Hoy se ven lejanos los primeros días del sexenio, cuando el nuevo gobierno llegó con promesas y un pacto político para hacer reformas legislativas. A lo largo de estos doce meses el país ha pasado de las promesas a la realidad. A la vista están los resultados que deja el primer año del gobierno de Enrique Peña Nieto. Parafraseando a Moisés Naím, el poder del presidente en México es cada vez más difícil de usar y más fácil de perder.
Si combinamos los tiempos y las percepciones tenemos una valoración de lo que ha hecho el gobierno: la aprobación general ha bajado de 56 a 50% y la desaprobación ha crecido de 29 a 37%. Lo mejor ha sido la reforma educativa (9%) y la ayuda a los damnificados (7%). Lo peor fue subir los impuestos (11%). Una mayoría de 63% menciona las acciones negativas y sólo un 47% las positivas, a lo cual se puede sumar la opinión de que el país no va por buen camino (40%) contra un 33% que considera que va bien. Los indicadores de esta encuesta muestran también que un 61% opina que se debe cambiar el rumbo y un 63% opina que los problemas están rebasando al presidente Peña, como lo hicieron con Calderón en noviembre de 2011 (El Universal, 19/XI/2013).
El gobierno en este primer año ha tenido al menos cuatro fases: la luna de miel en donde se anuncia el Pacto por México y se hacen las dos primeras reformas, la educativa y la de telecomunicaciones, periodo que va de la toma de posesión al primer periodo ordinario de sesiones del Congreso. Luego viene el intermedio electoral en donde la competencia por los comicios locales impone su dinámica y quedan entre paréntesis las reformas. Una vez terminada la competencia, se abrió un pequeño espacio para un periodo extraordinario y se aprobaron dos de tres leyes secundarias de la reforma educativa en medio del movimiento magisterial de la CNTE que asfixió a la ciudad de México con la bandera de tirar la reforma. El último periodo se inicia con el primer Informe de gobierno, cuyo mensaje político se mantiene dentro de un ambiento controlado y con un discurso más cercano al spot, que a un reconocimiento de logros y dificultades. En esta última fase se aprueba el paquete económico y la nueva miscelánea fiscal, que divide a los integrantes del Pacto. Hoy sigue en proceso la reforma político-electoral; también están pendientes las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones, y se supone que viene la reforma energética, con una fuerte resistencia de la izquierda.
La estrategia pactista tiene como objetivo fundamental sacar adelante todas las reformas en este primer año de gobierno, fijar nuevas reglas y hacer los reacomodos necesarios para desplegar un gobierno de resultados en los siguientes años. La idea de sacar adelante lo que ha quedado pendiente en los últimos 15 años ha generado un congestionamiento de iniciativas en el Congreso. La estrategia deja adversarios importantes, el reacomodo de los intereses no ha concluido y el escenario actual ya muestra importantesresistencias, desencanto y desgaste. En estos días que quedan del 2013 se anuncian todavía varias reformas importantes y ya se ve el fin del Pacto por México, que para unos está por terminar, y para otros seguirá en 2014. Ante este panorama resulta complicado saber qué va a pasar en las próximas semanas.
En suma, el supuesto objetivo de recuperar capacidades regulatorias para el Estado mexicano se ha enfrentado a fuertes resistencias empresariales, sindicales y de los grupos del crimen organizado. Algunas de las reformas han encontrado un contexto adverso, como el hecho de subir impuestos en medio de una caída del crecimiento económico. En la reforma en telecomunicaciones está todo por definirse en las leyes secundarias, es una batalla que todavía no tiene aún desenlace. Ya empezó la operación cicatriz con el magisterio más oficialista y con la CNTE siguen las negociaciones. Se han hecho reformas que están lejos de las promesas iniciales y han propiciado resistencias. Los resultados no se ven todavía. Algunos consideran que es mejor estas reformas, a pesar de todo.
Considero que de nuevo nos quedamos con lo que se pudo hacer. Hay deudas importantes en materias fundamentales que no se han atendido, sólo enuncio tres: están pendientes los instrumentos para combatir la corrupción y la rendición de cuentas; la economía no crece, el salario sigue estancado, igual que la creación de empleo formal; y la inseguridad continúa arrojando escenas de horror para una autoridad que no ha podido cambiar el balance con el crimen organizado. De las promesas a la realidad llegamos al primer año…
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