martes, 2 de octubre de 2012

Rafael Loret de Mola - ¿Es otro país?

Rafael Loret de Mola
Hace 44 años, los corresponsales extranjeros, en su mayoría, se extrañaron de un hecho singular: A menos de 400 metros de la Plaza de la Tres Culturas, donde se fraguaba y ejecutaba el mayor genocidio contra nuestra generación –Echeverría, nonagenario, sigue vivo y absuelto, pese a las pruebas de su participación en aquel acontecimiento bárbaro-, los automóviles circulaban con normalidad y los transeúntes apenas conocían cuánto estaba sucediendo casi en sus narices, desinformados, en lo general, por una prensa bajo férreo control del Estado, sobre todo los medios masivos de comunicación –Emilio Azcárraga Milmo, presidente de Televisa entonces, aseguró que su empresa era “un soldado más del PRI”, como corrigiendo el Himno Nacional-. El horror llegó después ante las evidencias inocultables.




También cuando, en marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio, con la jerarquía fáctica de “futuro presidente”, fue acribillado en Lomas Taurinas, no pocos ejecutivos del exterior se refugiaron y blindaron en hoteles y residencias creyendo en la posibilidad de un estallido de mayúsculas consecuencias... parecido, vamos, al “pinochetazo” en Chile en 1973. Y grande fue su sorpresa al observar, al día siguiente del magnicidio, que nadie había faltado a sus deberes como consecuencia de este tremendo hecho. En cuestión de horas, la maquinaria priísta se puso en marcha y designó a otro candidato presidencial, el gran simulador Ernesto Zedillo, y éste, poco a poco, fue diluyendo la figura del caído, nombrándolo primero 42 veces hasta dejar de hacerlo por completo para comenzar su propio ciclo abandonando el pasado o creyendo que lo hacía. Al paso de los años, medimos, ahora sí, la magnitud de este crimen en cuanto que modificó el perfil histórico del país.

Pero, por desgracia, la clase política parece inmune ante las presumibles catástrofes. Después de las desaseadas elecciones de 2006, Felipe Calderón asumió la Presidencia en medio de un corral de comedias –convertido así por los perredistas quienes le desconocían colocando curules alrededor de la tribuna para impedir su acceso, mientras los supuestos mandatarios, el saliente y el entrante, entraban por la puerta trasera con el consenso de los propios miembros de la izquierda-, y contra los pronósticos de los más exaltados, está a punto de concluir el sexenio “de la violencia”, que así pasará a la historia, con un saldo sangriento de más de 80 mil víctimas civiles, bastantes más a las registradas en Tlatelolco o cuando las “Camisas Rojas” arremetieron contra los feligreses en Coyoacán en tiempos del cardenismo por órdenes de un tabasqueño –coincidencias siempre-, Tomás Garrido Canabal, quien presumía al presentar sus tarjetas con una leyenda que espantaba a las beatas: “Enemigo personal de Dios”.

Calderón hizo ya su último viaje... como mandatario, se entiende. Y lo hizo, claro, a los Estados Unidos en donde se debaten, en plena campaña, el continuismo paralizante o el cambio sin futuro, basado en la xenofobia y el ánimo de exacerbar el nacionalismo belicista de los estadounidenses. Nada bueno para México en ninguna de las circunstancias, aun cuando la posible reelección de Barack Hussein Obama –el hombre de color que lleva en el apellido los sellos más abominables para la civilización occidental con tan sólo diferencia de una letra-, nos resulta menos gravosa aunque sepamos, de antemano, que su cajón estará cerrado –no abierto, como el de Clinton en 1989-, para el caso de que México requiera dólares como oxígeno en un nuevo momento coyuntural. No podremos endeudarnos más, a menos de que vendamos soberanía al norte o allende el mar, dentro de un filtro cerrado y con altos grados de combustión interna.

