La crisis era innegable. Veremos si lo que se hizo con Pemex es lo adecuado.
Con los votos del PRI, PAN, Partido Verde y Panal, la Reforma Energética se aprueba y abre el sector petrolero a los capitales extranjeros. Es prematuro saber qué beneficios o perjuicios traerá al país lo avalado por el Congreso e impulsado por el Ejecutivo. Sin embargo, algo se tenía que hacer con Pemex. Eso ya era inaplazable.
A México, el petróleo se le está acabando por la falta de capacidad tecnológica para extraer el crudo de aguas profundas. Simplemente carecemos de esa capacidad. Así han pasado los años y allí están las consecuencias: apenas nos alcanza para costear y surtir 60% de la gasolina que consumimos. Lo demás lo importamos.
La crisis en el sector energético es innegable. Allí están las cifras que dio la senadora Cristina Díaz Salazar:
“La producción de petróleo ha disminuido en un millón de barriles diarios durante una década, a pesar de las crecientes inversiones. Entre 1997 y 2012, las importaciones de gas natural pasaron de 3 a 34%; las de gasolinas, de 25 a 50%; y las importaciones de petroquímicos aumentaron hasta 65 por ciento. En suma: vamos perdiendo”.
Sí: algo se tenía que hacer con Pemex. Pero la pregunta es obligada: ¿lo que se hizo, será lo más adecuado? El tiempo lo dirá.
Para el PRD, se está desmantelando nuestra principal industria, de la cual depende el 8% de nuestro Producto Interno Bruto (PIB) y el 40% del erario nacional.
Esa ha sido la tragedia financiera de Pemex en las últimas décadas: Hacienda le devora la mayor parte de los recursos y de ahí la deuda estratosférica de la empresa. Al dejar de ser paraestatal, Pemex solamente tendrá que aportar los impuestos que le corresponden. Entra en la figura incierta de “empresa productiva del Estado”, ya que ninguna empresa del mundo, por decreto, puede declararse productiva.
Dentro del galimatías petrolero, hay dos puntos que causan prurito: las pensiones de los trabajadores de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y el llamado fracking.
Sobre el primero, el Senado aprobó que el gobierno federal asuma una proporción del pago de las pensiones y jubilaciones de los empleados de Pemex y de la CFE, vía impuestos. Para este virtual “rescate” financiero —sí, otro más, como el Fobaproa y el carretero, entre otros— será necesario que empresas y sindicatos modifiquen los contratos colectivos de trabajo, con la intención de reducir la bolsa que hoy supera el billón de pesos.
Paralelo, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) tendrá que hacer una revisión y fincar responsabilidades, siempre y cuando se comprueben manejos ilegales. Ahí está el detalle: quienes defraudan son corruptos, pero no tontos, y difícilmente dejarán rastros que comprueben irregularidades financieras.
“En este mismo barril están todas las pensiones y todos los privilegios de la casta petrolera, y también están seguramente los Ferraris y la perrita aristócrata que viaja en avión particular”, espetó la senadora Sansores. Nadie la desmintió. Vamos: ni siquiera el líder del sindicato petrolero, el priista Carlos Romero Deschamps, ausente por estrategia durante las maratónicas sesiones últimas. Por algo.
¿Y el famoso fracking, procedimiento para extraer gas shale del subsuelo? La reforma prevé que los propietarios de terrenos donde se exploten hidrocarburos deberán recibir entre 0.5 y 3% de las ganancias por extracción, aunque la letra chiquita establece que los montos reales se negociarán en cada caso particular.
La Reforma Energética —argumenta el gobierno peñista— permitirá que la economía mexicana crezca un punto porcentual en 2018 y aproximadamente 2% más para 2025. Se antojan magros estos pronósticos cuando se ofertaba una reforma petrolera de “gran calado”.
Se esperaría la creación de medio millón de empleos en lo que resta del sexenio, y 2.5 millones más hasta 2025.
Para la oposición —PRD y PT—, estamos ante el desmantelamiento paulatino de Pemex y de la CFE, además de que crecerán actos de corrupción dentro del sector energético debido a que la reforma no incluye verdaderos candados contra la opacidad y se corre el riesgo de que México pierda soberanía energética.
En todo caso, habrá que estar muy atentos con esa palabrita que determinará, en gran medida, el éxito o el fracaso de la Reforma Energética: regulación.
Allí queda la advertencia del gobernador de California, Jerry Brown, en su reciente visita a México, de que si no hay un marco regulatorio adecuado para la participación de las empresas extranjeras petroleras, “se los van a comer vivos”.
El tiempo dirá si Jerry Brown tuvo o no razón.
Twitter: @_martinmoreno
Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2014/08/08/975110
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