martes, 12 de noviembre de 2013

Salvador García Soto - El pacto que vos matais

Mientras buena parte de los analistas y opinadores ven moribundo al Pacto por México y presagian su inminente fin, una vez que se apruebe la polémica reforma energética, la visión que se tiene sobre la salud del mismo Pacto es diametralmente opuesta cuando se la ve desde la óptica oficial. “Yo de ninguna manera pensaría que ha llegado a su fin…En el Pacto seguimos trabajando con las dirigencias de los partidos con mayor presencia electoral..seguimos trabajando en temas fundamentales nos seguimos reuniendo”, dijo ayer el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong.






Lo cierto es que la terminación o la vigencia del tan cacareado Pacto no depende necesariamente de las declaraciones públicas, ya sea de las que lo observan rozagante y vital para seguir pariendo acuerdos y reformas por un buen tiempo, o de las fatalistas que anuncian su agonía y su próxima muerte una vez que ocurra la anunciada reforma petrolera.

El futuro del Pacto por México depende más bien de cómo se definan las disputas internas del PAN y el PRD por sus dirigencias nacionales. Está claro que sí Gustavo Madero busca la reelección y la logra, como todo apunta hasta ahora, la viabilidad del Pacto tiene sentido. Lo mismo ocurriría en caso de que Los Chuchos mantuvieran el control del CEN perredista con su candidato Carlos Navarrete; el escenario para el gran acuerdo cambia si, por ejemplo, se concretara una candidatura de unidad de Cuauhtémoc Cárdenas que tal vez continuaría con el Pacto pero sin el mismo nivel de colaboracionismo que tiene el actual grupo dominante del PRD.

Por supuesto que en el gobierno de Enrique Peña Nieto quisieran alargar la vida del ventajoso mecanismo que ha permitido al actual presidente no sólo cohabitar con una oposición colaboracionista y avanzar en sus propuestas de Reforma en temas que llevaban más de tres lustros paralizados, sino que también el Pacto ha permitido a los partidos opositores avanzar en sus agendas y planteamientos históricos como nunca habrían podido hacerlo, sobre todo dos fuerzas como el PAN y el PRD que venían en franco declive electoral y que, a partir de que se sentaron en la mesa de la negociación resucitaron de su estrepitosa pérdida del poder, en el caso de los panistas, y de un consistente retroceso en su presencia nacional, en el caso del perredismo.

En palabras del coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, el entendimiento entre el gobierno peñista y la oposición representa, en los hechos, un “gobierno de coalición” como el que hasta ahora se han negado a aprobar los partidos en una reforma del sistema. “El Pacto por México es un gobierno de coalición no legalizado, y podría ser, en buena parte, la base de la necesidad que tienen todas estas fuerzas políticas de encontrar un espacio legítimo y legal para trabajar sobre las coincidencias, de tal suerte que el País salga ganando, y eso vendría siendo un gobierno de coalición opcional”, dijo hace unos días el priista en un foro con empresarios.

En la declaración de Manlio como en la de Osorio Chong está implícita la idea de que, al aprobar reformas que están sacudiendo las estructuras económicas y sociales del país, Peña Nieto no actúa solo y, además de la legitimidad que les da a sus iniciativas el voto de la oposición, lo mismo de izquierda que de derecha, también compromete a esos partidos en un ejercicio de co-gobierno inédito hasta ahora en la política mexicana.

Finalmente con el Pacto Peña logra un doble objetivo: se convierte por un lado en el “presidente reformador”, que es misión casi obsesiva de esta administración, y por otro lado reparte el “desgaste” que él mismo ha reconocido por la aprobación de esas polémicas reformas ¿Gozará el Pacto de cabal salud en el 2014 o se agotará con el complicado cambio energético?

NOTAS INDISCRETAS… Con Joaquín Hernández Galicia muere un personaje emblemático de la política mexicana y del corporativismo y la corrupción sindical. Por desgracia, al líder petrolero le sobreviven aún varios charros sindicales que mantienen vigente el tema de la corrupción y un ya debilitado, pero aún existente corporativismo. Los nombres sobran: desde el polémico sucesor de La Quina, Carlos Romero Deschamps con sus múltiples escándalos y excesos de corrupción tolerados por el gobierno priista, hasta el controvertido Joel Ayala de la FTSE o los polémicos dirigentes de la anquilosada CTM y demás sindicatos charros. Hace unos meses, en una entrevista, el periodista Fernando del Collado le preguntó a Joaquín Hernández cómo veía a Pemex: “En manos de los mexicanos, Pemex no debe ser entregado a los gringos ni a los extranjeros”, respondió. El viejo cacique sindical ya no vivió para verlo…Los dados repiten. Escalera doble.


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