Sería un detalle histórico que, antes de abandonar la Presidencia, Felipe Calderón exija a Estados Unidos detener a los agentes migratorios que han asesinado a 34 mexicanos en la frontera durante 12 años de gobiernos panistas.
El miércoles pasado, un agente migratorio mató de ocho tiros en la espalda a José Antonio Elena Rodríguez, de 16 años, al dispararle desde el lado estadounidense hacia Nogales, porque “se sintió amenazado”, según informó la Patrulla Fronteriza del sector Tucson, Arizona.
Sin embargo, los antecedentes de justicia son nulos: Estados Unidos acaba de exonerar al agente que asesinó de un tiro en la cabeza, el 10 de junio de 2010, a Adrián Hernández Güereca, de 15 años, bajo un puente en el Río Bravo, del lado mexicano.
La autopsia realizada al cadáver de Hernández Güereca indicó que la causa de la muerte fue “laceración encefálica consecutiva de herida producida por arma de fuego en el rostro por disparo mortal a una distancia relativamente corta”.
Apenas en los últimos tres meses, agentes estadounidenses asesinaron a tres mexicanos en la frontera: el 8 de julio a Juan Pablo Santillán, de 37 años, en el puente Los Tomates-Texas; el 6 de septiembre a Guillermo Arévalo Pedraza, de 36 años, en Laredo, Texas; y ahora a José Antonio.
Además, en enero de 2007 fue abatido Francisco Javier Domínguez, por un agente en Naco, Arizona; el 8 agosto del mismo año, José Alejandro Ortiz, por un agente en El Paso, Texas; y el 20 de mayo de 2010 fue asesinado a golpes Anastacio Hernández Rojas, por agentes en San Ysidro.
También murió a balazos José Alfredo Yañez Reyes, tiroteado en junio de 2011 por un agente en la barda que divide a Tijuana de San Diego, debido a que, al igual que José Antonio el miércoles pasado, presuntamente le lanzó piedras al uniformado.
Todas estas muertes han quedado impunes porque: 1- El gobierno mexicano no fue lo suficientemente enérgico para exigir justicia. 2.- El gobierno estadounidense acepta que sus agentes fronterizos asesinen a mexicanos si lo creen necesario.
Por ejemplo, Andy Adame, portavoz de la Patrulla Fronteriza del sector Tucson, Arizona, justificó la muerte de José Antonio al asegurar que éste apedreó desde 30 metros de distancia al agente que lo mató y “cuando un agente piensa que está su vida en peligro, se borra la frontera”.
Es decir, para Washington “se borran” tres mil kilómetros de frontera con México si uno de sus agentes “piensa que su vida está en peligro”, aunque se trate de unas supuestas piedras que les tira un chico desde ¡30 metros de distancia!
En contraparte, deberíamos exigirle revisar los protocolos sobre el uso excesivo de la fuerza en la frontera.
¡Cuando menos!
ruben.cortes@razon.com.mx
Twitter: @ruben_cortes
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