viernes, 25 de octubre de 2013

Raymundo Riva Palacio - Espionaje: ¿Qué hacer?

El presidente Enrique Peña Nieto finalmente elevó el tono y la calidad de la reacción ante la intromisión de Estados Unidos en los asuntos internos de México, mediante dos vías: la de la Secretaría de Relaciones Exteriores que exige una investigación al presidente Barack Obama para determinar responsabilidades; y la de la Secretaría de Gobernación, que hará una auditoría cibernética para encontrar los huecos por donde entraron los programas espías, y revisará la gestión de funcionarios del gobierno de Felipe Calderón para esclarecer si hubo complicidad con un gobierno extranjero. Pese a lo enérgico de la nueva respuesta oficial, no resolverá nunca, por sí sola, el problema de fondo.







¿Cuál es este problema? El gobierno de Estados Unidos no va a dejar de espiar. Está en su naturaleza y en la de todos los Estados. El trabajo de inteligencia —el espionaje es un subproducto— es una herramienta de la seguridad interna y la seguridad nacional que es irrenunciable. Tampoco habrá las consecuencias legales que aspira México, porque la postura del gobierno estadounidense es que no se violó ninguna ley. En buena medida, la disrupción de comunicaciones electrónicas del gobierno mexicano y del ex candidato presidencial Peña Nieto, fue en el ciberespacio, que en efecto protegen las atribuciones del Ejecutivo avaladas por el Capitolio. 

Buscar caras y nombres para que respondan y rindan cuentas será un ejercicio retórico, porque el gobierno mexicano nunca las verá.

En el frente interno, los sabuesos mexicanos pueden llegar a toparse con la realidad que otras naciones con sistemas de inteligencia mucho más sofisticados han visto: que la tecnología que le permitió a Estados Unidos el espionaje masivo, es muy superior a lo que la imaginación de las naciones más avanzadas en ese campo imaginaban. Es probable que lo que lleguen a encontrar las auditorías cibernéticas sean insuficiencias en la programación de los mexicanos y las debilidades de sus muros de defensa, mientras que por lo que toca a funcionarios, es más factible que encuentren negligencia en materia de seguridad con la que actuaron, empezando por el ex presidente Calderón, que una traición a la Patria. 

El Gobierno mexicano no puede jugar para la gradería todo el tiempo. Empatar con la exigencia de la sociedad para que su respuesta se acerque a la firmeza con la que actuó la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff —en situación geopolítica distinta y con resultados más pobres a los que en un principio arrojó la discreción mexicana—, le resuelve efímeramente el problema de opinión pública, pero en el mediano y largo plazo se revertirá porque cuando Estados Unidos ignore la demanda mexicana o diga que todo fue dentro del marco legal, el gobierno de Peña Nieto sufrirá una herida mayor a la que le infringió la sociedad ahora.

La solución no es la vía de Itamaraty, sino la del Quai D’Orsay. La cancillería brasileña recomendó a Rousseff una postura firme, que asumió en el discurso y al cancelar una visita de Estado a Washington, acompañada de una propuesta en la ONU para crear un sistema de redes y espacios cibernéticos brasileños. La cancillería francesa respondió de manera muy enérgica tras la primera revelación de espionaje estadounidense en Francia, que provocó una respuesta inmediata del gobierno de Obama para encontrar puntos de entendimiento. A partir de ese primer encontronazo, el presidente François Hollande, dijo que los dos gobiernos establecerían un marco dentro del cual establecieran reglas de colaboración que satisfagan los intereses de seguridad de ambas naciones. 

Nuevo mundo cibernético y asimetrías tecnológicas, obligan a fórmulas creativas de cooperación en el campo de la inteligencia. ¿A dónde llegará Francia con Estados Unidos? Nadie sabe aún, pero el camino está iluminado.

La postura de Rousseff es profundamente nacionalista, pero muy difícil de concretar, por el costo y el tiempo para construir estructuras tecnológicas e implementarlas. La postura de Hollande es más sofisticada al admitir la existencia irreversible de la inteligencia global y la realidad objetiva donde todo el mundo espía a todo el mundo. En ambos casos caminan a una solución. La mexicana, sin embargo, no avanza por ningún sendero y se estaciona en la retórica y la demagogia. En esta crisis por el espionaje a los aliados de Estados Unidos, un nuevo marco de cooperación entre los servicios de inteligencia de ambos países, que determine los límites y acote los abusos, reclama del presidente Peña Nieto una nueva formulación de una política de seguridad nacional, que redefina los términos de la soberanía y los nuevos mecanismos para defenderla.


rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa


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