cada grupo social.
En nuestro México lindo y querido son claras las desigualdades. Y si bien es cierto que en todo el mundo hay pobres y ricos, en nuestro país la diferencia es muy notoria. De una colonia a otra, de una estación de Metro a otra, de un auto a otro, de una escuela a otra (si la hay), de una casa a otra, las diferencias se marcan. Y es, en esencia, esa desigualdad la que marca la dificultad pare resolver los problemas contemporáneos.
Tal y como lo menciona Stiglitz, hay una gran desigualdad y solamente ver en nuestro país las divisiones económica, política, social, de género y la concentración de la riqueza y los medios por el otro. Una concentración, igualmente, en todos los aspectos, que de suyo replica y refleja el modo de sostener esa desigualdad. Y a la vez, esa desigualdad está salpicada por un tono clasista que etiqueta las noticias, la información, el debate y por ende, dificulta el ejercicio democrático, pues al final es la democracia la que se basa y permea por la discusión de ideas que puedan resolver los problemas.
Diariamente, las conversaciones y las actitudes en las escuelas, las mesas de café o los medios de comunicación estaban salpicados con elementos que demostraban una actitud clasista reflejada por el dinero, la educación, el color de la piel. Y aunque es cierto que buena parte de la responsabilidad la podemos otorgar a los maestros y a los padres de familia, también es verdad que por muy diversos factores, primero en la infancia y después de adultos, los grandes formadores de opinión son los medios de comunicación.
Los noticiarios están salpicados por la nota roja y el dramatismo informativo, más que por el reportaje profundo y explicativo de la realidad. No de gratis se armó todo un debate sobre la cobertura que hizo Laura Bozzo para Televisa en Guerrero en cuanto a fondo (dramatismo sobre la tragedia de quienes fueron afectados por los huracanes Manuel e Ingrid) y forma (usar recursos del Gobierno para hacer la cobertura).
Más allá de la crítica que se puede hacer a Bozzo por su trabajo, quedó claro que los medios no tienen interés más que en presentar la tragedia como circo y descontextualizar. No sólo trata de ganar ratings, sino que al usar recursos oficiales no puede responsabilizar a los políticos o al Centro Nacional de Prevención de Desastres por la falta de información o el mal manejo de la situación que costó la vida a más de 50 personas, dejó más de un millón de damnificados y pérdidas millonarias. Fácil para todos comprar la idea de que todo se debe al cambio climático, cuando en realidad tenemos trazados centros y desarrollos urbanos que son construidos sin ver el impacto ecológico que provocan. Ocurrió en Guerrero, pero en su momento también ha ocurrido en Tabasco y otras entidades durante las últimas décadas.
Ese tema fue muy explotado por el encono que generó en redes sociales el rol de Bozzo y la utilización de medios oficiales para la cobertura, más que el de Televisa por contratar a este tipo de conductores y a la programación de contenidos. Esos mismos contenidos que aparecen al hablar de las madres que tienen que parir en una sala de hospital o en el campo, contenidos que se refieren al tema de los detenidos en enfrentamientos y desalojo de maestros en Oaxaca y en Cancún. Pero en el marco de las desigualdades no se explica ninguna información.
No se habla del sistema de salud, no se habla del sistema educativo como tales. Tampoco se habla de los organismos e instituciones que a través de actividades corruptas mantienen la pobreza de un país. Incluso, temas relevantes como la seguridad o el debate sobre la legalización o no de la mariguana se quedaron nuevamente rezagados. Un tema que, por supuesto, no se resolverá con poner una ley, sino que tiene que ver con cuestiones educativas, de salud, de seguridad, de negocio, de impuestos, de producción, distribución. Eso, por tocar solamente uno de los grandes temas que tenemos pendientes y que reflejan, nuevamente, nuestra desigualdad económica y que muchos desempleados, pobres, campesinos se han visto obligados por violencia o por la cuestión monetaria a insertarse en un sistema de producción y distribución.
Si el mensaje de los medios no deja claro a los responsables, si no se analiza e investiga con claridad lo ocurrido, se afecta el mercado de las ideas, el debate, la crítica, y por último, la democracia. Siendo así, no es nada más que un medio o varios repliquen falsas realidades o que se conozcan a partir de la nota roja. Impactantes son, por ejemplo, las imágenes del caso del Monster Truck en Chihuahua, pero más impactante es saber cómo se dan los permisos para este tipo de eventos, la falta de seguridad, las medidas aplicadas en un espectáculo donde incluso hay niños. Esos apuntes quedan en segundo plano. El tema de la responsabilidad del gobierno y de las autoridades ante cualquier tema se diluye ante el asombro de la imagen.
Y es que en los temas que se presentan, además, sólo se ve lo blanco y lo negro. No hay matices, no hay personas, no hay sentires, ni motivaciones. Los debates públicos o en los medios de pronto dejan de serlo, de pronto todos están de un sólo lado y se tornan complacientes, aduladores.
No es nuevo. Hemos vivido casos recientes donde los medios se colocan de un lado o de otro y atienden sólo los intereses, no únicamente de los dueños como tales, sino también de esas audiencias complacientes o autocomplacientes donde al percibir la realidad lo hacen de manera tergiversada y sin ganas siquiera de cuestionar o de preguntar por otra.
Siendo así, se confirma lo dicho por Stiglitz durante su alocución. El académico puso especial énfasis en el tema de la concentración en los medios de comunicación y lo que esto arrastra para otros sectores, puesto que afecta “el mercado de las ideas, que es fundamental para la democracia”.
La democracia no implica nada más ir a votar. La democracia es el ejercicio diario, constante, de cuestionar, debatir y buscar posibles soluciones en nuestra realidad que tiene varias aristas. Que tiene consecuencias para los ciudadanos, pero que también siempre tendrá responsables. Perder de perspectiva las ideas y el debate, limita la democracia que no es otra cosa que poder establecer modelos que nos permitan abatir la desigualdad tan pronunciada que cada vez se agudiza más en nuestro país.
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