Me gustaba la idea de desaparecer los institutos locales electorales para concentrar la organización de todos los comicios —federales, estatales y municipales— en un Instituto Nacional de Elecciones (INE), cuya base sería el actual Instituto Federal Electoral (IFE). Me parecía buena idea ya que, por un lado, el país se ahorraría dinero y, por el otro, los gobernadores tendrían menos posibilidad de meterse en la organización de los comicios vía los institutos locales, ya que algunos de ellos nombran y controlan a sus consejeros. Después de platicar y leer a varios expertos en la materia, he cambiado mi postura: la del INE es una mala idea. Y la peor de todas es, como se ha hablado recientemente, una reforma “híbrida” donde no desaparecerían los institutos locales que tendrían que convivir con un nuevo INE.
Comencemos por el argumento de que el país se ahorraría dinero al disolver los institutos locales y consolidarlos en un INE. Que yo sepa nadie ha hecho las cuentas para ver si efectivamente habría ahorros. Lo que sabemos es que costaría millones de pesos la liquidación de miles de empleados de los institutos locales. También sabemos que habría la tentación de integrar a muchos de ellos al INE. Corremos el riesgo que, si de por si el IFE es un elefante enorme que organiza dos elecciones cada seis años, acabe siendo un megamastodonte burocrático, incontrolable y carísimo. Mientras no se hagan las cuentas y se fijen criterios administrativos para que la idea salga más barata, los que nos gustan los ahorros gubernamentales sólo estamos soñando.
Luego está el argumento de que hay que quitarles a los gobernadores el control de los institutos locales. Es cierto que esto ocurre en algunos estados. Pero hay otras entidades donde no es el caso. Tan es así que ha habido alternancia en algunos de ellos. El problema, de nuevo, es que no existe un diagnóstico de cuáles institutos funcionan con autonomía y cuáles no. La idea del INE, de nuevo, parte de una impresión de que hay más malos que buenos, pero en realidad no existe evidencia empírica sólida.
Supongamos, sin embargo, que la mayoría de los gobernadores sí controlan los institutos locales. ¿Resolvería el INE esta situación? Quizá. Pero como dice Luis Carlos Ugalde, “es como si a alguien le duele un brazo y el doctor recomienda cortárselo”. Se trata de una solución muy radical. Lo mismo piensa otro ex consejero presidente del IFE, José Woldenberg: “Es una versión muy simplificada que mete en un mismo saco a realidades muy distintas, si realmente es así, ¿la mejor receta es desaparecerlos? ¿Si de lo que adolecen es de falta de autonomía, la receta no debería ser vamos a fortalecer la autonomía de esos institutos?”.
Hay otro argumento a tomar en cuenta en esta discusión. Se trata de un golpe al federalismo. Como parte de la democratización del país se le transfirió poder y dinero a los gobiernos estatales. Algunos se comportaron como niños: no supieron qué hacer, se portaron mal y abusaron. Es por eso que existe la tentación de recentralizar muchas actividades. El pago de la nómina de los maestros, la compra de medicinas del Seguro Popular o la organización de las elecciones, por ejemplo. Pero si el diagnóstico es un “infantilismo” en los gobiernos estatales, la solución es tratarlos como adultos con medidas que promuevan la transparencia y rendición de cuentas; que existan más pesos y contra pesos, por ejemplo.
Si el problema es que los gobernadores controlan a los consejeros de los institutos locales, cambiemos el proceso de cómo se les nombra. Que el gobernador junto el Congreso local propongan candidatos, el IFE los capacite y escoja a los mejor calificados en un examen, y el Senado finalmente los ratifique.
En vista de que la idea del INE no es buena, ciertas voces hablan de un modelo “híbrido”. El diccionario define este adjetivo como “todo lo que es producto de elementos de distinta naturaleza”. Los defensores del INE quieren desaparecer los institutos locales porque creen que el IFE es superior. Si éste es el caso, no tiene sentido mezclar algo malo con algo bueno. Corremos el riesgo de que empeore lo bueno en lugar de mejorar lo malo. Se trata, en ese sentido, de la peor solución de todas. Al parecer los panistas ya lo entendieron. En palabras del coordinador de los diputados del PAN, Luis Alberto Villarreal: “O vamos a un INE que absorba las estructuras de los institutos locales y a un Tribunal de Justicia Electoral para que regulen el sistema electoral, o mejor quedémonos como estamos”.
Twitter: @leozuckermann
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