viernes, 25 de octubre de 2013

Yuriria Sierra - Algunos malditos prelados



No es la primera vez que escuchamos una declaración con ese nivel de desvergüenza. Ya hace unos años, el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, dijo que son los niños quienes tentaban a los sacerdotes. “Si te descuidas, te provocan...”, dijo ese sujeto. Un par de años más tarde, en 2010, otro obispo de igual nivel moral e intelectual, mexicano en esa ocasión, Felipe Arizmendi de la arquidiócesis de San Cristobal de las Casas, culpó a losmedios de comunicación, al internet y al sistema educativo por los abusos sexuales que algunos de los integrantes de la Iglesia católica han cometido contra menores. El internet, dijo, tentaba a través de la pornografía a los sacerdotes; así cómo van a conservar el celibato.




Ahora, tres años después, otra declaración que sigue la línea de estas estupideces, que ellos entienden como parte de su lógica, llega de Polonia. El arzobispo de Varsovia, un tipejo llamado Jozef Michalik acusó a los niños como los culpables de los abusos. Ellos incitan, ellos provocan. Y aquellos —los sacerdotes— caen a la provocación, humanos finalmente.
Los crímenes de pederastia son los más imperdonables: abusar de tal forma de un menor que perderá para siempre su inocencia. Y también, son los que quedan más impunes, sobre todo cuando hablamos de sacerdotes como los responsables.
Y es que ellos, arropados por su sotana y una moral hecha a conveniencia, se protegen en la justicia divina, pensando que será hasta después de su muerte cuando encuentren el castigo. Mientras tanto, aquí piden misericordia. Olvidan que, tal como dicen: son humanos y claro, ciudadanos (que aunque no pueden ser votados, sí emiten su voto).
Así que como tales, deben ser juzgados también. Humanos, se dicen, entonces, al igual que cualquier otro mortal, saben del libre albedrío y las diferencias entre el bien y el mal. Esos, algunos malditos prelados que condenan, pero que se esconden detrás del crucifijo; esos que rompen los sueños de algunos niños, que les cortan de tajo años que tendrían que disfrutar en la más pura inocencia. Esos mismos que hipócritas castigan y que no son capaces de pedir misericordia si no es en beneficio propio.
La Iglesia católica se ha tardado mucho en fijar una postura. Ha dicho que condena, que es imperdonable, incluso se ha disculpado, pero ha faltado fuerza para decir nombres, para exigir justicia, de lo terrenal. Y es que de la divina, la que ellos esperan, de esa nadie será testigo.
Si el Diablo los tentó, que no se esperen a las llamas del infierno. Que sea aquí donde paguen sus delitos y no se queden sólo con sus culpas. Que sean juzgados cada uno de los sacerdotes que han cometido actos de pederastia, es lo menos que podríamos esperar de una institución que tiene poder de mando dentro de tantos países del mundo.
El papa Francisco desde que tomó el lugar que dejóJoseph Ratzinger al frente del Vaticano, se ha mostrado mucho más abierto al tratar temas que históricamente habían sido intocables. Asuntos con posturas con carácter de inamovibles, como el aborto, los anticonceptivos o el matrimonio entre personas del mismo sexo, éste ha tenido mucho mayor apertura que en boca de sus antecesores. Incluso ha hecho votos de humildad, alejado de la vida de lujos que se ofrece al jefe de la Iglesia católica. Suspendió hace unos días a un obispo que gastó cerca de 40 millones de euros en la construcción de una residencia. Si el papaFrancisco sigue esa línea y enfrenta los casos de pederastia, podría encumbrarse como la figura que cambiaría a la Iglesia católica. Porque es el asunto que ha perseguido a su institución desde hace tanto, tanto tiempo.
Que Jorge Bergoglio tome ya esta decisión, para que se juegue con aquella famosa frase que hace referencia  a Lutero,  y  se  pueda   usar  “poner  la Iglesia en manos de Francisco...”, como sinónimo de reforma y depuración.


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