Hay muertos que el Gobierno Federal no quiere contar, como los 13 mil 775, que en los primeros ocho de meses de administración de Enrique Peña Nieto, se acumularon a lo largo y ancho del país de acuerdo a Procuradurías de los Estados; luego están los que se presumen muertos, dado que que nadie encuentra, los más de 25 mil desaparecidos que según organizaciones de los Estados Unidos, sucedieron en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa.
Muertos célebres que despiertan revuelo, como el recién asesinado Francisco Javier Arellano Félix, que bajo la estirpe del cártel Arellano fundado por él, y sus hermanos, perdió la vida cuando un sicario disfrazado de payaso de fiesta le asestó cinco disparos en plena celebración de sus 63 años. El video donde se ve por segundos al payaso caminar con determinación hacia su objetivo, mientras un cantante de apodo “El Mimoso” entona una canción a son de mariachi, interrumpida por el sonido de cinco balas percutidas, ha sido visto por cientos de miles de personas en la Internet.
Luego están los muertos de la inseguridad, el narcotráfico y el crimen organizado, que fueron enterrados en hechizas fosas comunes llamadas, en el contexto de la narco-cultura mexicana, narco-fosas. O aquellos 300 cuerpos, que según “El Pozolero” de los Arellano, deshizo en ácido.
Los muertos incomodan a los Gobiernos, pues los gobiernos son responsables de la seguridad de los mexicanos, y el conteo de cada uno de los asesinados, es equiparable a la incapacidad del titular de la administración federal (o la estatal o la municipal) para hacer frente a la inseguridad y la violencia.
Pero hay otros muertos de sexenio. Aquellos que en la política han perdido la vida, que son harto llorados y recordados en el sexenio que les tocó vivir y ejercer, para ante el cambio de administración -y partido- pasar al olvido de los muertos oficiales.
Hace dos días, el 11 de noviembre de 2013, se cumplieron dos años de la muerte de José Francisco Blake Mora, quien al momento de caer el helicóptero de la Fuerza Aérea que lo transportada desde la Ciudad de México, y que tenía como destino final Morelos, era Secretario de Gobernación.
A Blake Mora, el entonces Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, le organizó funerales de Estado en el Campo Marte. Su féretro no fue el único aquella mañana, ahí estaban otros siete cascos fúnebres, conteniendo los restos de quienes la mañana del 11 de noviembre de 2011, viajan junto al Secretario de Gobernación: Felipe Zamora, Alfredo García Medina, Diana Hayton Sánchez, René de León, Felipe Bacio, Pedro Escobar, y Jorge Luis Juárez.
En el Partido Acción Nacional también se celebraron honras fúnebres, lo mismo en Baja California, de donde Blake Mora era originario, y había sido Secretario de Gobierno del Estado con José Guadalupe Osuna Millán. Sus cenizas fueron honradas en el Teatro del Centro Cultural Tijuana.
Posterior a su muerte, muchas calles, avenidas y bulevares en el país, fueron bautizadas con el nombre de José Francisco Blake Mora. Al año de su fallecimiento más honras, más misas, más recuerdos.
Lo mismo había sucedido tres años antes, en el mismo sexenio de Felipe Calderón, cuando también en Noviembre, pero el día cuatro del año 2008, el avión en el que se trasladaba el segundo Secretario de Gobernación de dicho sexenio, Juan Camilo Mouriño, cayó en la Ciudad de México. El procedimiento de honrar la muerte del servidor público fue pomposo. Funeral de Estado, misas, reconocimientos, calles, monumentos.
Hasta que el PRI ganó la Presidencia de la República con Enrique Peña Nieto, y los mártires de la política panista, ya no lo son.
El martes 11 de noviembre de 2013, no hubo ceremonia para homenajear la memoria de Blake, Secretario de Gobernación que perdió la vida en el ejercicio de su labor. Ni en Gobernación lo recordaron, ni coronas se apostaron en las calles, bulevares o avenidas que llevan su nombre. En el Partido Acción Nacional, tampoco lo recordaron.
La memoria de Blake tiene dos enemigos que le impiden el reconocimiento público: los calderonistas están fuera del PAN, y la Presidencia, y por lo tanto Gobernación, están en manos tricolores y no azules.
En Baja California, el Gobierno del Estado que desde el 1 de noviembre encabeza Francisco Arturo Vega de Lamadrid, no realizó acto especial de conmemoración luctuosa. Tampoco en el PAN-BC se le recordó. Es evidente que el nuevo gobernador y su partido, no pertenecían al círculo de Blake o de Felipe Calderón.
Así, Juan Camilo Mouriño primero, y ahora Francisco Blake Mora, pasaron a ser muertos de sexenio, de política y partidos. Que ante la caída electoral de su instituto el PAN, van poco a poco cayendo en el olvido.
Revive la memoria perdida en dos sexenios panistas, del priísta Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado que fue el 23 de marzo de 1994 cuando competía por la Presidencia de la República. Ahora con Gobierno del PRI, en municipios hay más calles que se llaman como el político sonorense caído en Tijuana ante las balas de la pistola de Mario Aburto Martínez.
El pensamiento político de Colosio está en los discursos presidenciales, en la fracción priísta de la Cámara de Diputados y también en la de Senadores. Después de doce años de olvido gubernamental, la memoria y el reconocimiento al pensamiento colosista están de vuelta. Mientras a Blake Mora, solo el ex Presidente Felipe Calderón le recordó, y conmemoró su memoria en el aniversario luctuoso, aunque solo fue con dos tuits, fue el único que le honró.
Los muertos de sexenio, los políticos, los candidatos, que han perdido la vida ejerciendo la política y la administración pública, van y vienen en memoria, dependiendo del partido en el poder. Triste caso.
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