La revelación de que un exagente de la CIA involucrado en el tráfico de armas a la Contra antisandinista participó en la tortura y asesinato del hombre leyenda de la DEA, Enrique Camarena Salazar en Jalisco en 1985, es tan espectacular como que de la nada, 28 años después de conocer esa verdad, dos de sus viejos colegas denunciaran el origen real de ese crimen que marcó las relaciones bilaterales México-Estados Unidos ante las cámaras de la cadena de televisión Fox News. Pero más que agradecer ese súbito arrepentimiento, cuando cosas tan importantes como esta salen de una forma tan sencilla, hay que tomarlas con cuidado.
¿Por qué Phil Jordan, exdirector de la DEA en el Centro de Inteligencia de El Paso, y Héctor Berrellez, quien fue uno de quienes encabezaron la investigación del asesinato de Camarena Salazar, cuentan ahora una historia tan radicalmente distinta a la verdad jurídica que mandó a la cárcel a los exjefes del extinto Cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca y Rafael Caro Quintero? Nunca a lo largo de los años Jordan y Berrellez, que han estado permanentemente en los medios, lo sugirieron. Otro darling de la prensa, Robert William “Tosh” Plumbee, expiloto de operaciones clandestinas de la CIA, acompañó en esta ocasión a Jordan y Berellez para reiterar que del rancho de Caro Quintero en Veracruz, salían aviones con armas para la Contra antisandinista en los 80.
La vinculación del asesinato de Camarena Salazar con el último gran episodio de la Guerra Fría en América Latina llamado “Irán-Contras”, dio un vuelco a décadas de historias paralelas que ahora conectan estos personajes. Nadie en la prensa les preguntó sobre sus motivaciones, ni mucho menos los cuestionaron sobre el porqué, si sabían de la participación de la CIA prácticamente desde un principio, guardaron esa denuncia con tanto celo. Sobre todo, si durante estos años la DEA utilizó a Camarena Salazar como un mártir, les garantizó mejores presupuestos y allanó el camino a su cruzada contra México, al que estigmatizó como un narco Estado, y con la fuerza moral de quien es víctima, regaron de difamaciones y calumnias a personajes de la vida pública a través del uso y abuso de testigos protegidos—algunos de ellos procesados en Estados Unidos por cometer perjurio.
En julio de 1990, por ejemplo, se difundió en Los Ángeles un informe de la DEA donde uno de esos testigos protegidos, Víctor Lawrence Harrison, que dijo a Berrellez y al agente especial Wayne Schmidt, que la CIA había usado a la Dirección Federal de Seguridad como cubierta para entrenamientos contrainsurgentes en un rancho de Veracruz propiedad de Caro Quintero. Harrison les dijo también que la DFS estaba involucrada con los principales cárteles de la droga, que tenían a Estados Unidos como su principal mercado de consumo. En otro informe en el mismo paquete, les confió a los dos, que agentes de la CIA habían estado hospedados en la casa de Fonseca en Guadalajara.
Berrellez, quien nunca citó a Harrison en la entrevista con Fox News, utilizó a ese testigo protegido para acusar al entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett –hoy senador cercano a Andrés Manuel López Obrador- y jefe superior de la DFS, de proteger a los cárteles de la droga. Las acusaciones contra Bartlett se cayeron por insustanciales, pero hasta hoy día, esos dichos se siguen utilizando mediáticamente en su contra. No fue el único testigo protegido que utilizó la DEA. Un exagente de inteligencia naval, Mariano Acosta Piña, fue desechado por la DEA porque su información carecía de sustento, pero sólo después de servir de fuente para un periódico mexicano para acusar a dos expresidentes, un secretario de Defensa y Gobernación, empresarios y sus familiares, de estar coludidos con el narcotráfico.
¿Qué buscaba la DEA? Existe información, como se ha visto, de la relación de la CIA con el narcotráfico, pero la DEA no es inocente. Las dos dividieron lealtades y corruptelas con las fuerzas de seguridad mexicanas en aquellos años. La primera con la DFS; la segunda con la Policía Judicial Federal. Los policías mexicanos no trabajaban para los cárteles; eran sus jefes. El nuevo giro de que la CIA participó en el crimen de Camarena Salazar en el contexto de la ayuda a la Contra, es lo único que separa la historia de la DEA con la CIA y da pie a la renovada denuncia. Pero no aclara la motivación de Jordan y Berrellez para ser ellos hoy, no los testigos protegidos, quienes acusan a sus viejos colegas de asesinato y abren dramáticamente la faceta mexicana del “Irán-Contras”. Hamlet es muy útil en esta conclusión: “Todo está podrido en Dinamarca”. La de aquí, y la de allá.
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Leído en http://www.vanguardia.com.mx/columnas-losmotivosdellobo(i)-1853545.html
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