Ciro Gómez Leyva |
Pregunté aquí el miércoles, por qué #YoSoy132 no había dicho nada sobre los huevazos que dos presuntos integrantes del movimiento le lanzaron días atrás a Adela Micha en un auditorio de Veracruz. Una de dos, propuse: o el #132 se volvió una burocracia lenta y adiposa, o avalaba la ofensa con íntima satisfacción y público disimulo.
Pues, bien, el fin de semana se llevó a cabo la asamblea general interuniversitaria del movimiento. Hablaron, de acuerdo con las notas y crónicas, de planes de acción, acciones para el 1 de diciembre, organización, pero no de los huevazos a la periodista.
Insistir en el tema podría parecer banal a estas alturas. No creo que lo sea. Una agresión jamás será trivial, insustancial. Menos para quienes se presentaron como viento refrescante de la actividad pública en México; como respuesta ética a lo corroído, lo podrido, especialmente en los medios de comunicación.
Pero una de dos, o una torva burocracia, que al parecer se apoderó del movimiento, maniobró para eludir el tema, o, en efecto, #YoSoy132 vio con buenos ojos los huevazos.
Se dirá que un grupo que aún lucha por dotarse de una organización y una representación eficaces no tiene por qué disculparse por la conducta de dos espontáneos que en su casa los conocen.
Por eso, precisamente, para disipar dudas, algunos ilusos esperábamos, más que una disculpa, un reproche incontrovertible a la acción. Un deslinde claro y franco. Un “nosotros no hacemos eso”, “nosotros no queremos eso”.
Pero no lo hubo. A 10 días, el silencio del #132 es complacencia.
Es un: Adela, te lo merecías.
Qué pena.
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