jueves, 3 de octubre de 2013

José Woldenberg - Abusos de la clase media

Me explico de inmediato: no me refiero a los atropellos o injusticias que realizan o pueden realizar algunos de los integrantes de la clase media, sino al abuso retórico que se hace en su nombre. Ahora resulta que los agraviados por el proyecto de reforma fiscal que ha presentado el gobierno son los miembros de la multicitada clase media.

Según voceros de todo tipo, improvisados y eruditos, acreditados y desacreditados, a ella se le agrede, perjudica, lastima. La clase media así se nos puede convertir en una coartada para no llamar a las cosas por su nombre.

Hay que ponernos de acuerdo en qué es eso de la clase media y quiénes la integran. Tratados sobre el tema hay por cientos y la discusión no cesa ni cesará. Es y ha sido un buen asunto para los investigadores serios y para los no tanto, como cualquier otra cuestión.



Y por supuesto no lo voy a resolver. Pero quizá los lectores puedan estar de acuerdo en que la "clase media" es la que se ubica a la mitad de la tabla de los "agrupamientos" que componen a eso que llamamos sociedad. Y entonces empieza el problema: ¿con qué criterio se arma la tabla? Hay quienes la construyen midiendo las aspiraciones, otros, los hábitos de consumo o la canasta de bienes materiales o... Propongo un criterio objetivo: el del ingreso.

Se trata de un indicador que se usa lo mismo en Suecia y en Namibia, en Rusia y en Corea.

Gracias al INEGI no estamos desprovistos. Su Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares nos proporciona datos sobre lo que sucede en nuestro país (tomo datos de 2012). El INEGI divide a los hogares por deciles, es decir, el entero (todas las familias) es fragmentado en conjuntos que agrupan a 10 por ciento de los hogares.

Los de en medio son entonces el 5 y el 6. Pues bien, el ingreso mensual promedio de esos hogares fluctuaba entre 7,747 pesos y 9,441. Esos son los que se ubican "mero en medio". Pero, dirán algunos, eso solo representa el 20 por ciento de los hogares de media tabla.

Abramos entonces el universo e incorporemos a los deciles 4 y 7. Entonces el margen de los ingresos oscilará entre 6,310 y 11,711 pesos al mes. Ya tenemos entonces al 40 por ciento de los hogares mexicanos y sus ingresos promedio.

Podemos incluso expandir más el campo de visión. Entre el primer decil, el más pobre y el noveno decil (los casi privilegiados), en donde se encuentran el 90 por ciento de los hogares mexicanos los ingresos van de 2,089 pesos mensuales en promedio a 20,591.

Sí, nueve de cada diez hogares en nuestro país tienen un ingreso por debajo de los 21 mil pesos (estoy haciendo una leve trampa: los 20,591 pesos son un promedio en el decil 9, lo cual quiere decir que aproximadamente la mitad de los mismos gana un poco más).

Pues bien, la reforma fiscal establece un pequeño incremento al impuesto sobre la renta a las personas que ganamos más de 40 mil pesos al mes (pagaremos en lugar del 30 por ciento el 32). Vale la pena subrayar que es un impuesto que se aplica a las personas y que los datos de la ENIGH ilustran los ingresos de los hogares.

Lo que quiere decir que si en cualquier casa existe una persona que gana más de 40 mil pesos, esa vivienda se encuentra ya en el decil 10, el de -nosotros- los privilegiados. Como cualquiera puede ver, ese incremento impositivo no afecta a la clase media, sino a menos del 10 por ciento de quienes recibimos los ingresos más altos del país.

Lo que sucede es que algunos de ese conjunto de favorecidos se piensan a sí mismos como clasemedieros, quizá porque se comparan con el uno por ciento más rico y no con el 90 por ciento más pobre.

Ahora bien, en el 10 por ciento más rico de la sociedad las diferencias son bestiales. Y esa puede ser una fuente de inconformidad legítima: porque en efecto no es lo mismo ganar 40 mil pesos al mes que cuatro millones o más. Y esas diferencias deberían ser tratadas de manera distinta en términos fiscales, lo que el proyecto de reforma no hace.

En ese decil todavía se podrían incorporar fórmulas progresivas para que los que ganan -digamos- 40 mil pesos al mes paguen el 32 por ciento propuesto, pero los que ganan 100 mil contribuyan más y los que ganen un millón aún más.

Digo, para cumplir cabalmente con la premisa de que los que más ingresan más contribuyen.

Algo similar se puede decir en el caso de las colegiaturas. Menos del 10 por ciento de los niños y jóvenes del país asisten a escuelas primarias y secundarias privadas. Mientras más del 90 por ciento son atendidos en escuelas públicas.

No creo mentir si afirmo que quienes envían a sus hijos a las escuelas privadas son los padres de familia que se encuentran en los dos deciles de hogares con más ingresos, de tal suerte que exentarlos del pago del impuesto sobre la renta no es más que un privilegio para quienes son ya de por sí privilegiados (y por lo que se ve no podrá ser removido).

Somos una sociedad insolidaria, acostumbrada a las abismales desigualdades que la modelan desde siempre; una sociedad donde cada quien ve para "su santo".

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=195688

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.