jueves, 10 de noviembre de 2011

TEMA DE LA SEMANA Nuestra guerra: Una conversación



HOY PROPONEMOS UN TEMA SEMANAL A DISCUTIR Y LO INICIAMOS CON LA GUERRA AL NARCOTRÁFICO.



Fernando Escalante Gonzalbo • Eduardo Guerrero Gutiérrez Alejandro Hope • Denise Maerker • Ana Laura Magaloni • Héctor de Mauleón Natalia Mendoza Rockwell • Guillermo Valdés • Joaquín Villalobos



El 17 de septiembre se reunieron en la revista nexos diversos autores de ensayos, análisis y reflexiones clave sobre el problema de seguridad y la violencia que han marcado el destino reciente de México. Bajo la conducción de Denise Maerker se sentaron a la mesa a conversar y discutir Fernando Escalante Gonzalbo, Eduardo Guerrero Gutiérrez, Alejandro Hope, Ana Laura Magaloni, Héctor de Mauleón, Natalia Mendoza Rockwell, Guillermo Valdés y Joaquín Villalobos. Hablaron durante cuatro horas, la versión estenográfica de la conversación fue editada y enviada a sus autores para que corrigieran y añadieran lo que juzgaran pertinente. Este es el resultado


Denise Maerker: Todos ustedes han escrito o generado piezas clave sobre la crisis de seguridad y violencia que enfrenta México. En algunos puntos coinciden, en otros discrepan. Lo cierto es que la situación, desde que sus textos fueron publicados o sus estudios hechos, ha cambiado constantemente y hay nuevos elementos de reflexión. Queremos volver sobre las primeras hipótesis o explicaciones, hacer un alto en este camino, regresar a nuestras hipótesis originales, encontrar —por qué no— puntos comunes que nos den una visión más clara de en qué consiste la crisis, qué la desencadenó, y si era inevitable o no. Les propongo empezar por el principio, preguntarnos qué ocurrió en el país con eso que podríamos llamar “la tormenta perfecta” en la que concurrieron muchas cosas: el cierre al narcotráfico de “La Ruta del Caribe”, la transición democrática de México que puede haber diluido los mecanismos de control social que existían; la debilidad histórica de los gobiernos y las policías locales, el fin de la prohibición de la venta de armas de alto poder en Estados Unidos… 

Eduardo Guerrero: Desde los ochenta en México tenían lugar episodios de violencia en varias regiones del país ligados con el narcotráfico, pero me parece que la pregunta que ahora nos hacemos todos es: ¿por qué a partir de mayo de 2008 aumentaron súbita y sostenidamente los homicidios relacionados con la delincuencia organizada a niveles nunca vistos? El aumento de la violencia se registra en un momento en que el gobierno mexicano coloca en el centro de su agenda el combate al narcotráfico y el fortalecimiento del sector de seguridad. Y sucede que, paradójicamente, esas decisiones gubernamentales para fortalecer la seguridad son un grupo de variables clave para explicar esta violencia extraordinaria. La violencia aumenta, por ejemplo, cuando tienen lugar detenciones de capos, decomisos de armas y automóviles. Me parece a mí que la política actual de detenciones (y quizás algunos decomisos) es relevante para explicar la violencia actual.






Alejandro Hope: Puede haber un primer punto de acuerdo en que la raíz de la crisis no es estructural. Sabemos de las debilidades de las instituciones de seguridad y justicia, pero con esas mismas policías y esos ministerios públicos, tuvimos una caída sostenida de algunos indicadores de delitos violentos durante un periodo largo, digamos de 1993 a 2007. Lo que sorprende y hace difícil el diagnóstico es lo abrupto del incremento que se da en 2008. Hay que explorar factores coyunturales, entre 2005 y 2008, que puedan explicar esto. Algunos de esos factores están asociados a las decisiones de gobierno, pero otros no. Por ejemplo, entre 2007 y 2009 se da un incremento en el precio de la cocaína en Estados Unidos. Según la base de datos de la DEA, en esos dos años se duplicó el precio de la cocaína. Ahora bien, si uno corre la gráfica de homicidios contra el precio de la cocaína verá que son comportamientos casi paralelos. Éste es un primer punto no trivial. Un segundo punto es el de las armas. No tenemos buena información al respecto, pero estudios recientes muestran que la disponibilidad de armas parece haber incrementado el número de delitos violentos en comunidades fronterizas. Tercer punto, también de coyuntura: el gobierno de Estados Unidos acelera la deportación de ex convictos a partir de 2002. Entre 2002 y 2008 se incrementa 35% el número de ex convictos deportados a México y crece todavía más en 2009 y 2010. En 2010 deportaron algo así como 120 mil ex convictos; en 2002 fueron 30 o 40 mil.


