“Donde hay educación, no hay distinción de clases”..
Confucio
Hoy comienza la octava semana del paro magisterial en Oaxaca. Un millón 300 mil niños están sin clases. Prácticamente se ha perdido ya el año escolar. No es algo nuevo. Desde hace 33 años ha habido siempre algún paro educativo en la entidad. En promedio son de alrededor de 40 días y se realizan en mayo para obtener beneficios adicionales a los que consigue el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en su negociación salarial con el gobierno federal. En 2006 el paro se alargó siete meses.
Ninguno de los paros ha sido una huelga formal. La sección 22, que domina la educación en Oaxaca, nunca ha emplazado a huelga ni ha esperado a que los tribunales de conciliación y arbitraje determinen si se han dado las condiciones legales para una suspensión de actividades. A los líderes de la sección 22 les ha salido más rentable suspender actividades cuando quieren y presentar sus exigencias económicas o políticas a las autoridades.
Los gobiernos oaxaqueños, desde el que encabezaba Pedro Vásquez Colmenares en 1980, hasta el actual, de Gabino Cué, siempre han cedido a cuando menos una parte de las exigencias de la sección 22. Siempre han pagado, además, las quincenas no trabajadas. De esta manera han generado un incentivo perverso para realizar paros todos los años.
El resultado ha sido un deterioro importante de la educación en un estado que sufre ya deficiencias por su pobreza ancestral. Si bien la sección 22 ha hecho siempre lo posible por evitar evaluaciones del nivel educativo de Oaxaca, el Índice de Desempeño Educativo Incluyente (IDEI) de la organización Mexicanos Primero coloca a Oaxaca en el penúltimo lugar del país, solamente arriba de Chiapas.
Las cosas difícilmente van a cambiar. Los distintos órdenes de gobierno están aterrorizados por la sección 22 y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. La Secretaría de Gobernación federal le ha dado a la CNTE un reconocimiento de facto como contraparte en negociaciones en 22 estados del país a pesar de que sólo tiene mayoría en siete. El mensaje al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación es que los paros, las movilizaciones y los plantones son la forma eficaz de obtener beneficios. El gobierno de Oaxaca ha prometido a la sección 22 que cubrirá las quincenas no devengadas cuando los maestros regresen a las aulas y mientras tanto se ha abstenido de pagar a los docentes de la sección 59, los que sí están dando clases, para no irritar a la dirigencia de la sección 22. El Gobierno del Distrito Federal apoya los plantones y movilizaciones de la CNTE con baños portátiles, alimentos, cortes a la circulación realizados por la policía y quizá con más. Solamente el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, ha amenazado a los maestros de la Coordinadora con destituirlos si no regresan a clases. Pero la experiencia nos dice que en el mundo de la política mexicana una cosa es amenazar a los grupos de poder y otra muy distinta cumplir las amenazas.
Mientras los maestros de la sección 22 buscan mantener sus privilegios, y evitar la aplicación de la reforma educativa, 1.3 millones de niños de las escuelas públicas de Oaxaca han perdido ya el año escolar. Esto es lo único que parece no importar a los líderes magisteriales o a los políticos. La educación pública de calidad es una hermosa bandera para actos de campaña y mítines sindicales, pero tratar de convertirla en realidad, cuando hay intereses tan fuertes que se benefician de dejar a los niños sin clases, es una tarea que todos rehúyen.
CONSULTA
En una “consulta” a 6 mil de los 73 mil maestros de la sección 22 se tomó la decisión de dejar sólo a 400 activistas en el plantón de la Ciudad de México y trasladar al resto a Oaxaca. Si el resultado es ratificado por una asamblea, la sección 22 hostigará nuevamente a los oaxaqueños en vez de a los capitalinos para pedir, entre otras cosas, que les paguen las quincenas no trabajadas.
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Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=196324
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