sábado, 16 de noviembre de 2013

Porfirio Muñoz Ledo - Estado sin sociedad

El juego de propuestas, contrapropuestas y retractaciones de la cúpula política del país en los procesos de negociación dentro del marco del llamado Pacto por México conduce a una creciente confusión de la ciudadanía y disminuye drásticamente su confianza en los procesos democráticos.

El último estudio publicado por Latinobarómetro, como resultado de las encuestas que realiza en 18 países de la región, denuncia que México ha descendido a escalones sumamente bajos tanto en la confianza hacia las virtudes de la democracia como en su satisfacción respecto de los resultados objetivos de ese sistema de gobierno.





Ante la dilapidación del bono democrático que generó la alternancia del año 2000, el mediocre desempeño de los gobiernos panistas, así como la decepción derivada del regreso del PRI al poder, el informe presenta evidencias empíricas sobre la simulación y la ineficiencia de las instituciones políticas de nuestro país.

Refiere el grado de percepción social que existe sobre la realidad del ejercicio de gobierno. La calificación de “régimen democrático de fachada”, como lo han calificado otros estudios, deviene de la incapacidad que éste a demostrado para superar la coexistencia perniciosa de instituciones formales modernas con prácticas autoritarias y con la sistemática conculcación de los derechos humanos.

La alternancia fallida que derivó en el freno de la transición democrática posibilitó escenarios que facilitaron la refuncionalización del autoritarismo, sumado a la incompetencia y avidez de la clase gobernante que le impidieron promover mejores condiciones económicas para la satisfacción de las necesidades de los sectores mayoritarios.

Todo ello ha resultado en un “desánimo generalizado, frustración política, descomposición del tejido social y escenarios peligrosos que podrían favorecer en cualquier momento un estallido social o un golpe de mano.”

La repetición fallida de los intentos de reforma institucional ha permitido la repetición, bajo disfraces distintos, de las prácticas políticas del pasado. Las falsas expectativas creadas por los esfuerzos truncos de construir un nuevo andamiaje institucional han abonado en un profundo escepticismo de la ciudadanía. No hemos logrado construir una nueva relación entre el aparato estatal y la sociedad. Es evidente que no basta una sucesión de reformas para arribar a un genuino Estado democrático. Es necesario dar acceso pleno a la sociedad para que influya como límite y motor del funcionamiento de la vida pública.

La democracia se ha visto frenada por la desigualdad tanto en el acceso a los bienes de consumo y a los bienes públicos. En sólo dos años se incrementó en 40 puntos el porcentaje de mexicanos a “los que el salario no les alcanza y que tiene grandes dificultades para cubrir sus necesidades elementales. Aumentó considerablemente el número de ciudadanos que denunció su precariedad alimentaria. Los entrevistados de Honduras, Guatemala y México fueron los que respondieron mayoritariamente que la situación de sus países era ‘mala o muy mala’”. Para 41% de los mexicanos la violencia, la delincuencia y el pandillerismo son el principal problema que afronta el país.

Ha quedado probado que la alternancia en el poder no modifica los patrones de inseguridad ni las condiciones de vida de la población. A ello se debe que a la pregunta “¿te interesas en la política?” sólo 30% contestó afirmativamente; únicamente 46% de los mexicanos aprueba su gobierno y sólo 21% está satisfecho con la democracia. A la pregunta sobre si la democracia puede funcionar sin partidos, 45% respondió que sí; se trata del porcentaje más elevado de la región. Cuando se interrogó sobre si la democracia podía funcionar sin Congreso 38% respondió que sí, cifra muy lejana a la de los países sudamericanos.

El desencanto con la democracia y los órganos responsables de tomar decisiones debiera hacernos pensar seriamente en la necesidad de implantar cuanto antes los métodos de consulta popular para la toma de decisiones fundamentales, como el destino de los recursos naturales para no quebrantar los muy delgados vínculos que se mantienen entre la sociedad y el Estado. Los riesgos de ignorar el sentir ciudadano por parte de los gobernantes nos aproximan a peligros mayores para la paz pública.

Comisionado para la reforma política del DF

Leído en http://www.enlagrilla.com/not_detalle.php?id_n=29032

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