miércoles, 16 de octubre de 2013

Leo Zuckermann - Ni menosprecio ni enojo

Dice Hiriart que algunos no queremos “ver lo que tienen enfrente porque su antipriismo los ciega”.


Siempre resulta gratificante debatir con mi amigo, el periodista Pablo Hiriart. En esta ocasión le respondo algunos señalamiento que hizo ayer en su columna en La razón titulada “Menospreciaron a EPN, y están enojados”. De entrada aclaro que yo nunca he menospreciado al Presidente y que, de ninguna forma, estoy enojado. Sostengo, eso sí, que algunas de sus reformas me parecen limitadas y que, por tanto, no van a resolver el problema del bajo crecimiento económico en el país.
Dice Hiriart que algunos no queremos “ver lo que tienen enfrente porque su antipriismo los ciega”. Yo no soy antipriista ni anti-nada. Soy, más bien, “pro”. En política estoy a favor de los regímenes republicanos, democráticos y liberales. En la economía creo en el mercado como el mejor mecanismo para la asignación de los recursos escasos. En este sentido, pienso que el Estado debe intervenir en la economía para resolver las fallas de mercado y, además, promover la justicia social redistribuyendo el ingreso, pero sobre todo las oportunidades. Esto no se trata, sin embargo, de un manifiesto de mis creencias. Las comento para aclarar que, en principio, yo no estoy en contra de ningún partido político. Simple y sencillamente, si alguno de ellos promueve políticas públicas que, de acuerdo a lo que pienso, considero adecuadas, pues las apoyo. De lo contrario, si creo que se equivocan, pues lo expreso. Así entiendo parte de mi labor como analista en estas páginas.




Pablo argumenta que “ser anti cualquier partido es iniciar el análisis con un prejuicio y caminar hacia el error. Ni el PAN ni el PRI ni el PRD sintetizan todo lo bueno ni todo lo malo”. Tiene toda la razón. Yo por eso no soy anti-nada. Y por eso he aplaudido, por ejemplo, la reforma educativa promulgada este sexenio. Nunca la he considerado como una reformititita, tal como implica Hiriart en su columna. El diminutivo lo utilicé, en mi columna del lunes enExcélsior, como una posibilidad de la reforma hacendaria. Y es que todo indicaba que el Congreso le rasuraría varias de las partes propuestas por Peña por lo que quedaría muy reducida.
También me preocupa que la energética termine enreformititita que no solucione el problema energético ni promueva un mayor crecimiento económico. Si bien Peñaestá proponiendo la participación del capital privado en la exploración y explotación de hidrocarburos, los expertos argumentan que su propuesta de “contratos de participación de utilidades” no son el mejor instrumento. Los permisos, licencias o concesiones, como quiera llamárseles, son una mejor práctica internacional. No obstante, el Ejecutivo no quiso incluir esta figura en su reforma, supongo que presionado por la izquierda o, a lo mejor, porque no está del todo convencido con abrir el sector petrolero a la inversión privada.
Por cierto, le recuerdo a Hiriart que yo me opuse a la reforma que promulgó el presidente Calderón en 2008. En ese momento dije que los llamados “contratos incentivados” no resolverían el tema petrolero. Sin embargo, el entonces Presidente celebró esta reforma brindando con champaña en Los Pinos cuando debió haberla vetado. Tan es así que, ahora, su partido, el PAN, está proponiendo una solución de fondo —las concesiones— en materia de exploración y explotación de hidrocarburos. Los panistas saben que se equivocaron y están corrigiendo. Llegan tarde porque ahora están fuera del gobierno. Me temo, Pablo, que lo mismo ocurrirá con los priistas de aprobarse los contratos de participación de utilidades: en unos años estaremos debatiendo la necesidad de otra reforma energética.
Finalmente, Hiriart dice que hay una minoría en el país que está en contra de la reforma hacendaria “convencida de que es el dinero el que produce el dinero, y no el trabajo del hombre”. Es posible y, entre paréntesis, aclaro que no me considero parte de esa minoría. Pero lo que quiero decirle a Pablo es que la riqueza no sólo la produce el trabajo del hombre. Una nación, empresa o individuo también puede enriquecerse explotando recursos naturales con máquinas. El petróleo, por ejemplo. La pregunta es si las compañías privadas invertirán sus recursos financieros, materiales y humanos en México para ayudar al Estado a extraer hidrocarburos con los famosos contratos de participación de utilidades. Los expertos dudan de esta solución, y yo les creo. Por eso sigo sosteniendo que la nueva reforma energética de Peñaacabe en otra reformititita como la de Calderón hace cinco años.
Twitter: @leozuckermann


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