Quizá en todo ello pensaron los asesores del presidente electo, entre ellos el doctor Luis Videgaray, colocado en trance de convertirse en un nuevo eje dentro del gabinete con funciones paralelas a las del temible doctor Joseph-Marie Córdova Montoya durante el salinato trágico, cuando se estimó necesario el periplo por las naciones sudamericanas para iniciar el convite de mandatarios a la asunción inminente de diciembre con o sin la voluntad del diseminado “#Yo soy 132” y de los lopezobradoristas incondicionales, tan dañinos como los mercenarios porque cierran ojos y oídos a cualquier señalamiento que no les favorezca; y tal es, sencillamente, terrible para el ámbito democrático que pretendemos construir en una nación plural y, por ende, con corrientes diversas, todas ellas respetables salvo la de los criminales y sus cómplices dentro del establishment.

El mayor de los peligros, y esto debieran entenderlo quienes protestan, está hacia el futuro no en el pasado. La posibilidad de volver a encallar en una plazoleta rodeada de francotiradores a 10 días de la inauguración de los Juegos Olímpicos y con todas las confusiones a flor de piel. De allí la tremenda importancia de los contrapesos, sobre todo en el Legislativo pero también en los medios de comunicación independientes y los escritores y periodistas sin compromisos ni camisetas que defender salvo la de la opinión pública –cada vez más escasos porque muchos optan por el acomodamiento y no por el ejercicio de la libre expresión-, para anular con ellos o cuando menos atemperar los riesgos del autoritarismo, siempre presentes en cuantos al llegar a la silla presidencial dejan de escuchar negativas críticas a cambio de espaldas dobladas por la mezquindad y la impudicia siempre convenenciera.

Francamente, y de acuerdo a lo anterior, no pude sino reírme, y fuerte, con las abominables declaraciones de Calderón –cuyo juicio inapelable ya comenzó-, recomendándole a Peña Nieto, su inminente sucesor, seguir sus pasos en materia de seguridad pública, esto es para mantener la guerra que no ha desinflado al narcotráfico y sí, en cambio, ha producido peligrosos choques entre los mandos castrenses y el Almirantazgo, empeñados en poseer funciones extraordinarias para imponerse unos a otros, mientras corre la sangre en operativos rebosantes de “chivos expiatorios”, esto es de elementos cuya importancia ha descendido en sus cárteles y son susceptibles de perderse por alguna de las prisiones... 

estadounidenses, luego de extradiciones elaboradas sobre los pies.

(Veintitrés años se mantuvo a Rubén Zuno Arce, cuñado de Echeverría, en una cárcel de California acusado de nexos con el narcotráfico y como exhibición palpable de supeditación al gran poder; recuérdese igualmente el penoso caso del “cara de piña” Noriega en Panamá. Por cierto, quienes ahora “defienden” a Zuno, olvidan que contrabandeaba con nitrato de plata –para generar armas de alto calibre y otras lindezas- y que se había erigido como gran cacique de Jalisco. 

Pero en México jamás fue juzgado y sólo lo fue cuando los “gringos” de la DEA lo secuestraron a mansalva. Los gobiernos se debilitan a mayor corrupción).

¿Qué tan cerca, en verdad, estamos del estado fallido? Me temo que Calderón nos deja en el linde mismo. Y es este punto el fundamental a tratar cuando, en noviembre, pasados los comicios estadounidenses, el presidente electo Peña sostenga su primer pulso en la Casa Blanca. No será nada sencillo.

loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
LA LIBERTAD NO SIGNIFICA DARLE DE PATADAS AL VECINO O DENTRO DE NUESTRA PROPIA CASA A QUIEN SE PONGA DELANTE. ES LO QUE NO ENTIENDEN EN CATALUÑA. NO CONOZCO EN MÉXICO, NI SIQUIERA EN DONDE SE MANTIENE LA LEYENDA NEGRA DEL SEPARATISMO, A NADIE CAPAZ DE ALZAR LA MANO CONTRA LA INTEGRACIÓN Y LA ESENCIA NACIONALES. CUIDEMOS ESTE ENORME VALOR.

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/es-otro-pais

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