viernes, 6 de septiembre de 2013

Jorge Leal - Un Cuerpo

Jorge Leal
1977
Uruguay


La morgue estaba repleta. Cubiertos por sábanas algunos, dentro de bolsas plásticas otros, los cadáveres cubrían casi toda la superficie de la sala. También había uno en la mesa de autopsias, y el doctor López se disponía a examinarlo, pero algo que divisó de reojo lo hizo girar rápidamente la cabeza. Una sábana se iba elevando a medida que un cuerpo se erguía hasta quedar sentado.

López quedó inmóvil. Muchas veces vio un cuerpo moverse, pero no de aquella forma. Después de un instante de azoramiento, fue hasta el cadáver que se había sentado de pronto y le quitó la sábana. Era el cuerpo de un hombre, tenía los ojos abiertos y ya lucían opacos. Los primeros signos de descomposición comenzaban a evidenciarse, por lo tanto López descartó que estuviera vivo.



De pronto el cadáver pareció aflojarse y cayó hacia atrás quedando nuevamente tendido. Aquello sí que era raro. El doctor lo volvió a cubrir. “Que espasmo muscular tan particular”, pensó “Si estuviera aquí algún practicante se llevaría un buen susto”. pero un instante después el que se llevó un susto fue él. El cuerpo que estaba en la mesa de autopsias había levantado levemente la cabeza y lo miraba. Luego de un instante la cabeza cayó pesadamente sobre la mesa.

López se acercó con prudencia y dudó varias veces antes de examinarlo. Sin dudas estaba muerto. ¿Qué pasaba allí? Al observar la sala notó que otro cuerpo se movía. Nuevamente, tras un momento de actividad inusual quedó inerte, como si la energía que lo animaba lo abandonara de golpe.

Ahora López miraba hacia todos lados ¿Qué muerto se movería ahora? Detuvo su mirada en una especie de humo que formaba un contorno humano no muy bien definido. La figura espectral avanzaba entre los muertos y desapareció al atravesar una pared, dejando en la sala a un López terriblemente asustado.

Al reponerse un poco, se quitó los guantes, los arrojó descuidadamente y se lavó apresuradamente las maños mientras miraba sobre su hombro. Tenía que marcharse de allí lo antes posible. Las piernas le temblaban. Salió al corredor caminando lo más rápido que podía y, en su apuro casi chocó con un hombre que se iba prendiendo la camisa. El hombre lo miró y sonrió extrañamente, para luego saludarlo con un gesto y seguir su camino. Detrás del tipo corría un doctor, y al ver que no lo iba a alcanzar se detuvo y gritó:

- ¡Señor! ¡No se vaya aún! ¡Tenemos que hacerle algunas pruebas…! -pero era inútil, el sujeto se marchó sin voltear-. Increíble, se fue -dijo el doctor dirigiéndose a López, y seguidamente le preguntó-. ¿Usted lo conoce? Vi que el tipo lo saludó.

- No… no lo conozco -contestó algo inseguro López, pues aunque no recordaba la cara del tipo, de alguna forma sentía que lo había visto antes.

- Ingresó con un paro cardíaco -le informó el colega-. Intentamos reanimarlo pero no pudimos, y cuando lo iba a declarar muerto, se levantó como si nada y ya ves, se marchó.

Al escuchar aquello, conjeturó rápidamente, recordando detalles de lo que acababa de sucederle en la morgue y en aquel pasillo, que lo que andaba recorriendo la morgue buscaba un cuerpo fresco, sólo logrando reanimar a medias a los que no lo estaban, pero al buscar en otro lugar halló a uno, y al marcharse en su cuerpo nuevo cruzó por él y le sonrió.

Leído en http://cuentosdeterrorcortos.blogspot.mx/



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