A Rafael Tovar y de Teresa.
Supongo que ocurre en todas las democracias. Ello no justifica, describe. Su presencia en todas las latitudes tampoco avala, cuando más señala un hecho no deseable. En todos los países se cometen homicidios, el fenómeno es universal. Pero en algunos hay menor incidencia. Estamos frente a algo indeseable y todos deberíamos pretender arrinconarlo. Las graves consecuencias de esta deformación están a la vista.
En democracia la negociación es obligada. Los pesos y contrapesos garantizan que las diferentes visiones del mundo estén representadas. Los legisladores llevan esa encomienda. La balanza oscila. Así es la democracia. Pero, ¿hasta dónde la negociación puede degenerar en un vil trueque que distorsiona y produce engendros? ¿Cuáles son los límites de la negociación? Cada materia tiene una lógica. Si hablamos de impuestos debe haber objetivos comunes. Que todos paguen, los más posibles. Que paguen más los que más ingresan y más gastan. Que se aliente la generación de empleos y, sobre todo, que se busque ese ideal impostergable en México, mayor justicia social. ¿Cómo lograr esos objetivos?, allí las respuestas son técnicas. Tocamos hueso. ¿Qué estamos discutiendo, los objetivos o las fórmulas para obtener buenos resultados?
De nuevo en todas las democracias hay negociación, pero en las maduras las ideologías van perdiendo peso frente a las soluciones técnicas. Queremos disminuir la pobreza extrema a un dígito, la fórmula es A, B, C. Allí es donde los técnicos deben ocupar su lugar y la negociación política debe ser acotada. Queremos seguridad social universal. ¿Cómo se financia ese servicio en otros países? Cada materia tiene su lógica y, por ende, cada discusión tiene un sentido frente al ciudadano. Queremos energía barata, qué hacer. Pero en México está ocurriendo algo muy diferente.
El Pacto por México logró la firma de 95 metas comunes de corto, mediano y largo plazos de los principales partidos. Excelente. Es un paso hacia un proyecto común de nación y hacia una congruencia mínima en el discurso. Por objetivos comunes no paramos. Es en los cómos donde surgen diferencias abismales. Allí donde la técnica debería imponerse aparece el fantasma del México ideológico, no es que salga de la tumba, está vivo, conviviendo a diario entre nosotros y goza de una fuerza descomunal. Los contratos de “utilidad compartida” disfrazan la producción compartida. La realidad es que a las empresas globales, cuya participación necesitamos dada la emergencia energética, les interesa compartir producción, comercializar. Así es hoy el enorme mercado energético. Pero en México compartir producción es irreverencia, la perversa ideología hace de las suyas. Peor aún es pronunciar la palabra “concesión”. Pero si la reforma energética no cumple con los requerimientos internacionales no va a funcionar y todos los mexicanos saldremos perdiendo. ¿Qué estamos negociando? Objetivos pareciera que no, los tres partidos nacionales coinciden en ellos. Son las fórmulas y ellas dependen de las condiciones de un mercado global.
Hay algo aún más grave. La animadversión partidaria es hoy en México todavía un terrible obstáculo para negociaciones maduras. Por eso el ánimo de consenso en grandes objetivos nacionales es deseable, pero también nos puede estar enredando. Tratar de mantener a toda costa a la oposición en la mesa puede deformar cada materia negociada. Supongamos que el PRI fue a la reforma fiscal con el PRD porque sabe que en la energética irá solo con el PAN. Ahora el PAN condiciona la energética a la política. La consecuencia está allí, de pronto se está negociando segunda vuelta contra el futuro de la energía en el país.
El andamiaje fiscal negociado con el PRD es el resultado de consideraciones que poco tienen que ver con las técnicas recaudatorias. El entuerto tendrá que ser enmendado. Pero de la reforma energética depende el desarrollo nacional, no es exageración. Con energía cara, fuera de los precios internacionales, el país se “desindustrializará”, veremos mudanzas industriales hacia EU, nos empobreceremos. Aparece el trueque. ¿Qué va primero? La reelección o la segunda vuelta pertenecen a una lógica que nada tiene que ver con la necesidad de energía barata. Cruzar materias degrada las discusiones. Sumémosle a la discusión consejeros electorales, gasto y un largo etcétera. Trueque. Los panistas alegarán que, sólo así, condicionando su apoyo en la energética, se garantiza avance político. Resultado: fórmulas de representación contra contratos de perforación. Que sean los argumentos racionales de cada materia los que predominen. Reelección contra precio del gas no hace sentido, es trueque.
Por eso la opinión pública no entiende nada, de ahí la enfermiza confusión. Lo que se habla tras bambalinas deforma todo, parece un primitivo trueque en el cual los intereses nacionales se pierden frente a los caprichos partidarios. El Latinobarómetro reporta que más de 60% de los mexicanos está decepcionado de nuestra democracia. No hay sorpresa. ¿IVA, reelección o BTUs? De qué estamos hablando.
*Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.