Fernando Escalante: Creo que podemos estar de acuerdo en que la política del gobierno federal, lo que hizo y dejó de hacer el gobierno federal durante este sexenio, es el factor decisivo para explicar el salto. Hay otros factores también, pero un cambio de esa magnitud en un año sólo puede explicarse por factores coyunturales. Ahora bien, me parece importante subrayar que eso que haya hecho y dejado de hacer el gobierno federal afecta no sólo a las organizaciones criminales de que hablaba Eduardo Guerrero. Hay otras violencias, otras formas de violencia que no tienen que ver con el contrabando o la venta de drogas. Mirando regionalmente el mapa de la violencia, la que no está directamente asociada al narcotráfico me parece incluso más grave; no los pleitos entre organizaciones de delincuentes, que tarde o temprano llegarán a un acuerdo, sino esas otras violencias que parece que se han instalado en el país.

Denise Maerker: En el fondo hay una pregunta sobre la inevitabilidad de la intervención del Estado. ¿Era deseable esa intervención? ¿Era indispensable?                  

Eduardo Guerrero: Yo me atrevo a decir, ya me desmentirán, que en esta mesa hay un acuerdo en que el gobierno debe luchar contra el crimen organizado y contra la inseguridad. Lo que sorprende es la precipitación con la que el gobierno lanza su ofensiva. A 10 días de tomar posesión, el 11 de diciembre, el nuevo gobierno aplica un primer operativo en Michoacán con resultados —por cierto— aparentemente buenos. En ese año, 2006, Michoacán era el estado más violento del país. Hay asesinatos de mandos policiales, expresiones del gobernador Lázaro Cárdenas de que no es posible transitar en varios municipios de Michoacán. Este gobernador solicita, desde finales del sexenio de Vicente Fox, una intervención del gobierno federal. Fox, al parecer, no atendió la solicitud sino Felipe Calderón (quien nació en Michoacán, por cierto). Con el operativo del gobierno federal descendió la violencia y hubo importantes decomisos y detenciones. Se elevaron también los niveles de aprobación del presidente. La intervención del presidente estaba respondiendo a una exigencia social. Y la lucha era políticamente conveniente para mejorar las condiciones en que asumió el poder el presidente de la República. El factor sorpresa fue importante en el primer operativo en Michoacán, pero ese factor ya no estuvo presente en los siguientes y la eficacia disminuyó gradualmente.

Ana Laura Magaloni:
 A mí no me queda claro a qué denominamos la crisis de inseguridad. ¿Quién amenaza realmente a la sociedad? ¿Las otras violencias de que habla Fernando Escalante o a la violencia de las organizaciones criminales? Y eso lo digo con respecto a la pregunta de qué tan inevitable o necesaria era la intervención del Estado. Hay que preguntarse: inevitable o necesaria, ¿para qué? No sé cuál haya sido el indicador duro de la necesidad de intervención. Salvo Michoacán, los homicidios venían para abajo, la violencia no era un problema. Hoy tenemos una violencia que no sé cómo se va a contener y en delitos que duelen a la población: secuestro, extorsión, homicidio. La intervención era necesaria, ¿para qué? Porque, sin duda, en estos años ha cambiado el fenómeno: estamos ante otro fenómeno que requiere otro tipo de intervenciones. Es preciso definir qué era la crisis de seguridad de la que estamos hablando, por qué necesitaba el Estado sacar el ejército a las calles y a la policía. Porque si no nos ponemos de acuerdo sobre eso no vamos entender si fue adecuado o no.

Joaquín Villalobos:
 Hay un factor que no tiene tanto que ver con el número de homicidios. Me refiero al cambio en las características de la violencia que se da entre 2005 y 2007. La violencia que se observa en México antes de esos años tenía niveles de brutalidad mínima, era poco sistemática y no estaba organizada. Sin embargo, hacia el final del gobierno de Vicente Fox apareció una violencia sistemática, organizada y con un nivel de brutalidad extraordinaria, que era cualitativamente distinta y estaba asociada a factores estructurales como el mercado de drogas, la evolución de los grupos delincuenciales y la debilidad de las instituciones. Lo que yo observo es, entonces, que hubo un cambio cualitativo que se produce entre 2005 y 2007, y que en 2008 se manifiesta con toda su fuerza. Esta segunda violencia genera, por necesidad, la intervención del Estado, porque es una muestra de intimidación mucho más potente, que pone en jaque la capacidad del Estado de ser autoridad; reto completamente distinto al que plantea la violencia común.


LA CONVERSACIÓN COMPLETA EN     Revista Nexos

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