“Los mejores reformadores que el mundo ha visto son los que comienzan por sí mismos”.
George Bernard Shaw
No hay duda de que el Congreso aprobará en lo fundamental la miscelánea fiscal del presidente Enrique Peña Nieto. Los legisladores solamente se han preocupado por restablecer una exención aquí o un trato especial allá. Se han concentrado en asuntos como eliminar el IVA a colegiaturas, que son rentables políticamente, pero no han considerado siquiera el tema fundamental de la reforma: ¿promoverá un mayor crecimiento económico o lo limitará?
El objetivo de una verdadera reforma hacendaria debería ser el de impulsar un mayor crecimiento económico y un mejor nivel de vida para los mexicanos. De hecho, esto es lo que proponía el Pacto por México que señalaba que la reforma debía ser “palanca de desarrollo”. En lugar de eso, vemos un nuevo intento de la ávida clase política mexicana por recaudar más para elevar el gasto del gobierno. La miscelánea fiscal del presidente Peña Nieto pretende incrementar el ingreso tributario del gobierno en 239,700 millones de pesos para 2014. El gasto público se elevaría en 528,459 millones de pesos, más del doble que el ingreso.
El presupuesto equilibrado que el gobierno programó para 2013 se transformaría en un déficit de 1.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) en 2014. Pero, cuidado, esta cifra no incluye gastos tan importantes como la inversión de Pemex o los pagos de deuda por Pidiregas o Fobaproa. Si se suma todo, el déficit real sería de 4.1 por ciento del PIB, o 721 mil millones de pesos, el más alto en dos décadas. Habría que contratar nueva deuda pública por este monto.
El gobierno no está haciendo ni siquiera un intento por moderar sus gastos. Su propósito es alcanzar un egreso neto de 4.5 billones de pesos, un nuevo récord. Gastar más por gastar más parece el objetivo de la reforma hacendaria. La experiencia nos señala que la eficiencia del gasto público mexicano es muy baja. Los rubros en que el gobierno ha aumentado más su gasto en los últimos años, como seguridad y combate a la pobreza, son los que arrojan resultados más negativos.
La propia secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, ha declarado que los programas de caridad por sí solos no ayudarán a reducir la pobreza: “Tiene que haber crecimiento económico”.
Pero la miscelánea está diseñada para aumentar la recaudación aun a costa de la inversión productiva. Su mecanismo de crecimiento es un enorme déficit de presupuesto que nos regresa a los tiempos de José López Portillo y Luis Echeverría.
El presidente Peña Nieto no se inquieta. Cuenta con un número suficiente de legisladores disciplinados del PRI y otros partidos para asegurar la aprobación de su miscelánea. Parece convencido que puede lograr una mayor justicia social a través de una reforma que golpea al sector productivo y aumenta el gasto público. Para quienes tenían la esperanza de ver una reforma hacendaria de fondo, que simplificara el pago de impuestos, impulsara la inversión productiva y permitiera un crecimiento económico de cuando menos 5 por ciento al año, la miscelánea es una decepción.
El gobierno sólo está proponiendo aumentar los impuestos a quienes ya pagan y llevar el gasto público al nivel más alto de la historia. Si el gasto gubernamental fuera realmente la llave para lograr una mayor prosperidad deberíamos estar de plácemes. Pero la realidad es otra. En nuestro país, cuando menos, el gasto público no ha sido más que fuente de dispendio, de compra de votos y de corrupción. Lo que nos propone Peña Nieto es más de lo mismo.
INFLACIÓN
Paradójico que el Presidente haya celebrado los 20 años de autonomía del Banco de México subrayando que la inflación es hoy de sólo 3.4 por ciento. Esta baja inflación es producto de buenas políticas hacendarias y monetarias de muchos años. Con el alza de impuestos y el enorme déficit de presupuesto que propone el gobierno, sin embargo, podrían terminar los tiempos de baja inflación. .
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Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=198070
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