En los próximos días, los tres principales partidos políticos discutirán una nueva reforma política. Ha trascendido que el Partido Acción Nacional y el de la Revolución Democrática plantean que uno de los puntos no negociables de esta iniciativa es la creación de un instituto nacional de elecciones. Si esto se concreta, podría representar una claudicación histórica para los panistas.
Demos por sentado que los órganos electorales estatales son secuestrados por gobernadores o caciques regionales. El punto es si ante la imposibilidad de evitar que los institutos locales sean instrumentos al servicio de terceros lo que toca, según los panistas, es echar por la borda la larga batalla por el federalismo.
Esto dicen los principios de doctrina de Acción Nacional:
“El Estado mexicano también ha de promover un federalismo responsable, donde la descentralización de funciones y de recursos confluya en el compromiso de los gobiernos municipales, estatales y federal para gestionar el bien común de la Nación desde cada ámbito de competencia”. Y los estados tienen, como ámbito de competencia otorgado por la Constitución, el de organizarse para sus elecciones.
Desde su nacimiento los panistas advirtieron que “México debe ajustar su vida a los principios federales vigentes en la Constitución y superar el centralismo político y económico en que vive, que mengua la autonomía de los estados, les impone autoridades, les dosifica ingresos y niega, con todo ello, los supuestos mismos de la Federación”.
Que el PRI-Gobierno quiera recentralizar el pago a maestros o la compra de medicinas (que podría suponer grandes dolores de cabeza en materia de logística de distribución) se entiende. Y se entiende no sólo por las transas (no hay otro nombre) que en el caso de los medicamentos se han descubierto en estados (Chiapas, por ejemplo). Se entiende sobre todo porque en el ADN del PRI está la concentración antes que la repartición del poder. Pero con la recentralización de las elecciones el PAN estará dando un giro en su visión de las cosas. Suena profético el documento fundacional blanquiazul cuando en 1939 estableció:
“En la realidad política mexicana, la práctica real del federalismo, independientemente de las críticas que sobre su vigencia histórica pudieran formularse, resulta camino adecuado para la aplicación del mayor número de esfuerzos, a fin de lograr un desarrollo intensivo y armónico del país”.
Porque si los órganos son secuestrados y secuestrables por gobernadores y caciques es debido al enclenque desarrollo de la política en muchas regiones. O sea, síntoma, no causa. ¿Tutelar desde el centro las elecciones generará mejores procesos democráticos? Si ese discurso hubiera prevalecido en los años 80, nunca habría nacido el IFE ciudadano que hoy conocemos.
En 1995 Carlos Castillo Peraza advirtió que “la batalla por la democracia y por el federalismo se ha trasladado al ámbito municipal, es ahí donde nos vamos a jugar si la transición es del viejo presidencialismo centralista, antidemocrático y populista, a un régimen debidamente organizado para que el poder legislativo acote el poder presidencial y se devuelva a estados y municipios las capacidades, facultades y derechos que les da la Constitución, o, si bien, en lugar de pasar de este punto al otro, el país se sumerge en una especie de ‘CNC’ nueva, la Confederación Nacional de Caciques” (La batalla municipal, retomado en El porvenir posible, FCE).
Claramente nos pasó lo segundo que advertía el fallecido panista. Hoy algunos de sus compañeros de batallas creen que hay que recomenzar desde el centro, desde arriba, lejos de los estados, de los municipios. Punto panista a favor del centralismo. Raras vueltas que da la vida.
salvador.camarena@razon.mx
Twitter: @salcamarena
Twitter: @salcamarena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.