Las ideas y las teorías transforman la realidad porque orientan las acciones de personas y grupos. Un paso inicial es hacer preguntas relevantes como ¿qué tan autoritario o democrático es nuestro sistema político?
Interpretar el cambio es la tarea de esos académicos que en un arranque de insensatez optamos por un oficio azaroso donde el instrumental utilizado está limitado para hacer predicciones; los procesos estudiados no son replicables como en el laboratorio. Una consecuencia -menor por supuesto- son las bromas derogatorias; Peter Ustinov llegó a decir, en serio y en broma, que las ciencias sociales son el nicho de quienes "no han decidido qué hacer con sus vidas". Pese a ese tipo de comentarios, el conocimiento acumulado sí permite ordenar la información con la cual se explica la realidad.
Los profesores Juan Linz y Lorenzo Meyer interpretaron la realidad yendo contra la corriente. En los años sesenta la Guerra Fría provocaba la rigidez analítica por la esquemática división del mundo en los "esclavos" y los "libres" que vivían en dictaduras y democracias; cada bando se asignaba el papel de favorito de la historia. Ese maniqueísmo marchitó los matices que suelen ser las especias que dan sabor y sazón a las interpretaciones de la realidad.
En ese ambiente aparece Juan Linz, el tímido académico que propuso como categoría intermedia a los regímenes autoritarios. El término se popularizó porque servía para explicar la transición hacia la democracia que experimentaban diferentes países. Así nació la "transitología", que curiosamente excluyó de su escrutinio a México por considerarlo especial (en otro momento discutiré tan peculiar evasión).
Correspondió a los mexicanos corregir el negacionismo extranjero y revisar la veracidad de la autodefinición que hacía el priismo del sistema político. Según los tricolores: México era republicano, federal y democrático. En 1965 otro aguafiestas, Pablo González Casanova, desmitificó, en su libro La democracia en México, al sistema describiéndolo como presidencialista y centralista con serias deficiencias.
Lorenzo Meyer estudiaba el doctorado en la Universidad de Chicago en 1968 y dice que durante su estancia académica: "me encontré con la teoría de Juan Linz" sobre los regímenes autoritarios y la utilizó para revisar a México con su "propia visión". Comparó las estructuras del Porfiriato y de los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana y concluyó que México era una democracia imperfecta, autoritaria, cuyas piezas encajaban en el marco armado por Linz. ¡Qué paradoja! El catedrático germano-español había elaborado su tipología pensando en el franquismo y Meyer demostró que los revolucionarios mexicanos -que abominaban a Franco- portaban el mismo ADN del caudillo que todavía cabalga por Iberia.
Definir al sistema mexicano como autoritario tuvo un impacto brutal en la legitimidad de un régimen resquebrajándose por factores económicos. Los insatisfechos se orientaron a modificar primero las reglas básicas y eso facilitó la alianza entre derecha e izquierda que permitió la alternancia en Los Pinos. Tristemente, el avance fue desvirtuado por las frivolidades de Vicente Fox.
Circula ya el último libro de Lorenzo Meyer (Nuestra tragedia persistente, Debate-Random House Mondadori). Es una obra coherente y actual porque revisa y redefine el sistema político. Es lógico que el libro contenga generosas dosis de desencanto; es un sentimiento generalizado en quienes nos comprometimos y creímos en las utopías de la transición. Ni la alternancia ni el federalismo han sido capaces de lograr cambios benéficos para las mayorías. El PRI nunca se fue; se refugió y se reprodujo en las mentes y los corazones de panistas de jaculatoria y perredistas de puño izquierdo levantado.
Meyer presentó su libro el 19 de septiembre y, sin saberlo, estaba rindiendo un homenaje simbólico a Juan Linz, quien murió dos semanas después. Lo homenajeó porque Linz había teorizado, con un cúmulo de información, que el tránsito del autoritarismo a la democracia tiene boleto de regreso, puede revertirse aunque con su esencia modificada. No es extraño que Meyer subtitulara su libro como la democracia autoritaria en México y que reconociera la imposibilidad de "determinar hasta qué punto [estamos ante] una democracia autoritaria o un autoritarismo democratizado".
Hay brotes de optimismo en el diagnóstico de Meyer. El PRI regresó a un México diferente; "lo nuevo no está en el PRI, sino en su entorno: en la sociedad mexicana". En otras palabras, la conducción del cambio ya no es monopolizada por los partidos sino que es responsabilidad de la sociedad organizada. ¿Es consciente esa sociedad del reto que tiene? ¿Qué tan democrática o autoritaria es la sociedad mexicana? Las respuestas vendrán de algún profesor o profesora después de revisar, críticamente, la obra de Linz y Meyer. Así son las ciencias sociales.
Comentarios: www.sergioaguayo.org; Twitter: @sergioaguayo; Facebook: SergioAguayoQuezada
Colaboraron Paulina Arriaga Carrasco y Maura Roldán Álvarez.
Leído en http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/923797.linz-y-meyer.html
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