Era un hombre excepcionalmente vanidoso y que aún en las cosas más simples quería llamar la atención.
Se encontró con un joven y le dijo:
- Tengo un tambor tan enorme que su sonido se puede escuchar a más de mil kilómetros.
El estudiante repuso sonriente:
- Pues, amigo, yo tengo una vaca de tamaño tan descomunal que cuando anda y apoya las patas delanteras, luego tarda todo un día en apoyar las patas traseras.
El hombre protestó:
- ¡No puede haber vacas tan grandes!
Y el estudiante dijo:
- ¿Ah no?
- Entonces, dime, ¿de dónde crees que sacan la piel para hacer tu tambor?
Maestro: la vanidad lleva en sí misma a menudo su propio castigo
Sacado de: Cuentos espirituales de la China de Ramiro A. Calle. pag. 122, Editorial Sirio
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